Bajo la crueldad de la interminable dictadura franquista, ser rotario era sinónimo de masón, lo cual significaba cuando menos convertirse en perseguible. Antes de la guerra incivil el Rotary era un club de hombres influyentes y destacados. Baste citar algún que otro miembro sorprendente que había sido rotario: Nicolás Franco Bahamonde, pues sí, el hermano del general Francisco Franco presidía en 1935 el Rotary de Valencia; y Miguel Mateu Pla, alcalde de Barcelona desde 1939 hasta 1945 y franquista destacado.
Se puede sospechar que el cambio brutal fue provocado por aquella guerra entre hermanos; pues no. Los católicos muy conservadores y extremistas ya denunciaban en tiempos republicanos la “peligrosa” militancia rotaria.
Había sido fundado a principios de 1922 en Barcelona y fue el tercero del continente
Sirva de ejemplo la labor denunciadora ejercida por el periodista Manuel Brunet, un monaguillo comparado con el látigo terrible del cura Tusquets, que dirigía con mano dura en 1934 su curiosa revistilla Quaderns d’informació y en la que denunciaba en cada número y de tres en tres a masones, rotarios y ateos.
El hecho de que incluyera a Josep M. de Sagarra me llevó a preguntarle en los años 50 qué era ser rotario; el poeta lo sintetizó de esta guisa: “És un club d’amistat que es reuneix regularment a dinar; i quan viatges a l’estranger et conviden a menjar a la seu de l’entitat”.

Casals ( primera fila de pie, centro), entre el pianista Marshall y Soldevila y tras Sagarra
PÉREZ DE ROZAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA
El acto fundacional había tenido lugar en Chicago durante 1905 por iniciativa de Paul H. Harrys.
El de Madrid pasó a ser en 1921 el primero de Europa. El 17 de enero del año siguiente se creó el de Barcelona, que fue el tercero del continente; se reunía cada martes en el Ritz para almorzar.
Fue en 1928 cuando el envalentonado y pintoresco cardenal Segura, apoyado por los jesuitas, lanzó una campaña para denunciar que los rotarios eran homologables a los francmasones. Tal arrebato no hizo mella ni la menor impresión, cuando menos entonces. Y es que aquella peligrosa etiqueta de signo delictivo fue objeto de persecución implacable bajo el franquismo. Pese a ello, se seguían reuniendo los rotarios barceloneses, pero amparados con no poca discreción y bajo otro nombre ambiguo: “Amigos de los martes”.
En 1968 se barajó autorizar el Rotary en España, a condición de que no ingresara ningún antiguo miembro, exigencia que obviamente fue rechazada. No fue legalizado hasta 1978.
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