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martes, junio 17, 2025

Cómo fue el primer día de La Salada después de 25 días de clausura: controles, policía y pocas ventas

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Los vendedores rodean la manzana. Son percheros humanos que repiten precios y acumulan prendas. Son de los que todavía no pudieron regresar a sus puestos en La Salada y muestran talles entre los brazos. Ofrecen para vender lo que se pueda.

Hace frío y el día empezó despacio, a la expectativa. Algunos no se enteraron de que reabrían las ferias Ocean y Urkupiña, otros esperaron que pasaran las horas para asegurarse de que valiera la pena aparecer, quizá por temor a los controles. Y otros, muchos, no pudieron regresar a sus puestos.

Es lunes y después de casi un mes, dos de las tres ferias que componen La Salada vuelven a funcionar. Alrededor, un universo informal que retroalimenta la vida de miles de familias en Ingeniero Budge, en Lomas de Zamora.

Los carros se apilan uno al lado del otro alrededor de las ferias y son la prueba de que el movimiento no es el de siempre. No hay combis, micros ni tours de compras. Pero de a poco, más cerca del mediodía, los autos ocupan toda la Ribera del Riachuelo y apenas se puede circular.

Ocean y Urkupiña pudieron volver a funcionar aunque con limitaciones. Todavía hay puestos vacíos. «Algunos no se enteraron, otros tenían marcas y decidieron esperar que calme todo o a vender el stock antes de volver», le contó Lucy a Clarín.

Urkupiña es una de las dos ferias de La Salada que volvió a trabajar. Foto Matías Martin Campaya
Urkupiña es una de las dos ferias de La Salada que volvió a trabajar. Foto Matías Martin Campaya

En Urkupiña, tomando la fila 8 como ejemplo, de alrededor de 600 puestos unos 106 están vacíos. Algunos no abrieron y otros que suelen alquilar dos no tienen mercadería para llenar el espacio que suele estar repleto de ropa.

Punta Mogote tiene la entrada enfrente pero está cerrada. Por eso afuera cientos de puesteros la rodean con sus productos en las manos, en mantas, sobre bolsones y en percheros improvisados.

«¡William, william!», grita un comprador que está buscando al puestero al que le compró por WhatsApp. «¡Acá! ¡Acá está!», le hace señas el hombre que le alcanza su bolsón. Es la nueva forma de vender después de 25 días de clausura.

Keysi muestra los talles de pantalones de hombre. Salen 14 mil pesos y los mueve de un lado a otro tan rápido que parece que los brazos no se le cansan: «Todavía no nos dejaron volver a nuestro puesto en Ocean. Por lo menos ahora nos dejan vender en la calle, porque nos venían sacando pero así algo vendemos. Obviamente no es lo mismo pero se nos estaba haciendo imposible, somos tres familias que viviemos de este puesto», le dice a Clarín sin dejar de balancear los productos.

Pocas ventas en el primer día de reapertura. Foto Matías Martin Campaya Pocas ventas en el primer día de reapertura. Foto Matías Martin Campaya

Si no fuera por la música o por la organización de los trabajadores que se alinean formando pasillos entre la pared, la vereda y el cordón, la escena podría ser desesperante.

Según pudo saber Clarín, Punta Mogote no terminó de cumplir con las condiciones que impuso el juez Federal Luis Armella en su disposición, que se conoció este viernes, y que permitió que Ocean y Urkupiña estén funcionando.

En medio de una investigación por evasión fiscal, asociación ilícita, lavado de activos y comercialización masiva de productos con marcas adulteradas o falsas, las ferias fueron clausuradas el 22 de mayo. Con la detención de los principales dueños de las ferias, los puesteros fueron víctimas colaterales de un proceso que lleva casi una década.

La gente elige La Salada por los precios más baratos. Foto Matías Martin Campaya La gente elige La Salada por los precios más baratos. Foto Matías Martin Campaya

El juez dispuso que las sociedades tendrán 90 días para designar un interventor y que suplanten a la administración (desmantelada e investigada) con el objetivo de «regularizar la situación fiscal, llevar registro contable, realizar inventarios, analizar pasivos, determinar vinculaciones con otras empresas e informar mensualmente sobre ingresos y egresos de dinero».

