
Barcelona
El primer disparo fue el 21 de mayo. El hijo de Pilar, de 14 años, estaba viendo la televisión cuando recibió el impacto de un perdigón en el brazo. El proyectil entró a través de la única ventana del comedor y le perforó la piel aunque sin causarle una herida grave. Luego hubo más disparos a la altura de la cabeza que impactaron en la pared. Su madre, que estaba preparando la cena, escuchó un estruendo y al dirigirse hacia la sala vio a su hijo retorciéndose de dolor. “Por el ruido, pensé que se le había caído algo. Fui para allí y me lo encontré doblado. Tenía un agujero en el brazo. Encima de su cabeza había otro impacto de bala en la pared. Me quedé en shock”, relata la mujer que vive en el segundo piso de un edificio de tres plantas junto a sus tres hijos.

Agujeros producido por perdigón en las toallas tendidas como protección en la ventana del salón de Pilar y su familia
Ana Jiménez / Propias
Un individuo de un edificio cercano lleva un mes y medio disparando hacia el comedor de Pilar, aterrorizándola tanto a ella como al resto de vecinos del edificio situado en la calle Canigó, en el barrio de Horta de Barcelona. “No puedo más, alguien tiene que hacer algo”, suplica.
Uno disparo impactó contra el brazo de un joven de 14 años; un segundo balín le rozó la cabeza
Los Mossos d’Esquadra se personaron la primera vez, tomaron fotos de los proyectiles, analizaron la trayectoria y apuntaron que el perdigón solo podía proceder de un edificio próximo, pero sin determinar de cuál se trataba. Desde el 31 de mayo, los disparos han seguido y Pilar ya ha tenido que llamar a la policía hasta en ocho ocasiones cumpliendo con el mismo ritual. “Son muy amables, vienen para que no tenga que desplazarme, toman nuevos datos, recogen los perdigones y se marchan, pero dicen que no pueden hacer más porque no tienen autorización judicial para entrar en la casa del sospechoso”.

Cicatriz dejada por el impacto de un perdigón en el hombro del hijo de quince años de Pilar
Ana Jiménez / Propias
Pilar lleva un mes sin poder hacer vida normal. El salón tiene una única ventana y la mantiene cerrada por miedo a nuevos disparos. El temor a que el francotirador vuelva a actuar junto con el calor convierte la situación es asfixiante. “Mi hijo no se atreve a abrir la ventana, tiene mucho miedo”, confiesa. La mujer ha puesto una especie de barrera con el tendero de la ropa que sitúa justo delante de la ventana para amortiguar los disparos. La ropa está completamente agujereada.
Los Mossos sugirieron la posibilidad de instalar una cámara de videovigilancia para saber exactamente desde qué piso se efectuaban los disparos o incluso la posibilidad de irrumpir en alguna de las viviendas en las que podría estar atrincherado el francotirador de perdigones, pero ninguna de estas posibilidades ha superado el tamiz del juez que considera que se podría vulnerar el derecho a la intimidad del individuo.

Agujero producido por perdigón en la persiana del salón del piso de Pilar y su familia en Horta
Ana Jiménez / Propias
Pilar, sin embargo, no es la única que sufre los estragos de este pistolero descontrolado. En el piso de al lado vive Gabriel junto a su pareja. El 31 de mayo recibieron un primer perdigonazo. En su caso, el balín perforó una toalla tendida y una cortina llegando también a desconchar la pared del dormitorio. “Esta situación genera una angustia complicada de gestionar. No puedes estar tranquilo en tu propia casa”, lamenta Gabriel. Desde aquel día, su domicilio ha recibido tres impactos más. “Me han agujereado cuatro toallas, tres cortinas y tengo la pared picada en cuatro puntos”, recrimina. Uno de los temores principales que atenaza a los vecinos es que la situación se eternice, que el francotirador no sea detenido y vivir con el miedo permanente de que cualquier día vuelva a la acción.
Los perdigones después de impactar contra las toallas o cortinas de los vecinos caen a la planta baja donde viven Federico, su mujer y su pequeña de 3 años, que cuenta con un patio trasero y una zona ajardinada. “Desde que empezaron los disparos no dejo que mi hija salga al jardín. Me da miedo que le alcance un disparo. Sentimos impotencia de que nadie haga nada. Así no se puede vivir”, zanja.

Pilar muestra los agujeros de perdigones en la pared de su salón en el piso familiar donde vive con tres hijos
Ana Jiménez / Propias
Los vecinos de la finca han denunciado su caso ante los Mossos d’Esquadra sin que por ahora hayan dado una respuesta que zanje el problema. El caso sigue abierto casi un mes después. El francotirador lleva una semana sin disparar. Pilar y el resto de vecinos siguen, por si acaso, sin abrir la ventana.
Los Mossos refuerzan el patrullaje
Los Mossos d’Esquadra han reforzado el patrullaje en los aledaños de la calle Canigó donde se están produciendo los disparos desde el pasado 21 de mayo. Según han informado fuentes policiales, hay desplazados a la zona más agentes y se han intensificado los contactos con los vecinos con quien se mantiene un diálogo permanente. Las unidades de balística y la policía científica están analizando la trayectoria para determinar desde qué edificio se efectuaron los disparos y si en los restos de los perdigones pueden hallarse huellas del sospechoso. La investigación está abierta.