El primero de los pecados capitales es la soberbia, que el catecismo católico define como “el amor desordenado a uno mismo”. De los gestos y actos de Donald Trump, es fácil concluir que la soberbia puede contarse entre sus defectos. Tal vez fue eso lo que hizo que, en marzo de este año, se viralizara la queja por el retrato que le representa en el Capitolio de Colorado, el órgano de gobierno de dicho Estado. Desde 2019, el rostro de Trump —como el del resto de presidentes de EE.UU.— decoraba las paredes del edificio. La obra, firmada por Sarah Boardman —que también pintó a Obama o a Bush hijo—, fue un asunto local hasta que Trump, seis años después, lo descubrió como una afrenta.
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