Cuentan que David Bailey, uno de los grandes fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX, se encontró en 1972 en un ascensor del hotel St. Regis de Nueva York con Salvador Dalí, que se apoyaba en un bastón con una empuñadura de plata y una figura danzante encima. Dalí le dijo a Bailey que era su musa. Y de ese encuentro fortuito nació una de las imágenes más conocidas del genio pintor surrealista catalán -que aparece reflejado en un ascensor- y que, como muchas otras del creador británico, se han vuelto icónicas. Con su cámara plasmó la revolución de la música, la moda, el estilo y el arte de los años sesenta. Y ahora una exposición sin precedentes en España rinde homenaje a David Bailey.
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