Sin dudas fue la gran polémica del martes, la noticia que se llevó buena parte de la atención mediática, cuando un grupo de intelectuales cercanos a la escritora Beatriz Sarlo pegó el grito en el cielo y denunció que el encargado del edificio de la calle Hidalgo, en Caballito, donde vivió la ensayista hasta su muerte, en diciembre de 2024, podría ser el responsable de la venta de parte de su colección de discos de jazz, descubierta días atrás en una disquería.
En paralelo, el encargado, de nombre Melanio Alberto Meza López, de nacionalidad paraguaya, soltero, sin hijos y de unos cuarenta años, se presentó ante la Justicia para reclamar el inmueble de Sarlo y exhibió dos notas manuscritas aparentemente por Sarlo -también firmadas-, que dicen que López Meza quedaría a cargo del piso entero en el octavo y, también, de la gatita Nini.
Pero el conflicto se agranda porque Sarlo tenía un marido, Alberto Sato Kotani, del que se separó hace décadas, pero jamás se divorció. Ese hombre está vivo y reside en el exterior y podría ser un heredero forzoso. La legislación admite la posibilidad de otorgar un testamento ológrafo, ya sea manuscrito, (como en el caso de la ensayista) o por escritura pública. Pero debe determinarse primero si es auténtico y luego definir la situación del marido legal de Sarlo.
La controversia no dejaba de ser curiosa y peculiar, y no menos interesante. ¿Quién no le puso a Melanio el rostro del Eliseo que Guillermo Francella personificó en la exitosa serie «El Encargado? ¿Quién que haya visto la serie no recuerda el acercamiento amistoso que en la trama va teniendo Eliseo con Beba, la longeva vecina que vive sola y que, al final, antes de morir, le deja su departamento según constaba en un testamento? No es el caso de Melanio Alberto, el portero de Caballito quien, en lugar de un testamento, ofreció dos manuscritos que deberán ser peritados.
Pero desde que este culebrón con tinte intelectual cobró estado público, nadie sabe el paradero de Melanio, que ni los propios vecinos lo ven trabajando en la puerta de a calle Hidalgo en las últimas 72 horas. Según el runrun de la cuadra, al parecer, «para esquivar las guardias periodísticas, baldea la vereda a las 5 de la mañana y se pone a hacer la limpieza de la planta baja antes de las 7. Después, sigue todo lo que sucede en la calle a través de la camarita del edificio«.
¿Qué tienen en común el Eliseo de ficción y el Melanio de carne y hueso? «Nada que ver con Eliseo, yo fui testigo de su calidez humana hacia esta señora que yo no conocía y que después de un tiempo me enteré de que se trataba de una escritora muy importante», dice Cristian Cabrera (28), desarrollador web que alquila un departamento en el cuarto piso de Hidalgo 140. «Yo lo conozco al encargado y la verdad es que es un tipo laburador, no me parece nada aprovechador y si me preguntás, te diría que es la contracara de Eliseo, que sí era una persona que no daba puntada sin hilo».
Clarín hizo guardia a la tarde en la puerta del edificio pero los vecinos que entraban o salían no se detenían a conversar con la prensa y deslizaban su malestar por las custodias periodísticas. Se tocó el timbre de la portería, pero no hubo señales. «No aparece hace tres días», tiró al pasar una mujer que entró con bolsas del supermercado y siguió de largo».
El caso de Cabrera, el cordobés de Río Cuarto fue la excepción a la regla y se mostró predispuesto. «Las veces que me la crucé a Beatriz, que yo la desconocía, le decía nona, con respeto, porque me hacía acordar a mi abuela. La veía muy frágil a la mujer, muy caída físicamente, pero en más de una oportunidad le llevé una bolsa o le abrí la puerta del ascensor».
Cercano a Melanio, Cabrera admitió que en un par de oportunidades le preguntó al encargado por el departamento que estaba desocupado. «Sabía que él era el único que tenía llaves y un día le comenté que me interesaría alquilarlo. Yo vivo en dos ambientes y quería ampliarme. ‘¿Querés verlo?’, me preguntó, y subimos al octavo y la verdad que me encantó. Estaba impecable, vestido como si alguien estuviera viviendo. Yo no sé si él está ahí, porque es el único que por ahora tiene acceso. Cuando quise ir un poco más a fondo, me dijo que por ahora no lo va a alquilar».
En pleno Caballito, la puerta de ingreso al edificio de Hidalgo 140, donde Beatriz Sarlo pasó los últimos años de su vida.En la recorrida por el departamento, Cabrera se detuvo en la biblioteca de Sarlo y Melanio le preguntó: «¿En serio no sabés quién es? Tomá, llevate este libro, leelo y la vas a conocer bien’. Me dio el libro ‘Las dos torres. ¿Puede la cultura contemporánea pensar algo nuevo?’. Reconozco que le eché un vistazo pero no lo leí, pero lo tengo de recuerdo».
En otro pasaje curioso, Cabrera contó que el encargado le comentó de «encuentros con Beatriz y su ultimo marido (Rafael Filippelli, fallecido en 2023). Que lo invitaban a la noche a conversar, a tomar whisky Blue Label y a fumar. Y charlaban de todo un poco. Yo no pongo las manos en el fuego por nadie, pero me parece que Alberto (no le dice Melanio) era muy tenido en cuenta por la nona, perdón, por la señora. Y también me comentó, cuando yo le pregunté por qué él tenía las llaves, y me respondió que ella (Sarlo) le había dejado una nota donde decía que le daba el departamento».
Beatriz Sarlo y Rafael Filippelli, el cineasta que fue su pareja. «La muerte del marido la hundió a Beatriz», dicen los vecinos. Foto David Fernandez Sale un repartidor con anteojos oscuros y se muestra imperturbable ante la consulta de la prensa. Pasaron varios minutos hasta que, esta vez, ingresa una mujer que dice, vive en el primer piso. «Yo me llamo Graciela, pero no me gusta aparecer en cámara. Sólo te puedo decir que el encargado está hace unos 7 años aquí y nadie tiene quejas contra él. Es muy trabajador y se corrió el chisme de que estaba muy pendiente de la señora Sarlo, que lo llamaba a cualquier hora y él siempre estaba dispuesto».
«Voy a ver si le escribo y le digo que salga a hablar con los periodistas. No sé por qué se esconde si él tuvo un comportamiento destacado. Si no tiene nada que ocultar debería salir, pero bueno, es entendible, es una persona muy tímida, no es de expresarse mucho y quizás se pondría nervioso al tener que dar explicaciones. Pero es un hombre íntegro y, a diferencia del encargado de Francella, que era un psicópata, Alberto honra el oficio y nunca se aprovechó de Beatriz, que le abrió las puertas».
Con la actitud de quien conoce todo sobre el edificio de Hidalgo, Graciela recuerda: «Las últimas veces que vi a Beatriz estaba desmejorada, le costaba salir a la calle y en algunas oportunidades la acompañaba Alberto. Antes estaba con su marido Rafael (Filippelli), que también recurría al portero mientras ellos se quedaban en casa. Por eso no me extrañaría para nada que le dejara todo a Alberto, que hoy tiene la gatita Nini en su casa. En el último tiempo, casi nadie venía a visitarla, el único que le daba una mano era él».
Y Graciela confirmó lo que se había rumoreado. «Sí, claro, fue Alberto quien la acompañó e internó en el Sanatorio Otamendi y además el que asistió a su velorio. Alberto sería un actor mejor que Francella si todo lo que hizo por Sarlo fue sólo una pantalla para quedarse con todo. No sería un guión creíble».
SC