También deberán garantizar que estén registrados inquilinos y puestos alquilados, y que se instalen sistemas bancarizados en los predios que solo podrán cobrar bajo esa modalidad.

El fallo ordena un trabajo coordinado del Municipio de Lomas de Zamora, del Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires, de ARBA, del Banco Provincia, del Ministerio de Seguridad y de Arca (ex Afip) para fiscalizar los movimientos, realizar controles y garantizar la «transparencia».

El sábado los puesteros se acercaron a limpiar y a evaluar el daño. Algunos, además, se quedaron sin mercadería que vender. Javier trabaja hace 30 años en La Salada. En su casa cosen él, su mujer y su hijo. Tuvo otra hija que también supo atender el puesto pero que «gracias al trabajo de tantos años» pudo estudiar y ahora trabaja como instrumentadora quirúrgica.

«Muchos vinieron a curiosear», dicen los puesteros. Foto Matías Martin Campaya

«Tengo todo registrado, pago mis impuestos y se que muchos no. No veo mal que controlen pero nosotros tenemos que trabajar. Siempre estuve en Urkupiña y ahora estoy en Ocean porque podés dejar la ropa, no tenés que llevar y traer. Por eso me quedó todo acá. Estuve un mes sin producir ni vender nada, viviendo de ahorros, con lo que tenía», le dice Javier a Clarín mientras le avisan que el operativo de ARBA está al pasar para pedir la documentación del negocio.

Desde que clausuraron las ferias, el 22 de mayo, Javier como otros cientos de puesteros no pudieron recuperar su mercadería para revender.

Inspecciones y denuncias por robos durante la clausura

«Pasillo 2. Puesto 26. Negativo», dice un cartel blanco escrito con birome azul y pegado sobre una persiana baja. Ese aviso anuncia que del otro lado un puesto fue clausurado a la espera de su regularización o por tener mercadería que infringe la ley de marcas, uno de los principales cuestionamientos al funcionamiento de la feria, incluso por la Secretaría de Comercio de Estados Unidos

Pasillo 1. Puesto 13. Lado B. Negativo. «Les sacaron toda la mercadería», dice un hombre y señala al puesto vacío. «No puedo explicar lo que te destruye algo así porque no tenés cómo salir adelante. Sin la mercadería, sin ventas hace un mes en el que ya te comiste toda la plata que tenías para producir. Y no es que venías bárbaro, venimos de meses muy difíciles, las ventas bajaron y cada vez está peor«, explica uno de los vendedores de Ocean que prefiere no dar su nombre porque tiene miedo.

Hubo muy poco movimiento en comparación con un día normal. Foto Matías Martin Campaya Hubo muy poco movimiento en comparación con un día normal. Foto Matías Martin Campaya

Es que durante las inspecciones realizadas por la clausura muchos puesteros denuncian robos y faltantes. «Se llevaron lo que les gustó. Perfumes importados, plata, ropa, zapatillas. A mí me revolvieron todo, estuve todo el sábado ordenando y todavía no terminé. Me sacaron un monedero de cambio con 15 mil pesos, que es lo que uno deja para el día a día. Pero revolvieron los huecos, así que buscaban eso», se queja Horacio, otro puestero.

La Salada lleva más de 30 años y pasó por diferentes etapas en las que muchos fueron regularizando su situación impositiva o modificando los productos para evitar incautaciones y multas. Por eso tienen factura, empleados registrados y los impuestos al día. Son la excepción que buscan mostrar como la norma.

Elisa tiene una marroquinería. Vende carteras, bolsos y billeteras. Tiene un taller en su casa en el que cosen, diseñan y cortan ella y su marido. Tenían tres empleadas que ayudaban en la confección pero luego de un mes cerrados ya no pudo pagarles.

«Nos gastamos la plata que teníamos y en medio de bajas ventas, porque hace tiempo venimos mal. Las importaciones a nosotros nos mataron. La costurera está buscando para reemplazar el trabajo que tenía con nosotros y le pagan 1.000 pesos la hora, se aprovechan de que están todos desesperados, es una locura trabajar todo el día por 12 mil pesos», cuenta Elisa que, hasta que se reponga, no volverá a contratar personal para que la ayude.

