
Domingo Marchena
Barcelona
La asociación Rauxa, que rehabilita a personas esclavizadas por el alcohol, vive de sus recursos propios y de donaciones de particulares y empresas, por lo que estudia minuciosamente en qué se gasta hasta el último céntimo. Este viernes protagonizó una sonora protesta ante el Ayuntamiento de Barcelona y estuvo sopesando la posibilidad de alquilar dos megáfonos, aunque al final le salió más a cuenta comprar dos del modelo Pyle.
De haber sabido que Carlos acudiría a la protesta, el desembolso no hubiera sido necesario. Carlos, una de las muchas personas que a diario cena en el comedor social La Terrasseta, el proyecto estrella de Rauxa, disfruta de unos pulmones y de un vozarrón que dejan en ridículo a los de Tarzán. Tiene, además, una rara habilidad para imitar el sonido de alerta de los submarinos. Su alarma llegaba nítidamente al interior del Ayuntamiento.
La cronología del caso
Más sobre un comedor social modélico
En la casa de la ciudad se celebraba un pleno, que Rauxa aprovechó para hacerse oír (y cómo) en la plaza Sant Jaume, el kilómetro cero de Catalunya. Su comedor social ha recibido infinidad de apoyos y elogios nacionales e internacionales. Hace lo que todas las iniciativas solidarias de este tipo, es decir, ofrecer comidas saludables a personas vulnerables y sin recursos, pero además lo hace con una plantilla muy especial…
Todos los trabajadores del restaurante son alcohólicos rehabilitados. Cuando detectan a alguien encadenado a la bebida le ofrecen seguir el mismo camino de rehabilitación que siguieron ellos. La Terrasseta, en la calle Fraternitat, del barrio de Gràcia, permite además que otros enfermos en proceso de liberación hagan cursillos de hostelería en este establecimiento como paso previo a su reinserción social y laboral.

Trabajadores y colaboradores de La Terrasseta
Àlex Garcia
El origen de La Terrasseta es muy curioso y obliga a remontarse a 1999, cuando la Generalitat traspasó a los ayuntamientos la gestión de los comedores sociales. Rauxa, que había dirigido uno con éxito en el Clot hasta entonces, se presentó a la licitación, pero la perdió, aunque obtuvo la puntuación técnica más alta y su precio era el más competitivo. Ganó una empresa que, a diferencia de esta oenegé, tiene ánimo de lucro.
La razón para optar por otra candidatura era cuestionable: la falta de certificación de empresa. Las bases especificaban que había que tener esa certificación o “experiencia acreditada”, algo que a Rauxa le sobraba gracias a su gestión en el Clot. Para evitar litigar ante los tribunales, el Ayuntamiento llegó a un acuerdo y compensó a la oenegé con una indemnización y una subvención, que se renovaba cada año de forma automática.
Con la indemnización (20 millones de pesetas, que hoy serían unos 120.200 euros), Rauxa compró un local de Gràcia para reconvertirlo en el comedor social de La Terrasseta, que se ha ganado el respeto de instituciones políticas, incluido el departamento de Salut de la Generalitat, además de entidades académicas y cívicas, como el máster en Drogodependencias de la Universitat de Barcelona o la Taula del Tercer Sector.
Las ayudas municipales siempre fueron deficitarias, pero la oenegé siguió adelante gracias a sus recursos y a las donaciones, como las del Banc dels Aliments. Desde el 1 de noviembre, cuando se cerró el grifo municipal, La Terrasseta está herida, pero continúa “dando hasta 160 cenas diarias”, según la carta que la doctora María Luisa Marín, alma máter de la asociación, envió en su día a la alcaldía (y que se puede leer más arriba).

La doctora Marín, en la protesta ante el Ayuntamiento
Mané Espinosa
El acto de este viernes fue, como dice la doctora Marín, “nuestro derecho al pataleo”. Lo único bueno de la retirada municipal es que las ayudas externas se han multiplicado. La asociación recibe cada año unos 100.000 euros en donaciones de alimentos, que utiliza para sus menús. De forma excepcional, y como ocurre también durante las fiestas de Gràcia, el comedor social esta cerrado, pero sigue ofreciendo sus servicios.
Los usuarios recogen ahora de forma transitoria las fiambreras en la sede de Rauxa, en la cercana calle doctor Rizal. Lo hacen por turnos entre las 18 y las 21 horas, para evitar aglomeraciones y molestias a los vecinos. La asociación tiene previsto celebrar en breve una chocolatada popular para celebrar con el barrio su primer cuarto de siglo de existencia. El presupuesto del comedor social es de unos 460.000 euros anuales.

Los riesgos del alcohol
LV
Las subvenciones no cubrían ni de lejos esa cantidad, pero aliviaban la cuesta. El Ayuntamiento insiste en que retiró la subvención porque Rauxa no se presentó al concurso público convocado ad hoc. La asociación replica que desde el año 2000 hubo al menos seis licitaciones y tampoco acudió porque el proyecto se renovaba automáticamente; además, no le comunicaron el concurso con tiempo material para concurrir.
Rauxa tiene recursos para mantener su comedor “tres o cuatro años más”. Habrá nuevos concursos y esta vez no permitirá que el aviso llegue tarde, como dos representantes municipales han admitido en privado, según la oenegé, aunque luego no dieron esa misma versión ante el Síndic de Greuges de la ciudad, que ha avalado el proceder municipal. “Financiación municipal y justicia social” se gritó el viernes ante el Ayuntamiento.