En un planeta donde las armas nucleares están en manos de potencias de todos los continentes, hay una región que destaca por su negativa a desarrollarlas: América Latina.
Desde México hasta Chile, ningún país latinoamericano posee hoy armas atómicas, y eso no es fruto del azar sino el trabajo de largos años en la región.
El comienzo de esta discusión se remonta a la crisis de los misiles de Cuba.
En 1962, la Unión Soviética instaló misiles en la isla y generó una alta tensión con Estados Unidos. Fue el episodio más cercano de un enfrentamiento global tras la segunda guerra mundial.
Como respuesta, “varios países en América Latina decidieron empezar a formar una respuesta multilateral para prevenir que se diera otra crisis de los misiles en la región”, explicó a BBC Luis Rodríguez, investigador de la Universidad de Stanford.
Si bien, desde los incidentes en Hiroshima ya se había instalado el debate de armas nucleares, la crisis en Cuba fue la gota que rebasó el vaso.
“La crisis de los misiles en Cuba fue un catalizador clave y Brasil propone convertir a América Latina como una zona libre de armas nucleares como una posible solución a esa crisis”, comentó al medio británico Ryan Musto, de la Universidad William and Mary.
Si bien esta crisis de los misiles fue resuelta bilateralmente entre las potencias de la Guerra Fría, los países de la región siguieron anhelando que Latinoamérica se convirtiera en una zona libre de armas nucleares.
Qué es el Tratado de Tlatelolco
En febrero de 1967, se firmó el Tratado de Tlatelolco, el cual prohíbe el desarrollo, adquisición y ensayo de armas nucleares en América Latina y el Caribe.
El acuerdo, pionero en el mundo, entró en vigor en 1969 y sentó las bases de la región en torno al desarme nuclear.
Si bien Brasil fue impulsor de esta política por la paz, finalmente fue México quien lideró este desarme.
El tratado lleva el nombre de la sede de Relaciones Exteriores en México y, posteriormente en 1982, el diplomático mexicano Alfonso García Robles recibió el Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, no todos los países lo aceptaron de inmediato. Brasil y Argentina, dos naciones con capacidades tecnológicas avanzadas, mostraron resistencia.
Ambos países impulsaron programas nucleares de uso dual –civil y potencialmente militar– y por años mantuvieron una postura ambigua.
“Lo que Brasil y Argentina hicieron fue crear un programa nuclear por fuera de las regulaciones del Organismo Internacional de Energía Atómica, por eso se le llaman los programas secretos de Brasil y Argentina”, explicó Rodríguez.
Pese a estas tensiones –donde nunca se llegó a comprobar un desarrollo armamentístico– a inicios de los 90 ‘s ambos países renunciaron su derecho a las explosiones nucleares pacíficas y se integraron plenamente en Tlatelolco.
Otros motivos de la paz nuclear
Existen otros motivos también por los que en Latinoamérica no se ha generado esta cultura de armas nucleares como el resto del mundo.
En primera instancia, las naciones de este rincón del mundo no tienen rivalidades tan fuertes como las hay en otras partes.
“En general, América Latina parece una región relativamente estable cuando se trata de conflictos interestatales”, comentó Musto.
Asimismo, el costo de iniciar una carrera nuclear es muy alto para el nivel regional: “Desarrollar un programa nuclear es muy caro. Se necesita muchísima infraestructura, se necesita muchos expertos y muchísimo conocimiento para poder llevar a cabo un programa nuclear”, explicó Rodriguez.