Las ventas son mayormente minoristas. Foto Matías Martin Campaya Las ventas son mayormente minoristas. Foto Matías Martin Campaya

«Ya no veníamos produciendo tanto básicamente porque no se vende. Mayorista se cayó completamente, lo que se vende es por menor y cada vez menos. Nada que ver con lo que era antes. Son miles de familias afectadas, hay que rebuscárselas, nos vamos a tener que achicar», insiste Elisa. En el tiempo que duró la charla con Clarín 10 personas le preguntaron los precios de sus productos pero ninguna compró nada. «Hoy no se vendió nada, vinieron a curiosear o a ver si conseguían barato porque la gente está desesperada por vender. Pero muchos no abrieron. El miércoles será mejor«, se esperanza.

Las ferias de La Salada se extendieron al ritmo de las investigaciones judiciales vinculadas a sus propietarios. Cuando los puestos que ocupaban las calles de la Ribera Sur fueron desalojados, muchos vecinos crearon locales o galerías que complementan a los puestos dentro de las ferias y con alquileres más baratos.

Esos fueron los que no se vieron afectados con las clausuras del predio pero también viven del movimiento masivo que generan.

La Salada está ubicada en Ingeniero Budge, Lomas de Zamora. Foto Matías Martin Campaya La Salada está ubicada en Ingeniero Budge, Lomas de Zamora. Foto Matías Martin Campaya

«Se vendió mucho más, si. Las ferias estaban cerradas. Pero igual cambia mucho, esto estaba muerto, hasta es inseguro venir. En cambio cuando abre la feria está lleno de gente, hay mucho más movimiento. Nosotros queremos que haya trabajo para todos. Está muy difícil vender, las importaciones nos mataron a todos y en la calle no hay un peso. Es un momento muy difícil y somos muchas familias las que dependemos de esto», dice Nora ropa para niños en una galería.

«Es mucha la diferencia de precios en La Salada»

El primer día de reapertura empezó de a poco. Temprano parecía que nadie iba a venir pero con el correr de las horas se llenó. Muchos puesteros esperaron que abran sus compañeros para ver qué pasaba y muchos consumidores se acercaron al enterarse de que estaba abierto.

«Es mucha la diferencia. Vengo de Moreno a comprar para mis hijos, para mis nietos y para mí. Nos quedamos sin camperas para el frío, no tenía acolchado. Realmente es mucha la diferencia con otros lugares, con Flores u otras ferias. Por eso vinimos apenas abrió», dice Julia, que fue a comprar con su marido y con su hijo.

«Mi hija le compró a su papá una campera para el día del padre y la pagó 75 mil pesos. Mirá, acá la vemos a 40 mil, es realmente mucha la diferencia que hay con otros lugares. La gente trabaja, este es un lugar para los trabajadores. No todo es corrupción», insiste la mujer que muestra la fotos para probar lo que vio.

Por ahora, la gente es cautelosa para volver a la feria. Foto Matías Martin CampayaPor ahora, la gente es cautelosa para volver a la feria. Foto Matías Martin Campaya

Para el mediodía el olor a comida ya invadía las cuadras que recorren el barrio. Las calles colapsaron de autos y los remises esperaban los viajes. «A Flores, vamos a Flores en una hora», gritaba un conductor.

«Hoy son más que nada curiosos o vecinos que vinieron a ver qué pasaba. Los viajes van a tardar en animarse a venir porque es mucha inversión para no saber si abren o no abren, ahora se manejan por WhatsApp», le cuenta Emilio a Clarín, sentado en su Palio gris a la espera de algún viaje.

Elvira vive en Once y se lleva bolsones para su negocio. Durante el mes que estuvo cerrada la feria vendió todo el stock y se contactó con sus provedores de confianza por teléfono. «Algunos te traían, así que aproveché para encargar por Whatsapp y me lo trajeron al negocio. Pero para ver mejores precios tenés que venir. Ya el margen de gananca es mínimo, entonces siempre es buscar precio», explica la mujer.

MG

Redacción

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