A Roberto le parece «una verdadera pena la decisión de la familia ya que la obra del maestro Quino está indisolublemente ligada a Ediciones de la Flor«. Alejandro considera que «detrás de cada gran autor, hay un editor que se arriesga». Débora les agradece porque «probablemente son el primer nombre de una editorial que aprendí: Ediciones de la Flor». Y María Ana considera que «las ediciones que valen y que Quino eligió son las De la Flor«. Pocas horas después de que se anunciara que Ediciones de la Flor no seguirá publicando la obra de Quino, un millar de comentarios en redes sociales dejaron en claro que el tema es más que una decisión empresarial.
«Desde mañana, 1 de julio 2025, Ediciones de la Flor dejará de publicar los libros de Quino, el emblemático autor de nuestro sello. Lamentamos que, por decisión de sus sobrinos herederos, no podemos continuar cuidando su obra como lo hemos hecho desde que nos eligió como su casa, hace más de medio siglo. De todas formas, tenemos la certeza de que la historia mantendrá indisolublemente unidos nuestros nombres, como hasta ahora», publicó la editorial, que dirige Ana María “Kuki” Miler desde que su expareja Daniel Divinsky, fundador con ella de la empresa en 1966, se retiró de la sociedad.
Divinsky y Miler conocieron a Quino en la librería de Jorge Álvarez (que ya había publicado las primeras cinco Mafaldas) y tiempo después, en 1970, se volvieron sus editores, luego de un traspié para cobrar los derechos por sus dibujos.
«Quino era familia para mí»
«Muy duro», dice a Clarín “Kuki” Miler esta noche. «Quino era familia para mí y si yo seguía publicando libros era por respetar una promesa que le hice cuando me dijo ‘La Flor va a dejar de publicarme cuando vos lo digas’». La decisión de los sobrinos de reunir toda la edición en el grupo Penguin Random House es, además de una deslealtad, un golpe a Ediciones de la Flor, en un momento muy difícil para el mundo del libro.

Los cinco herederos de Quino tras la muerte de Julieta Colombo, a quien él le legó de por vida el manejo de su obra, no cuestionan el trabajo de edición realizado por De la Flor. El objetivo tal vez sea otro: ampliar la difusión de las creaciones de su tío. Ampliar incluso aunque eso contradiga los criterios y cuidados del tío. Ampliar y ampliar.
«Cuando Quino muere, deja en su testamento como legataria de toda su obra (el manejo y el usufructo) de por vida a Julieta Colombo (sobrina de Alicia, su esposa) que llevaba trabajando con Quino muchísimos años y conocía como nadie todo lo realizado, además de manejar los originales y archivos. A los dos años y medio, dolorosa e inesperadamente muere Julieta y todo queda en manos de los sobrinos de Quino, que por ser sus herederos son los propietarios de los derechos. Pero la que realmente sabía qué quería Quino y que permitía o no hacer con su obra en los más variados usos, era Julieta», recuerda Miler.
Miler cuenta que los sobrinos siempre estuvieron cerca afectivamente, pero sin ninguna intervención en lo relativo a su trabajo. «Supongo que por lo mismo han tomado decisiones contrarias a las que nuestro admirado y emblemático autor decidió y nunca cambió. Julieta tampoco, porque precisamente por tener las líneas trazadas por Quino directas, concretas, seguidas siempre al pie de la letra, es que él le dejó la responsabilidad a ella de continuar manejando todo», agrega.

En medio siglo de amistad y trabajo, Ediciones De la Flor publicó alrededor de 60 títulos de Quino. «Hoy en stock 56, algunos quedaron en el camino. Le costaba cambiar lo que había salido de entrada. Era muy exigente en cuanto a no hacer modificaciones en texto ni dibujos, aunque con el tiempo algunos no le gustaban tantos. No quería ninguna diagramación que por cambio de ubicación o corte en páginas de los dibujos o textos pudiera dar lugar a una interpretación confusa. Nunca quiso ponerle color a sus dibujos, él decía que él dibujaba en blanco y negro y no usaba color. Me llevó como mínimo 10 años hasta conseguir que aceptara ponerle color a las tapas de los nuevos libros de humor. En síntesis: muy minucioso, exigente y «terco» (esto lo dije delante de él en una reunión con público, y sonriendo con picardía, asintió con la cabeza)», rememora.
Incluso alejado de De la Flor, Divinsky será siempre sinónimo de esa editorial y también de dos autores inolvidables a los que acompañó como editor: Roberto Fontanarrosa es uno de ellos. Quino es el otro. De este alguna vez contó: «Era un humanista preocupado por cuestiones filosóficas, el destino de la Humanidad era el centro de sus preocupaciones».
Mafalda y su universo
Sobre cómo daba vida a Mafalda y su universo, reveló en otra ocasión: «Quino viajaba en transporte público y anotaba, en una libretita, frases que escuchaba de la gente«. Y sobre su mirada del mundo, dijo: «Era un hombre muy comprometido políticamente; se crió en un hogar de republicanos españoles donde eran comunistas, tenía una tía comunista que vendía bonos de la tan famosa campaña financiera de ese partido para recaudar fondos hace muchos años. Nunca militó en ningún partido político, obviamente siempre fue un tipo absolutamente democrático».

También Kuki Miller fue una editora presente. Y una amiga: «Tuvimos una amistad muy profunda, muy íntima, que se fue acrecentando y haciendo muy familiar. De toda la gente que ha pasado por aquí, es el autor más genuinamente humilde y modesto. No se la creyó nunca”, contó hace años sobre Quino.
A Ximena la noticia la apena: «¡Qué tristeza! Quino es Ediciones de la Flor. Gracias por tantos años de compañía, lucidad y felicidad», anotó. Daniel considera que «no ha sido una buena decisión la de los sobrinos». Y Juan Manuel valora el trabajo de edición realizado todas estas décadas: «Excelentes editores, de una obra tan compleja e incómoda para cualquier editorial que no sea De La Flor».