Periodista rigurosa, frontal, empática y con un timing quirúrgico para explicar lo complejo, Carolina Amoroso (39) siempre imaginó su destino profesional con claridad: independencia, autonomía, pasión por contar el mundo. Desde joven tuvo una brújula orientada al trabajo, la pasión por su vocación, a esa intensidad que la llevó a cubrir guerras, elecciones y rutas migratorias, sin medir cansancio ni horarios.
En ese universo no había espacio para la idea de ser madre. “Mi aspiracional era otro”, admite. Pero la llegada de sus sobrinas –y ese amor que la desbordó sin aviso– encendió una llama silenciosa: el deseo de maternar, primero desde el juego, después desde lo profundo.
Hoy embarazada de siete meses y casada con el músico Guido Covini –38; su compañero de ruta, de cuidados y de decisiones–, la periodista narra su viaje más íntimo, atravesada por el amor y la transformación. Atrás quedaron ciertas corazas, la “Caro cínica” –tal como se define mirando hacia atrás– que decía “eso no es para mí” y las defensas que venían con el chip de la autosuficiencia.

Ahora, entre noticieros (está al frente del streaming diario de Infobae y en Está Pasando y TN Internacional, en TN, de lunes a sábados), suplementos de hierro, la preparación del cuarto de su bebé y un baby shower en marcha, Amoroso reflexiona sobre ese amor que la impulsó a vivir la vida, los miedos y el vértigo de dejarse habitar por una nueva versión de sí misma.
Mientras la retocan para esta producción intimista en el estudio de Atlántida, la periodista profundiza en cómo fue su evolución de pensar más en realizarse profesionalmente –tal como lo consumó– a escucharse y abrazar la idea de ser familia gracias al amor genuino, comprensivo y no avasallante de su esposo desde abril de 2024. En esta nota, también cuenta cómo conviven la Caro madre con la perfeccionista contadora de historias.

Caro Amoroso y la aparición de “la cuota de romanticismo que había resignado”
–¿Nunca habías querido ser madre antes?
–Tal vez lo pensé en alguna circunstancia, pero no lo veía como un objetivo claro. Yo me proyectaba como una mujer activa, libre, profesional. Pero con el tiempo y ese amor hacia mis sobrinas, algo empezó a despertar. Fue como un ensayo de maternar desde un lugar más cómodo, el de la tía que malcría. Cuando conocí a mi pareja, con 37 años, todo se aceleró.
–Ya lo has contado, pero ¿cómo fue ese encuentro?
–Nos conocimos por Instagram. Él me había visto en una cobertura en Ucrania y me escribió con mucho respeto, haciendo alusión a mi trabajo. Yo no vi el mensaje en su momento, pero después, scrolleando entre solicitudes, lo encontré.
Me llamó la atención su perfil, y empezamos a hablar. Estuvimos meses hablando a la distancia hasta que, en enero, nos vimos y no nos separamos más. Nuestra primera cita fue cerca de mi casa, en Núñez, en un lugar improvisado. Me sentí muy contenida y escuchada desde el primer momento.

–¿Cuánto tiempo estuvieron juntos antes de casarse?
–Un año y cuatro meses. Fue un flashazo. Muy pronto me propuso casamiento en un show. Fue uno de los días más soñados de mi vida. Me di cuenta de que esa cuota de magia, de romanticismo que había resignado, existía. Yo le metía toda mi libido a la carrera, pero creo que había un deseo reprimido de vivir algo así.
–¿Sentís que habías puesto una armadura?
–Sí, era un mecanismo de defensa. No me animaba a decir que deseaba profundamente ese amor. Él nunca especuló con sus sentimientos, los puso sobre la mesa desde el principio. Y eso me desarmó. Y hoy estamos esperando a nuestro bebé.
–¿Cómo viven este embarazo juntos?
–Con mucho trabajo, pero con una red de contención enorme. Yo estoy trabajando seis días por semana, y él cuida de mí en todo. Desde prever comidas hasta asegurarse de que no falte el suplemento de hierro. Es un compañero en todo. No es que «colabora»; estamos embarcados juntos.

–¿Cómo se acopla él a tu ritmo laboral?
–Él me conoció haciendo mi trabajo. Me vio en acción, y creo que entendió la naturaleza de lo que hago. No solo le interesa, sino que le ve propósito. Y eso es clave. Porque este medio te exige mucho, te perdés cumpleaños, cenas, de todo. Y él lo entiende. Tampoco hubo celos ni conflictos por eso.
–¿Y vos lo acompañás a sus shows?
–Trato de acompañarlo siempre. Últimamente menos, por la panza y el trabajo. Pero me gusta estar ahí. El 21 de junio fue el último show al que lo acompañé con pancita.
Entre su plan de licencia y el cinismo que dejó atrás
–¿Ya tenés pensado un plan de licencia, al menos un fade out?
–Sí, un «fade out» y un «fade in». Pienso tomarme unas semanas antes del parto para prepararme psicológicamente. Mi trabajo es muy hacia afuera, muy mental. Necesito bajar, pasar el umbral, estar presente y tener la casa lista como quiero para recibirlo.
Ya tenemos el cuarto armado, una chica divina me regaló un mural temático con animales de la selva. Me genera mucha ilusión. Estoy cumpliendo con todos los clichés que antes no pensaba que iba a cumplir. Hasta tengo baby shower, que me lo están organizando mis amigas.

