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jueves, julio 3, 2025

Jayne Mansfield, del ícono sexual al impactante secreto que revela su hija, Mariska Hargitay

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Diosa curvilínea de los años dorados de Hollywood, su carrera fue tan breve como intensa. El nombre de Jane Mansfield es sinónimo de vorágine y pasión; de exposición extrema y de una vida vivida al límite. Pero si creíamos que sabíamos todo, estábamos muy equivocados.

Su hija, Mariska Hargitay -la genial Olivia Benson de La ley y el orden UVE, debutó como directora con un documental que no sólo explora la difícil relación que mantuvo con el recuerdo de su madre, que murió trágicamente cuando ella tenía 3 años, sino que suma detalles desconocidos sobre su propia vida.

Sí, en «Mi mamá Jane» («My Mom Jane»), que se estrenó por HBO Max, la actriz se propone redescubrir en profundidad quién fue la mujer que se escondía tras la máscara de «rubia tonta» y, al mismo tiempo, sanar su vínculo al conectar con su verdadera identidad.

En este sentido, como parte del documental, Mariska Hargitay devela un secreto que mantuvo durante casi cuatro décadas.

Allí, la protagonista y productora de la serie que va por 26° temporada, relató que cuando tenía 21 años, vio una fotografía de su madre junto al cantante italiano Nelson Sardelli y, al observar al hombre, comprendió que él era su padre biológico. Y no Miklós Hargitay, como había creído hasta ese momento.

Jane Mansfield, la protagonista

«Nunca estaré satisfecha. Para mí, la vida es una búsqueda constante de superación»

Sabemos que Jayne Mansfield tuvo de todo, pero en dosis exageradas. Al borde de lo inverosímil, su historia es una mezcla en dosis casi perfectas de belleza extrema, amores prohibidos, glamour al máximo, magia negra y una desaparición dramática.

Pero una vida tan potente, con los ingredientes justos para convertirse en leyenda, sólo puede invocar una cruel paradoja. Y es que hasta hoy, de su vida, lo que más se recuerda es su muerte.

Es que en apenas poco más de una década, una sucesión de escándalos, comedias livianas y excesos, Jane Mansfield logró ubicarse en el primer puesto de un olimpo mediático feroz que siempre le exigía dar un nuevo paso. Un universo de lujo y misterio que le dio mucho. Pero le quitó aún más.

La vida de Jayne Mansfield fue una mezcla en dosis casi perfectas de belleza extrema, amores prohibidos, glamour al máximo, magia negra y una desaparición dramática. Foto: AFP
La vida de Jayne Mansfield fue una mezcla en dosis casi perfectas de belleza extrema, amores prohibidos, glamour al máximo, magia negra y una desaparición dramática. Foto: AFP

Como estrategia, siempre quiso mantenerse a la sombra de Marilyn Monroe, creyó poder manejar la fama de mujer sexy y poco inteligente que la había llevado a la cima. Lamentablemente, no lo logró.

El inicio

«Buen día, mi nombre es Jayne Mansfield y quiero ser estrella de cine»

Su verdadero nombre era Vera Jayne Palmer; nació en Pensilvania el 19 de abril de 1933. Casi como un designio del destino, su primer encuentro con la muerte ocurrió cuando tenía poco más de dos años. Y en un auto.

Mientras manejaba, su padre tuvo un infarto y murió frente a ella y su madre, que sobrevivieron al accidente de milagro.

Tres años más tarde, junto al nuevo esposo de su mamá, se mudó a Dallas. Un lugar al que siempre reconoció pequeño y chato; un peldaño roto en la escalera que la llevaría a cumplir sus sueños de grandeza.

Brillante -su coeficiente intelectual era de 163, hablaba cinco idiomas y tocaba el piano, el violín y la viola-, ni siquiera la maternidad pudo poner fin a su deseo. Nunca dejó de tomar clases de teatro y música.

A los 16 se casó con Paul Mansfield -adoptó este apellido «porque era más cinematográfico» que el suyo-, un vecino cinco años mayor que representaba la posibilidad de salir de los límites de su familia, que no veía con buenos ojos su ilimitada ambición.

Así, junto a su primer esposo y su pequeña hija, Jayne Marie Mansfield, se mudó a California. Y se tiñó de rubio.

«Buen día, mi nombre es Jayne Mansfield y quiero ser estrella de cine», cuentan que dijo. Del otro lado de la línea la escuchaba una secretaria de la Paramount. La notaron tan segura que a la semana ya tenía un lugar en el casting de turno.

Jayne Mansfield era brillante y sabía que quería ser famosa. Foto: AFPJayne Mansfield era brillante y sabía que quería ser famosa. Foto: AFP

Era para interpretar a Juana de Arco. Por supuesto, su voluptuosidad, su estilo y los prejuicios de la época la descartaron de inmediato para el papel. Pero su camino empezaba a trazarse.

