La medicina culinaria une ciencia y cocina para tratar enfermedades crónicas como la renal, enseñando a los pacientes a alimentarse de forma saludable, práctica y personalizada.

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Redacción El País
Cada vez más profesionales de la salud y la gastronomía están uniendo fuerzas para demostrar que la alimentación puede ser una herramienta terapéutica efectiva.
Este enfoque, conocido como medicina culinaria, propone enseñar a cocinar platos sabrosos y adaptados a las necesidades médicas del paciente como parte integral del tratamiento de enfermedades como la enfermedad renal crónica (ERC) o algunos tipos de cáncer.
La medicina culinaria no se trata simplemente de seguir una dieta restrictiva, sino de adquirir herramientas prácticas para mantener una alimentación saludable, placentera y personalizada.
Según la Revista Clínica de la Sociedad Estadounidense de Nefrología, este enfoque integra medicina, nutrición y técnicas culinarias para mejorar la calidad de vida y reducir riesgos asociados a enfermedades renales. También aborda barreras comunes como la falta de tiempo, presupuesto o habilidades culinarias, promoviendo cambios sostenibles en la dieta.
Una publicación reciente en Journal of Nephrology y citada por Infobae destacó que existe una relación bidireccional entre la ERC y el cáncer renal. Por un lado, ciertos tumores o tratamientos como la quimioterapia pueden dañar los riñones; por otro, los pacientes con enfermedad renal avanzada, especialmente aquellos en diálisis o con trasplantes, tienen mayor riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer.
Frente a este escenario, la medicina culinaria surge como una estrategia práctica y centrada en el paciente. En instituciones como Yale New Haven Health, por ejemplo, médicos, dietistas y chefs trabajan juntos para brindar soluciones alimentarias que respondan a las particularidades culturales, clínicas y emocionales de cada paciente. El Dr. Nate Wood, director de medicina culinaria en Yale, señala que se trata de “una parte vital del cuidado del paciente”.
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Esta disciplina se alinea con el movimiento internacional “La comida es medicina”, que promueve el papel de la alimentación en la prevención y manejo de enfermedades. En el caso de la ERC, las guías de organizaciones como KDOQI y KDIGO recomiendan patrones alimentarios basados en plantas: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y grasas saludables que ayudan a regular la presión arterial y reducir la acidez metabólica, en contraposición con la dieta occidental tradicional rica en proteínas animales y ultraprocesados.
La adaptación de la dieta también varía según la etapa de la enfermedad. Mientras que en fases iniciales se prioriza la moderación en el consumo de ciertos nutrientes (como potasio, fósforo o sodio), los pacientes en diálisis necesitan aumentar su ingesta de proteínas de alta calidad.
El chef Duane Sunwold, diagnosticado con ERC y citado por la National Kidney Foundation, ha desarrollado técnicas culinarias específicas para conservar el sabor sin comprometer la salud renal. Entre sus estrategias están el uso de hierbas en lugar de sal, el empleo de legumbres como fuente proteica, y la preparación de postres con frutas frescas en reemplazo del azúcar.
Aunque se necesitan más estudios clínicos a gran escala para confirmar su impacto a largo plazo, la medicina culinaria ya se perfila como una herramienta prometedora. Según los expertos, su combinación de evidencia científica y aprendizaje experiencial puede mejorar la adherencia al tratamiento, empoderar al paciente y fomentar un cambio real en su calidad de vida.
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