“Buenos Aires es una ciudad muy difícil cuando tenés, como ahora dicen, movilidad reducida”, explica Martín Caparrós desde su casa en Madrid, mientras pita su narguile (“es una pipa de agua”, inhala, “con tabaco”, exhala). Está sentado en su silla de ruedas, adminículo al que tuvo que adecuarse como consecuencia de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad neurodegenerativa progresiva que no padece, más bien lleva con calma aparente y esa curiosidad analítica que lo hizo maestro de la crónica, género que redefinió hasta inventarlo del modo en que se conoce hoy.
Su última visita fue para la Feria del Libro 2023 y se encontró con esa inhospitalidad urbana que lo desanimó a volver. “Hay muy pocos transportes públicos a los que pueda subirme. Y pasa algo todavía peor, que es la trampa de las esquinas”, dice.
Y cuenta: “Cualquier calle del centro de la ciudad, en general tienen como una bajadita del cordón, cerca de las líneas blancas para cruzar la calle. Si alguien pasa por ahí caminando y lo ve, dice ‘ah, qué bien, la gente en silla de ruedas podrá usarla’. Hasta que vas en silla de ruedas y te das cuenta que entre el final del cordón y el principio del asfalto hay 15 centímetros, en donde te enganchas sistemáticamente y no te rompes la cabeza todas las veces, pero sí varias”.
A días de subirse a un vuelo que lo traerá a la Argentina después de un poco más de dos años, aclara que hubo algo más para esta ausencia, la más larga desde que se fue a vivir a España hace ya más de una década. Con su estilo tan elegante como pendenciero, dispara: “Más tangencialmente, la verdad es que el gobierno de Milei, y sobre todo el hecho de que 15 millones de compatriotas lo hayan votado, no me generaba muchas ganas de mezclarme, digamos, o integrarme a esa cantidad de gente”.
–¿Y qué te hace venir ahora?
–La verdad es que un grupo de amigos se empeñó en organizar todo para que vaya. Realmente trabajaron como perros para conseguir todo lo que necesitaba para ir y me emocionó mucho que lo hicieran. Entonces me resultó imposible no aceptar esa invitación.
El gobierno de Milei, y sobre todo el hecho de que 15 millones de compatriotas lo hayan votado, no me generaba muchas ganas de mezclarme.
–Vas a tener un montón de compromisos sociales, entonces…
–Bueno, un montón tampoco, eh (se ríe). Pero sí, voy a voy a ver a toda esa gente, que son unos 10 o 12 amigos. Igual, no es que hace mucho no los veo, porque casi todos han venido de visita a España en algún momento. Quiero decir: no necesitaba viajar a Buenos Aires para verlos, pero cuando se pusieron a conspirar con tanto entusiasmo me pareció que sí, que quería formar parte de esa conspiración.
–Por fuera de los compromisos editoriales, ¿qué más vas a hacer en Buenos Aires?
–Estos amigos, además de organizar toda la infraestructura para que pueda estar allá, también armaron un espectáculo, que va a ser el 10 de julio en el teatro Alvear. Es algo que se hizo ya en el Ateneo de Madrid, y estuvo muy lindo, fue muy fue muy emocionante. Van a replicar ese formato. Es una reunión de 20 o 25 personas cercanas que leen fragmentos de Antes que nada, mi último libro. Y el martes 8 me van a dar un doctorado honoris causa en Filosofía y Letras, en la UBA. Eso me tiene impresionado porque voy a pasar a ser el doctor Caparros (se ríe).
–¿Hay algo puntual que quieras hacer en esta visita, como comer un asado, por ejemplo?
–Lo del asado tampoco es lo que me lleva, porque mi hijo es un gran asador y viene cada tres o cuatro meses. Sus asados son inmejorables. Creo que, así a priori, lo que más me interesa ahora es la idea de volver a ver algunos lugares que, aunque los recuerdo casi con detalle absoluto, igual me gustaría visitar. Son lugares tontos, lugares que no tienen más significado que para mí. Esquinas de mis casas o la puerta de mi escuela. Qué sé yo, tonterías. Eso, creo, es lo que más me interesa de todo.
La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro), Martín Caparrós & Rep (Random House).–¿Sentís que podría ser la última vez que vas a venir?
–No lo sé. No lo sé. Realmente no sé. Tengo una enfermedad muy imprevisible. Entonces no tengo idea.
–¿Tenés ganas de venir?
–Sí, sí, sí. Ahora sí.