El mito erótico

«Tengo los pechos más grandes de Hollywood, quiero que me conviertas en estrella de cine»

Víspera de la Nochebuena de 1954. Con el plan de convertirse en mito erótico, Jayne contactó a Jim Byron, uno de los mejores publicistas de la época.

El mensaje no dejó lugar a dudas: “Tengo los pechos más grandes de Hollywood, quiero que me conviertas en estrella de cine”.

Sus exuberantes 116-60-90, su abundante cabellera rubia y una sonrisa de estudiada ingenuidad se convirtieron en el combo ideal para la osada estrategia que ideó el representante. El empujón a la fama que ella necesitaba.

Todo se dio durante la presentación de Underwater!, un film de 1955 protagonizado por Jane Russell. Acorde al título, el evento se desarrollaba alrededor de una piscina. Y allí apareció ella, la impactante Jayne Mansfield, con un diminuto bikini.

Al tirarse al agua, el soutien se desabrochó y la rubia salió, sin ningún tipo de vergüenza, en topless. Los flashes de los fotógrafos fueron directamente hacia ella. Y acá es válida una aclaración: no aparecía ni de casualidad en la película.

La «otra» Marilyn Monroe

«Me gusta ser una pin-up»

A partir de ese preciso instante comenzó su carrera en la pantalla grande. Fueron 25 películas, la primera en 1955 y la última se estrenó en el ’67, el año en que murió.

Sabía que sus curvas eran su gran carta de presentación y nunca renegó de ellas. «Me gusta ser una pin-up, no tiene nada de malo», aseguraba.

Pero siempre esperó más, estaba convencida de que sólo sería el primer paso para poder demostrar todo su talento.

Sin embargo, a pesar de su sólida formación, lo único que querían de ella era que actuara de rubia sexy y medio tonta.

La comparación estuvo siempre latente. Es que Jayne Mansfield fue ideada y presentada como «la otra Marilyn Monroe», la Marilyn del lado B. Una versión exasperada y llevada al límite de la gran sex symbol del siglo XX.

Jayne siempre quedó relegada a un segundo puesto. Incluso, los estudios le ofrecían los papeles que Monroe se negaba a realizar. Pero ni eso fue suficiente para poder sobresalir y afianzarse como una verdadera estrella.

Su carrera navegó entre comedias livianas, el «mérito» de haber sido la primera actriz norteamericana que apareció desnuda en una película en 1963 y decenas de tapas y producciones en Playboy.

Jayne Mansfield fue ideada y presentada como Jayne Mansfield fue ideada y presentada como «la otra Marilyn Monroe». Foto: AFP

El propio Hugh Heffner la definió como “el mejor clon de Marilyn Monroe de todos los que había conocido”.

La pelea entre las rubias, tenaz como pocas, trascendió pantallas y sets de filmación. En The Kennedys in Hollywood, cuenta Lawrence J. Quirk que -¿sólo para imitar a su contrincante?- Jayne y John F. Kennedy tuvieron algunos encuentros sexuales.

La actriz, haciendo gala de una escasa discreción, solía comentar a quien quisiera escucharla, que el presidente no era precisamente un virtuoso entre las sábanas. “Y una vez que ha terminado, ha terminado; es como si ya no existieras”, relata el libro.

La familia

«Es la sensación más maravillosa del mundo, sabiendo que eres amado y querido»

Su vida personal era tanto o más vertiginosa que su carrera de actriz. Separada de su primer marido, con varios amantes conocidos (y no tanto), en 1958 se encontró con Miklós «Mickey» Hargitay, un musculoso Mr. Universo que participaba de un show en Broadway.

El flechazo fue inmediato. Se casaron a los pocos meses en una boda en la que hubo más prensa y curiosos que invitados de los novios.

La pareja vivía en una mansión acorde al glamour exigido. En el 10100 de Sunset Boulevard, «Pink Palace» fue remodelada a pleno por Mansfield.

Todo era una gran fantasía de color rosa. Completamente alfombrada, con paredes acolchadas y forradas en cuero, el detalle que más impactaba era una enorme piscina en forma de corazón con la frase «I Love You Jaynie» estampada en el fondo.

En 1958, Jayne Mansfield se encontró con Miklós En 1958, Jayne Mansfield se encontró con Miklós «Mickey» Hargitay: fue amor a primera vista. Foto: Archivo

A lo largo de sus seis años de matrimonio tuvieron tres hijos, Miklós, Zoltan y Mariska, de quien ahora se conoce la verdad.

En ese entonces, Mansfield decidió retirarse un tiempo para cuidar a sus niños. Fox, la compañía que la tenía contratada nunca se lo perdonó y la despidió. Ese fue el comienzo del fin.

Satanismo, excesos y decadencia

“Si vas a hacer algo malo, hazlo a lo grande, porque el castigo será el mismo”

Los años ’60 no le sentaron bien a Jayne Mansfield. El mundo estaba cambiando, el feminismo asomaba a paso firme en el horizonte y un nuevo patrón de belleza se imponía.

