Hubo un tiempo, cuando el automóvil era sinónimo de prosperidad, en el que el paseo de Colom disponía de 14 carriles para coches. Eran los años setenta, cuando las vías básicas que ya había dibujado Ildefons Cerdà en 1859 (Meridiana, Gran Via y Diagonal) eran autopistas que se plantaban en medio de Barcelona. No era culpa del ingeniero de Centelles, pero su Eixample se convirtió en un scalextric idealpara los vehículos de motor. La zona del Moll de la Fusta se renovó con motivo de los Juegos del 92: palmeras, aceras más anchas y un mejor maridaje con el mar. Un cambio radical que incluía un ramal de la flamante ronda Litoral al raso que con el paso de las décadas se ha demostrado una incómoda barrera urbanística. Las reformas de Via Laietana (inaugurada hoy mismo) y de la Rambla (aún en curso, pero finalizada en su tramo marítimo) han evidenciado todavía más el aspecto caduco del waterfront natural de la capital catalana. Sin vida urbana ni comercial y sin apenas usos vecinales. En el 2018 se planeó una reforma para crear un nuevo espacio “de ocio y encuentro”, pero jamás pasó del mundo de las ideas.
Poco se comenta que el paseo de Colom blande una de las aceras más anchas de toda la ciudad. Hasta 15 metros, el doble que el tramo reformado de la Diagonal en la época de Xavier Trias (entre el Cinc d’Oros y Francesc Macià) y cinco metros más que en el paseo de Gràcia, también restaurado bajo mando de CiU para instalar plataforma única en los laterales. No supera, sin embargo, los 30 metros frente al palacio de Pedralbes o los 16 metros de espacio peatonal frente a algunas de las facultades del campus universitario de la Diagonal.

La sección central del paseo de Colom, con la estatua del descubridor al fondo
Llibert Teixido
En cualquier caso, se trata de una acera con un tamaño insólito, casi incómodo para los usos reales de este lugar más de paso que de estancia, más de casualidad que de destino. La cosa, sin embargo tiene una lógica de reparto del espacio: entre las fachadas –un total de 25 inmuebles entre las plazas de Correus y Portal de la Pau– y el mar hay 135 metros de distancia; mucho por distribuir entre lo que antes eran almacenes marítimos o las vías del tren que iban del Morrot a la estación de França, retiradas finalmente a principios de los años ochenta.
Se conoce poco que el paseo de Colom blande una de las aceras más anchas de toda Barcelona
La calzada ha perdido peso, pero sigue manteniendo ocho viales de circulación: tres por ladera y dos centrales (uno por sentido) para el transporte público. El carril bici, una anomalía que demuestra lo ancestral de la calle, está encima de la acera del lado mar. Como elementos que dificultan el cambio de configuración, las palmeras y la barandilla cerámica con tintes de modernismo trasnochado que recorre el paseo de punta a punta. Pero el elemento que más marca el paseo es sin duda la doble altura para salvar la semisoterrada ronda Litoral, cuyo corredor en sentido Besòs asoma la cabeza en la estatua de Colom y vuelve a resguardarse a la altura de Via Laietana, justo debajo de la escultura La cara de Barcelona , obra del artista pop Roy Lichtenstein.

La barandilla cerámica de trencadís contemporáneo
Llibert Teixido
Otro de los handicaps del paseo de Colom es la escasa capilaridad de la arteria para los peatones. En sus 600 metros entre la Rambla y Via Laietana, tan solo hay tres pasos para cruzar a pie: uno en cada extremo y uno en el centro que coincide con la plaza del Duque de Medinaceli, un enclave en el que apenas quedan vecinos y en el que conviven la sede del sindicato CNT, el Registro Civil de Barcelona y el hotel de lujo y club privado Soho House, inaugurado en octubre del 2016. Pero no solo se echa de menos la porosidad; una vez alcanzado el balcón, donde por estas fechas el calor podría matar a un hercúleo dromedario, hay que salvar la ronda Litoral a través de dos puentes con pasarela de caracol. El viaje termina junto al agua, sin bancos ni restaurantes. La nada.

Imagen virtual del proyecto presentado en el 2018
LV
Por el camino hay elementos que vale la pena reseñar. La explanada que cubre media ronda Litoral, más allá de la ausencia de sombra y naturaleza (la presencia de la autopista urbana por debajo no da para muchas raíces), apenas tiene elementos que seduzcan a propios o a extraños. Dos inmensas paradas del Bicing, algunos bancos, un diminuto parque infantil sin sombra y la gamba de 10 metros de porexpan y poliéster ignífugo que Javier Mariscal diseñó para adornar el restaurante Gambrinus, desaparecido antes del salto de siglo.
La gamba de Mariscal es el único elemento que recuerda el sueño olímpico de un Moll de la Fusta de oro
No ha sido este un lento declive porque el Moll de la Fusta nunca terminó de despuntar, pero la zona pasaba desapercibida con la zona sur de la Rambla, abigarrada y desordenada, y con la Via Laietana, la calle más neoyorquina y menos amable de Ciutat Vella. Una vez reformadas las dos arterias que desembocan en Catalunya y Urquinaona, plazas que piden a gritos sendas transformaciones, el paseo marítimo exhibe ahora sus carencias como nunca antes en la historia moderna.
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Tampoco el comercio y la restauración del paseo han sido capaces de atraer público local o forastero. Hay tres supermercados, una tienda de souvenirs, media docena de restaurantes y dos hoteles de alto copete. Pero lo que quizás más marca la avenida sea la presencia de dependencias castrenses: el edificio de capitanía general (en el número 14) o la sede del Gobierno Militar, en el 25, esquina Portal de la Pau. Como dato subjetivo y más bien poco científico, si las flores indican vida vecinal, solo tres edificios tienen plantas en los balcones. Basta con ver las porterías para darse cuenta de que hay volquetes de pisos turísticos en el paseo de Colom.
La calle, en el caso de que el Ayuntamiento decida en algún momento reformarla, no tendrá mucho margen de retoque en la calzada. Los conductores que no sean vecinos o transportistas, además de los que vayan a los aparcamientos, ya no podrán subir por la Rambla o Via Laietana, con lo que el Moll de la Fusta se convertirá en repartidor de tráfico para ir hacia el Paral·lel o el paseo de Picasso, las vías destinadas a repartir el tráfico de mar a montaña. Pero sí se pueden cambiar cosas en las vetustas laderas.
El proyecto municipal que jamás vio la luz incluía una zona para patinetes y un área de sombra de 1.200 m2
El Ayuntamiento presentó un plan en noviembre del 2018 –un momento en el que los manteros hacían suya la acera– con objeto de revitalizar el balcón que cubre la mitad de la ronda Litoral. Contemplaba una inversión de unos 2,4 millones de euros y lo presentó la teniente de alcalde de Urbanismo Janet Sanz. Se vendió como un espacio “de ocio y encuentro vecinal” para el Gòtic y la zona sur del Raval. Se creaban cinco nuevos espacios, entre ellos, un circuito de patinetes de rueda pequeña y el denominado Jardín de Medinacelli, una continuación vegetal de la plaza homónima que incluía dos pistas de petanca y una zona para el intercambio de libros. También una extensa zona de nuevos bancos y un umbráculo de 1.200 m2cubierto por una malla de acero inoxidable y una altura de unos cinco metros.