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miércoles, junio 18, 2025

¿Ha cambiado la forma de narrar Latinoamérica?

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¿Ha cambiado la forma de narrar Latinoamérica en las últimas décadas? “Así de entrada diría que sí, pero esa es una pregunta muy amplia que se debe meditar bien”, dice la escritora chilena Nona Fernández, una de las invitadas de la cuarta edición del festival KM Amèrica de literatura latinoamericana, que se extenderá hasta el viernes y que celebra estos días todo tipo de actividades en diferentes puntos de la ciudad.

A falta de un diván, se sienta en una silla, porque “sentado uno acostumbra a pensar mejor”. Le acompañan los también escritores Sergio Galarza, de Perú; su compatriota Francisco Díaz Klaassen y su amiga argentina Gabriela Cabezón Cámara. Más tarde se unen la brasileña de origen portugués Tatiana Salem Levy, el salvadoreño Horacio Castellanos, la mexicana Brenda Navarro y la boliviana Liliana Colanzi. Todos ellos debaten la cuestión que se ha puesto sobre la mesa y, pese a que las procedencias son diversas, se llega a una misma conclusión: sí, ha cambiado la forma de narrar, entre otras cosas, porque hay espacio para más voces.

“Y en parte eso es gracias al gran trabajo que han llevado a cabo las editoriales independientes, que han permitido que nos conozcamos más, ya no solo fuera de América Latina, sino que, también, entre nosotros. Antes yo leía a los autores latinoamericanos que venían de las editoriales españolas. Ahora ya no hace falta esperar este proceso, que no tenía demasiado sentido, ni tampoco me pierdo voces por el camino”, señala Nona Fernández, muy activa tanto en el ecosistema literario independiente de Chile ­–publica en sellos como Alquimia o Uqbar– como en el español, pues actualmente forma parte del catálogo de Minúscula.

Las editoriales independientes han mejorado el ecosistema editorial, señalan los autores

Tatiana Salem Levy (Lisboa, 1979) también aplaude el trabajo de los pequeños sellos, tanto fuera como dentro de Brasil, pues considera que son “responsables de que en los debates literarios haya cada vez más mujeres, autores negros y, también, indígenas. Antes no había apenas espacio para ellos y, sin embargo ahora, sería impensable que no tuvieran un espacio en las mesas de debate. Celebro el cambio de esta última década, que ha logrado que el sector editorial de mi país sea más diverso que nunca”. 

Además de la pluralidad de voces, la autora celebra que poco a poco esas lecturas traspasen su frontera y den el salto a otros países, no necesariamente de lengua portuguesa. Cada vez más de estas historias narran de forma “más visible que nunca antes” la violencia de las mujeres. “Ya no es algo que esté en segundo plano”. En su último libro traducido al español, Vista Chinesa (Libros del Asteroide), por ejemplo, relataba la violación de su amiga.

En Perú sucede que “todo el mundo conoce a Mario Vargas Llosa y, gracias a él, se puso el foco en el país. Pero, cuando uno se centra solo en un escritor, es muy difícil ver más allá y leer sobre otras problemáticas y cuestiones distintas que las que narra. Sin él proponérselo, durante mucho tiempo mantuvo al resto en la sombra. En los últimos años, sin embargo, se ha ido poco a poco rompiendo esa barrera invisible”, apunta Sergio Galarza (Lima 1976). Él mismo ha aportado su granito de arena con historias que, ya sea en primer plano o como trasfondo, abordan las diferencias de clases. “Las clases bajas y trabajadoras también merecen su propia voz”, reivindica. 

Esto se evidencia en novelas como La librería quemada (Candaya, 2014), una furiosa crítica al sistema capitalista que presenta a los libreros como dependientes de grandes cadenas que los explotan y deshumanizan; o la reciente Barrio Moscardó (Candaya) que, pese a que se lleva diez años de distancia con el anterior libro mencionado, sigue abordando temas parecidos y teniendo como escenario los barrios, esos lugares que son puntos de tránsito y encuentro y donde se hace comunidad.

A Gabriela Cabezón Cámara ( San Isidro, Argentina, 1968) también le interesan las comunidades y cree, igual que sus compañeros, que estas estrechan más lazos en los barrios populares, de ahí que los convierta en un protagonista más de sus novelas, “algo hasta lo que hace no tanto no estábamos acostumbrados”. Mostró ese interés desde su primera novela, La Virgen Cabeza (Random House), ambientada en la barriada marginal de El Poso. Esa predilección le viene tras ver una fotografía de su ciudad natal, San Isidro, tomada desde el aire, donde se apreciaba una clara separación entre el lujo y la miseria. Quiso conocer más y, en su adolescencia, se juntó con un grupo de travestis, del que quedó maravillada con su forma de hablar. “Tenían un uso de la lengua muy creativo”. Y eso influyó en su narrativa.

“Las clases bajas y trabajadoras también merecen su propia voz”, reivindica Sergio Galarza

En Bolivia, Liliana Colanzi ( Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1981) también da fe de que, en los últimos tiempos, se han dado “cambios importantes en la narrativa a nivel de la forma”, como la popularidad de la literatura del extrañamiento, que ha permitido abordar “cuestiones políticas, como el avance de proyectos de extrema derecha –con Maximiliano Barrientos– o la crisis ambiental–con Giovanna Rivero.

“Ha cambiado mucho la forma de narrar por dos cuestiones: porque ha cambiado la realidad y, también, quienes escriben. Esto significa que, además de temas nuevos, hay otros que consideramos universales o más antiguos, como el narcotráfico, la violencia, la política o las maternidades y paternidades, pero que los recibimos igual como novedad porque se nos explica desde un nuevo punto de vista”, subraya Horacio Castellanos (Tegucigalpa, 1957), que aplaude esta pluralidad, así como que se dé paso a los jóvenes. 

En este sentido, Tamara Silva (Minas, Uruguay, 2000), tiene mucho que decir. A sus 24 años se ha convertido en una de las voces más novedosas de la literatura uruguaya actual, con obras como Larvas (Páginas de Espuma), un libro de relatos que acaba de publicarse en España y que, tal y como adelanta la autora, pretende “ver todo desde otro lado. El título ya da una pista al lector de que se puede encontrar bichos, escenas y situaciones que, de normal, dan mucho asco, pero yo me propongo causar otro tipo de sentimientos y sensaciones”. En el cuento Mi piojito lindo , por ejemplo, logra que estos insectos que acostumbran a habitar las cabezas causen ternura. “Me resisto a pensar que todo está contado. Los jóvenes, las minorías y las voces periféricas tenemos mucho que decir”, insiste. 

Y, también, los autores que escriben desde fuera de sus países, como Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982), que reside en Madrid: “A uno le cambia vivir en otro lugar. Al moverte, se amplifica la mirada, los temas y las formas de contarlos”.

Redacción

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