Las rubias sexys cayeron en desgracia; las mujeres ahora eran lánguidas, distantes y mucho menos explícitas. Ese mismo cuerpo que le había hecho acariciar el éxito era ahora su condena.

Resistiendo a toda costa los embates del olvido, se aferró con uñas y dientes a los escándalos. Era la única manera que encontró para seguir vigente.

Divorciada de Tony Cimber -un guionista con el que convivió poco más de un año y tuvo a su quinto hijo- y siempre a la espera de un llamado que le permitiera mostrar su talento, la estocada final llegó de la mano de su última pareja.

Sam Brody era su abogado, estaba casado con una mujer discapacitada y tenía dos hijos. Fue una relación cuestionada -y cuestionable- desde el inicio. Él la encontró vulnerable y se aprovechó, la empujó al alcohol y al LSD. Sumó caos a una vida ya de por sí caótica.

Y en medio de ese descontrol conoció a un nuevo y macabro personaje que marcaría sus últimos días: Anton LaVey. Era 1966.

El​ líder de la Iglesia de Satán -autor de la Biblia Satánica y autoproclamado Papa Negro– era una estrella mediática que fomentaba los placeres terrenales con pomposos rituales de magia negra en una época en la que lo esotérico y el ocultismo estaban de moda.

El escándalo volvió a jugarle en contra. Las fotos formando parte del culto la marcaron como adoradora del demonio. Incluso, aseguran, ahí se encuentra el origen de la maldición.

Para algunos, la actriz y el tenebroso médium tuvieron una aventura que terminó mal; para otros, durante una visita a casa de LaVey, Sam Brody, se rio de su anfitrión encendiendo unas velas que, aparentemente, eran sagradas.

Esto, cuentan los corrillos de Hollywood, enloqueció al satanista que aseguró que Brody llevaría una maldición de por vida y que, si seguía junto a él, también afectaría a la propia Mansfield. Pocos lo tomaron en serio, pero los hechos lo confirmaron.

​Creer o reventar, pocos días después y durante una visita a un zoológico, el pequeño Zoltan, uno de los hijos de Jayne, fue atacado por un león. Casi inexplicablemente, según los testigos, el pequeño logró salvarse.

Jayne Mansfield durante una presentación en el Festival de Cannes. Foto: AFPJayne Mansfield durante una presentación en el Festival de Cannes. Foto: AFP

En los meses siguientes, otras desgracias ensombrecieron la vida de Jayne Mansfield. Aunque con menos de extraña maldición y más de cruda realidad, la estrella sufrió el robo de algunas sus joyas y fue acusada de evasión de impuestos. Pero lo peor estaba por llegar.

El final… O el nacimiento de una leyenda

Era la noche del 29 de junio del 67. Jayne había terminado un show en Biloxi, Misisipi, e iba camino a Nueva Orleans a cumplir otro compromiso en un club nocturno.

En el asiento delantero van el chofer, Jayne Mansfield y su pareja, Sam Brody. En el de atrás, duermen Miklós, Zoltan y Mariska, los tres de los hijos de la actriz.

Al mismo tiempo, muy lejos de allí, Anton LaVey recorta cuidadosamente con una tijera una foto suya que había salido en una revista. Al dar vuelta la imagen ve que en la parte de atrás había una foto de la actriz… A la que le había cortado la cabeza.

El viaje continúa. Todos duermen menos el conductor. Una nube de insecticida recién rociado en la autopista US 90 nubla casi completamente la visibilidad.

De pronto, un camión detenido. El chofer no logra esquivarlo. El choque es frontal. El Buick Electra 225 modelo ’66 queda destruido. Los tres adultos mueren en el acto; los niños, otra vez, milagrosamente salieron ilesos.

Los rumores explotaron: a los 34 años Jayne Mansfield había muerto decapitada en un accidente.

En realidad no fue así y la autopsia se encargó de desmentirlo, aunque pocos lo creyeron y la leyenda se afianzó. Lo cierto es que con el impacto su peluca salió volando ensangrentada. Y eso confundió, en un principio, a la Policía.

Pero el mito ya había nacido. Y Jayne Mansfield, la increíble protagonista de una vida de película, sería, siempre, más recordada por su muerte.

Tendencia en Google

El documental sobre Jayne Mansfield, estrenado de manera reciente, generó repercusión durante las últimas horas. En Argentina, los usuarios recurrieron a Google con la intención de informarse acerca del tema.

La repercusión del estreno del documental de la actriz Jayne Mansfield, reflejada en la sección de La repercusión del estreno del documental de la actriz Jayne Mansfield, reflejada en la sección de «tendencias» de Google. Foto: captura.

Por lo tanto, a raíz de las búsquedas en Google sobre el tema en cuestión, el nombre de la artista estadounidense se volvió tendencia en esta plataforma.

Redacción

Fuente: Leer artículo original

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Sugerimos leer la fuente y ampliar con el link de arriba para acceder al origen de la nota.

 

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