La movilización peronista en la Plaza de Mayo mostró el lado más oscuro de la Argentina: políticos corruptos, detractores de la moralidad, fanáticos descontrolados, sindicalistas comprometidos en la corrupción, artistas impresentables y personas arrastradas por prácticas clientelistas.
Es sorprendente cómo se manifiestan como si todavía vivieran en el pasado. Hoy, la mayoría ya no se conmueve ante movilizaciones. Intentaron reproducir el 17 de octubre en la era de las redes sociales, pensando que eso sería atractivo, pero solo provocaron rechazo. Cristina está encarcelada, mientras ellos persisten con rituales arcaicos. Hay causas judiciales que avanzan y que probablemente resulten en mayores condenas.
El kirchnerismo presenta una característica singular: pasaron muchos años en el poder y no lograron formar líderes destacados. Massa y Alberto Fernández fueron sus últimos intentos, y ahora son ineficaces y deberían enfrentar la justicia. Cristina apostó por el inepto de Máximo, quien es uno de los individuos menos capacitados del país. Después de tanto tiempo, solo han conseguido orquestar una movilización que huele a antiquísimo. El mundo ha evolucionado, mientras el peronismo se aferra a prácticas corruptas y a una estética en decadencia.
En el ámbito internacional, Cristina solo es respaldada por los corruptos del Grupo de Puebla: Baltasar Garzón, miembros de Podemos, Lula, Rafael Correa y, claro, las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Todos comparten la misma mancha de corrupción que Cristina. Los delincuentes suelen defenderse entre sí, propagan el concepto de lawfare, que ellos mismos han inventado como un argumento fácil. El régimen iraní, aliado de los kirchneristas, es el único que no ha hecho una declaración porque actualmente se encuentra bajo ataques de Israel y EE. UU., que están haciendo un servicio a la humanidad al enfrentar a los ayatolás. Este régimen, responsable de dos atentados letales en Argentina, fue objeto de intentos de protección por parte del kirchnerismo, culminando en la trágica muerte de Nisman.
Los Kirchner traicionaron de manera flagrantemente a la patria al establecer alianzas con quienes asesinaron argentinos. Cualquier persona de renombre evita visitar a CFK, solo aquellos fanáticos marginales que llevan años expoliando al Estado argentino acuden a ella. Individuos millonarios que disfrutan de lujos a costa de quienes viven en la pobreza.
La Justicia debe cumplir con la condena de prisión domiciliaria estricta. Si esa congregación sigue perjudicando a los vecinos, las condiciones deberían ser más severas. La vida de los ciudadanos es prioritaria frente a los indigentes intelectuales que se reúnen allí.
No se debe permitir que edifiquen un relato épico. Están detenidos por corrupción, y no hay nada heroico en esto. CFK protesta porque sus visitas requieren autorización. Lo mismo aplica a todos los presos. CFK está en prisión, no disfrutando de un spa.
Los medios de comunicación intentarán difundir las aspiraciones de CFK, quien se comporta como una víctima cuando, en realidad, es la verdadera victimaria. El principal desafío del sector republicano es prevenir que establezcan un nuevo relato heroico. Son delincuentes y el gobierno no debería involucrarse en negociaciones ocultas con CFK. Cualquier acuerdo que escape a su tratamiento carcelario sería un agravio a los ciudadanos honrados que han sido víctimas de esta banda mafiosa.
Los líderes políticos y los jefes mafiosos son categorías distintas. El kirchnerismo se ha vuelto irrelevante, reivindicada únicamente por aquellos que han abusado del Estado, como Teresa Parodi, quien al recibir un premio lanza un discurso en favor de CFK. Defienden su derecho a vivir del expolio estatal. El downgrade kirchnerista es monumental, y esa lógica debe prevalecer. Quien crea que puede negociar algo con CFK se convertirá automáticamente en un traidor a la patria.
Argentina puede aspirar a un futuro si se condena al kirchnerismo a la marginalidad absoluta. La comunidad internacional tiene grandes expectativas en Argentina.