–La Caro cínica de antes, ¿qué diría de esto?
–Se reiría. Pero también me diría que sea feliz. Muchas veces criticamos lo que nos da miedo. La transformación que trae la maternidad da miedo, y la armadura era una defensa.
De dar a luz en el mundo que vivimos, a las ansiedades y el debate por el nombre de su pequeño en camino
–¿Qué te genera traer un hijo al mundo hoy?
–Es un mundo convulsionado. Del que en los últimos años me tocó ver su cara más cruel. Pero sueño con criar un hijo con conciencia, con propósito, que tenga ganas de dar algo desde el lugar que quiera y que desee. Pero no quiero que le resulte indiferente el mundo.
Y obviamente quiero criar a un hijo que sea profundamente feliz pero lo que más le deseo es que encuentre su propósito, porque eso termina alineando todo lo demás. Las personas más plenas que conozco no son las más felices, sino las que saben para qué hacen lo que hacen.
–¿No es fácil en este momento decidir ser madre, no?
–Es cierto que no, pero al mismo tiempo, para mí fue muy fácil en el sentido de que me pasó desde lo nuclear. Desde lo más íntimo, fue tener la sensación de que, así como nos contenemos, venimos a sumar a una persona.

–¿Tenés ansiedades sobre la maternidad?
–Muchísimas. Ansiedad por traducir el llanto, entender lo que necesita. Es un arte que se aprende haciendo. No hay tutorial para esto. Y para alguien como yo, que quiere controlar todo, eso es desafiante.
–¿Sos de las que escribe una suerte de “diario de embarazo”?
–Aún no lo hice pero estoy por empezar un diario para registrar este proceso. De hecho, me regalaron un cuaderno de maternidad y me parece muy lindo.
–¿Pensaste en el tipo de educación que querés darle o es demasiado pronto como para tenerlo en mente?
–Tengo sugerencias, pero nada cerrado. Me imagino una red de ayuda, sin dudas. Y también me imagino regresando a mi actividad laboral con ese sostén.
–¿Y ya tienen nombre decidido?
–Te cuento que hay un debate por el nombre, tenemos tres finalistas pero aún no está definido. Con Guido coincidimos bastante pero, como tenemos la familia ampliada, hay otros jurados que se sumaron. Todo indica que muy pronto ya lo tendremos elegido.

¿Cómo convive la Caro embarazada con la pantalla?: humor, “honestidad con el público” y espontaneidad
–¿Cómo viviste la transformación de tu cuerpo?
–Con mucha alegría. Presumo mi panza. Tengo 39, cumplo 40 este año. Algunas inseguridades ya quedaron atrás. No vivo el embarazo con obsesiones, más bien como un proceso natural. En el primer trimestre tuve mucha somnolencia.
Cuando hacía el noticiero de TN y reemplazaba a Domi (Dominique Metzger), por ejemplo, me dormía en la silla de maquillaje. De hecho, una maquilladora me preguntó si estaba embarazada y se lo negué. Todavía no lo podía decir. Fue un momento de mucho cansancio, pero también de mucha entrega.
–¿Cómo te llevás con la exposición en este contexto?
–Siento que hay un vínculo humano con la audiencia. Si estoy atravesando algo tan transformador, lo lógico es ser honesta. A veces el aire te exige una energía tremenda. El otro día quise hacer una frase larga y no pude tomar aire. Y dije: «Bueno, somos dos ahora». Me lo tomo con humor. La gente lo recibe bien. Me sorprende la sensibilidad de la audiencia, su avidez por conocer nuevas historias.

Caro Amoroso reflexiona sobre el poder de contar historias y revela cómo vivió informar en vivo la condena de Cristina Fernández de Kirchner
–¿Sentís que lograste un equilibrio entre lo profesional y lo humano?
–Creo que hay una necesidad de empatía. Cuando contás historias de la selva del Darién, de Ucrania, de migrantes, la gente conecta desde su propia humanidad. Es como si al descubrir la historia del otro, se descubrieran a sí mismos.
Mi primer libro, Llorarás. Historias del éxodo venezolano, fue sobre eso: la reconstrucción. Si bien es un libro sobre Venezuela, es sobre la condición humana en sí misma. Lo mismo me pasa al cubrir la Argentina. Porque me doy cuenta de que hay procesos que nosotros sentimos que solo nos están sucediendo a nosotros y en realidad forman parte de ciclos de tiempos globales.

–¿Y cómo viviste cubrir la condena a Cristina Kirchner?
–Estaba al aire en TN cuando se conocía la decisión de la Corte. Fue desafiante. Sentís que estás narrando un capítulo de la historia. Una figura muy protagónica, con un nivel de polarización altísimo. Fue impactante. El mensaje es claro: nadie está por encima de la ley. Y hay que avanzar con celeridad y reparación.
–¿Realmente es un precedente para futuros procesos?
–Como funcionamiento, yo creo que marca un precedente. Y es muy importante que, si hay otros procesos en los que haya que avanzar hasta esas instancias, se lo haga con celeridad. Sí en este caso insisto en que es una cuenta pendiente con la sociedad: hay una pena y hay inhabilitación pero después tiene que haber reparación, que tiene que ver con la restitución de fondos.
–¿Creés que esto cambia la narrativa política?
–Creo que puede marcar un cambio. Hay una reconfiguración en curso. Veremos qué rol juegan los gobernadores, qué liderazgos emergen. La Argentina está siempre en ebullición. Lo importante es que los periodistas no trabajemos para tribunas, sino para contar la verdad. Ahí está nuestro verdadero valor.
Fotos: Chris Beliera
Retoque digital: Julieta Scavino
Retoque make up y pelo: Luana Clemente @luani.makeup para @sebastiancorreaestudio
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