La muerte del actor Michael Madsen, recordado por sus papeles en Kill Bill, Reservoir Dogs y otras tantas joyas del cine, conmovió a Hollywood y recorrió el mundo en segundos este jueves. El artista fue encontrado sin vida en su casa de Malibú. Tenía 67 años. Y según el informe policial su fallecimiento se dio por un paro cardíaco. En tanto se descartaron indicios de violencia.
Pero en las últimas horas, un testimonio dejó al descubierto el infierno personal que el actor fetiche de Quentin Tarantino atravesaba en privado.
Perry Wander, su abogado y amigo íntimo durante más de 20 años, fue quien se animó a contar la verdad. “Michael estaba sufriendo las consecuencias del alcoholismo. Había ingresado y salido de rehabilitación en varias ocasiones. Le costaba mantener la sobriedad”, reveló en diálogo con la prensa. Y fue aún más lejos: “No estaba satisfecho con su vida”.
La declaración estremeció. No solo porque confirma los rumores que rodeaban al actor desde hacía tiempo, sino porque pinta con crudeza el retrato de un hombre que, pese a su talento y su fama, no podía encontrar la paz.
Una vida marcada por la pérdida y la adicción
Según contó Wander, los últimos años de Madsen fueron especialmente duros. El golpe más fuerte lo recibió en 2022, cuando su hijo Hudson —fruto de su matrimonio con DeAnna Madsen— se quitó la vida a los 26 años tras un breve paso por el ejército. Desde entonces, todo cambió.
“Michael no volvió a ser el mismo”, aseguró su abogado. “Cargaba una tristeza muy profunda. Intentaba seguir adelante, pero era evidente que ese dolor lo superaba”.
A ese duelo inconmensurable se sumó una separación complicada. En 2024, el actor inició los trámites de divorcio con DeAnna tras 28 años juntos, y la relación terminó en un enfrentamiento judicial.
“Michael sentía que ella lo estaba presionando desde lo legal. Incluso le revocaron el pasaporte en medio de una disputa por la manutención”, contó Wander, sin rodeos. “Yo la culpo a ella por parte de esa presión que él ya no podía soportar”.
El actor que quiso reinventarse
Aunque su imagen pública era la del “chico malo” del cine, Madsen era mucho más. Poeta, escritor, padre de seis hijos y apasionado del cine independiente, en el último tiempo intentaba reenfocar su carrera. Tenía proyectos en marcha —algunos en preproducción— y estaba por lanzar un nuevo libro de poemas titulado Tears for My Father: Outlaw Thoughts and Poems.
“Estaba muy entusiasmado con ese libro”, confió Wander. “Era su forma de sanar, de decir lo que sentía sin tener que dar explicaciones. Porque Michael siempre fue un alma sensible atrapada en un personaje rudo”.
El jueves por la mañana, una llamada al 911 alertó a los servicios de emergencia. Cuando llegaron a su casa de Malibú, ya era tarde. Los paramédicos constataron su muerte a las 8:25. Estaba solo.
El adiós a una leyenda
La familia no emitió declaraciones formales. Solo su hermana Virginia, a través de un comunicado breve, lo despidió con palabras conmovedoras. Y uno de sus hijos, Luke Madsen, fijó en sus posteos destacados de Instagram una vieja postal de él y su padre.
Hoy, mientras el mundo del espectáculo lo llora y sus películas vuelven a ganar protagonismo en las plataformas, sus seres queridos intentan reconstruir las piezas de una historia marcada por la intensidad, el talento… y el dolor.
