
Erick Moreno Hernández, conocido en el mundo del crimen como “El Monstruo del Cono Norte”, logró hacer del sigilo y la comunicación telefónica sus principales armas para seguir dirigiendo una de las redes criminales más temidas, incluso durante su huida. Tras cruzar la frontera peruana y refugiarse en Paraguay, la vida de Moreno alternó entre la aparente tranquilidad de una casa alquilada en las afueras de Asunción y la implacable gestión de negocios ilícitos que mantenían bajo amenaza a decenas de familias y empresarios en Perú.
Las imágenes y audios captados por un sistema de cámaras de seguridad, a los que accedió Punto Final, develaron que ni la distancia ni el estar prófugo detuvieron a Moreno. Al contrario, esos kilómetros añadieron capas de impunidad y misterio a un liderazgo criminal que mezcló extorsión, tráfico de drogas y blanqueo de capitales. Entre brindis, conversaciones familiares y hasta celebraciones de cumpleaños, las grabaciones demostraron que, para “El Monstruo”, la vida cotidiana y la delictiva eran aspectos inseparables.
El 15 de marzo de 2025 marcó un momento clave en la investigación sobre la organización “Los Injertos del Norte”. En esa fecha, ya fuera del país, Lizeth Cruz Ruiz, pareja de Moreno, lo homenajeó levantando su copa y deseándole una larga vida juntos. La escena, registrada por las cámaras, muestra a la pareja compartiendo complicidad y risas mientras, tras las paredes de esa falsa tranquilidad, operaban detalles criminales con extrema meticulosidad.
Mientras Lizeth y Moreno reían y preparaban whisky, al otro lado del teléfono llegaban mensajes de alerta. Un cómplice en Perú le transmitía en directo una conferencia de prensa de la policía, que anunciaba la captura de varios integrantes de su organización. Moreno y su pareja identificaban rápidamente a las personas mencionadas, repasaban el historial de amenazas y discutían acciones futuras. Lo que parecía una fiesta privada era, en realidad, el centro de mando de una red que operaba a nivel internacional.

En paralelo al brindis, entre las risas y los tonos aparentemente casuales, Moreno recibió la llamada de una mujer a la que se refería como “mana”. En esa conversación quedó expuesta la logística de sus negocios ilícitos. Explicó, con claridad de contador y sangre fría de mafioso, cómo una inversión modesta en cocaína podía multiplicarse en Brasil y generar miles de soles de ganancia. Detalló rutas, costos y utilidades, y dejó en evidencia el alcance y la diversificación de la red, que iba más allá de la extorsión.
Moreno también relató cómo, en su propio camino criminal, había sumado el narcotráfico y la apropiación de terrenos a su lista de delitos. Declaraba ante sus allegados que era un “emprendedor” capaz de encontrar oportunidades ilegales en colegios, empresas y otros sectores vulnerables.
Los audios muestran que, mientras daba instrucciones sobre nuevas operaciones, Moreno también ordenaba el envío de videos amenazantes dirigidos a empresarios peruanos. En uno de esos mensajes, usaba abiertamente el alias de “El Monstruo del Cono Norte” y advertía de posibles matanzas si no se cumplían sus demandas financieras.
Las cámaras de seguridad recogieron además escenas en las que Moreno coordinaba depósitos y negociaciones con su propia familia. Temiendo traiciones y pérdidas de dinero, daba minuciosas instrucciones sobre cuándo y cómo realizar transferencias. Incluso, en una conversación dejó claro que no entregaría dinero a su madre hasta ver firmado un contrato que garantizara sus intereses, revelando una dinámica de control económico que reflejaba el funcionamiento vertical de su organización criminal.

Toda esta información, obtenida por la cooperación internacional entre la policía de Paraguay y la Dirincri peruana, se ha convertido en elemento clave. Las grabaciones muestran el día a día del principal fugitivo de la mafia limeña y permiten comprender cómo, desde un refugio en el extranjero, mantenía operativa una estructura que sembró el miedo en Lima, extorsionando empresas, comerciantes y hasta pequeños colegios de barrio.
Ya sin financistas ni el círculo de protección que le aseguró impunidad durante años, Erick Moreno Hernández enfrenta una caída inminente. El Ministerio del Interior ha elevado la recompensa por su captura a un millón de soles, mientras sus antiguos aliados deciden colaborar con las autoridades ante la avalancha de pruebas en su contra.