En familia, en pareja, en grupos de amigos, en grupos con guías… Móvil en mano y cada vez más pronto, para evitar los atascos que ellos mismos provocan en los pasillos mientras escogen un vaso de plástico con fruta cortada y se hacen una foto. Un zumo, una empanada o una fritura. Otra foto. Una ración de paella o quizás una ostra. Foto segura. This is la Boqueria, el mercado que el año pasado registró más de 23 millones de visitas. El mercado que, coincidiendo con las obras de la Rambla, aborda una reforma que va más allá de la necesaria remodelación física y plantea otro cambio mucho más complejo: la recuperación de la esencia de un mercado que hace años que vive entregado al negocio del turismo.
“Ya solo venimos a comprar a la tripería y a la carnicería… Cuando ellos se jubilen no bajaremos más; esto ya no es lo que era…”, lamentan Neus y Jordi, maestros jubilados, vecinos de Les Corts, hija y yerno de una carnicera que se retiró aquí. Tiran de uno de los pocos carros de la compra que circulan esta mañana por la Boqueria. Cuesta mucho ver carros y aún más ver algún puesto que no tenga, si no todo el mostrador, buena parte de él repleto de productos elaborados y listos para comer. “¡Guapaaaa! ¿Una empanada?”, grita una vendedora a una turista. También ofrece rollos de pollo y pinchos variados.
“Ya solo venimos a comprar a la tripería y a la carnicería; cuando se jubilen, se acabó… esto ha cambiado mucho”
En el número 953, la carnicería Tere, uno de los pocos puestos que quedan sin ningún reclamo para el visitante de paso. Frente al mostrador, clientes que vienen a buscar cabrito, carne de ternera o cordero. Detrás, las hermanas Marta y Tere, la quinta generación de carniceras de la familia. Se han resistido a sacarle partido al turista de Barcelona. No tienen croquetas, ni cuecen sus hamburguesas. “No vamos a bajar nuestro nivel de exigencia; hacer buenos preparados requiere unas mínimas condiciones y eso tiene un precio… no nos compensa”, concluyen. Aguantan con fieles clientes y restaurantes del barrio (que también muchos viven del turismo) satisfechos con su producto. Explican que cuando su madre llevaba el puesto, había 61 carnicerías en la Boqueria, que cuando Tere se incorporó (en 1988) eran 41. ¿Y ahora? “Ahora quedamos cinco”. Sus hijos no va a seguir. Con ellas dos acaba este histórico negocio.

Tere y Marta, la quinta generación de esta carnicería; no tienen productos enfocados al turista
Llibert Teixido
Junto a la carnicería Tere, Laura i Marc Besora (puesto 536). También van por la quinta generación de vendedores de verdura, fruta del país y exótica y hierbas aromáticas. También sirven a restaurantes y también se han resistido a cortar fruta y a vender zumos.
La reforma supone la redistribución de los 180 establecimientos, eliminando puestos y acotando la oferta
Muy distinta es la visión en el puesto 237, Fruits de la terra Ribas. Al frente, Gemma Ribas, que ya no vende fruta a granel. Sus padres, tenían fincas agrícolas y dejaron el mercado Galvany a principios de los setenta porque cerraba en agosto –el barrio quedaba vacío en vacaciones– y la fruta y la verdura se les podría. Se mudaron a La Boqueria, siempre abierto. “Pero este barrio ha cambiado, ya casi no quedan vecinos; y si cambia el barrio, cambia el mercado, aquí solo vienen turistas… se marchitaba el género… teníamos que tirarlo y durante unos años lo pasamos muy mal”, explica Gemma. Hasta que reconvirtieron el puesto: la mitad fruta que cortan en el sótano que tienen bajo el puesto y la otra mitad, empanadas y rollos de pollo o verdura que calientan al momento. Listo para comer (o beber). Como en The Boqueria Chicken, el Mediterranean Food, el Juicy Juice, el Mama Juice Boqueria, el Sprimfruit, el D-Gust, el Mery’s Market y tantos otros.

03 – 07 – 2025 / Barcelona / Mercat de la Boqueria / Foto: Llibert Teixidó
Llibert Teixido

Gemma Ribas reconvirtió la frutería de sus padres; mantiene que se ha adaptado al cambio del barrio
Llibert Teixido
En la parada de Gemma Ribas trabajan diez personas y sí tienen el relevo generacional asegurado. A ellos la reconversión que plantea la dirección del mercado para recuperar la esencia de la Boqueria y con ello, a los barceloneses, no podía irles peor. “Hace un año invertimos 300.000 euros para hacer todo el puesto nuevo y ahora nos dicen que nos van a cambiar de sitio”, explica indignada. El espacio que ocupa será una de las zonas que se ha decidido esponjar, dejar sin puestos… Además, deberá tener un mínimo de 40% de producto fresco y si es una frutería, nada de empanadas.
“La Boqueria puede atender al turismo y mantener el producto tradicional”, mantiene el gerente
“La Boqueria tiene suficiente espacio –1.500 metros líneales de mostrador, frente a los aproximadamente 500 de Sant Antoni o de Santa Caterina– y capacidad como para dar respuesta a la demanda turística ofreciendo más producto tradicional”, asegura Màxim López, gerente del Institut Municipal de Mercats. Insiste en que la Boqueria “sigue siendo el mejor mercado del mundo por la variedad de producto que se puede encontrar, tienen más de 2.000 referencias”, añade.
Lee también
El gerente explica que el trabajo de diagnóstico de la situación ya está hecho y que se está compartiendo con los comerciantes, “para que aporten sus puntos de vista; ellos acabarán decidiendo”. Durante las últimas semanas se han convocado a los vendedores por sectores. “Podrán tener producto elaborado de quinta gama para calentar y vender, pero si el puesto es de bacalao, podrán hacer buñuelos de bacalao, no de otra cosa”, explica Màxim. El nuevo reglamento plantea un mínimo de 40% de producto fresco e inspecciones regulares para asegurar su cumplimiento y sancionar para quien no cumpla.
Sin embargo, explican algunos concesionarios, el actual reglamento ya establece un porcentaje del 50% que pocos cumplen. El nuevo está previsto que se apruebe antes de final de año. No será fácil, la Boqueria cuenta con 180 establecimientos e intereses y negocios muy dispares. Por ejemplo, desde hace años, los puestos enfocados al turismo quieren abrir el domingo. “Y si un concesionario lo pide, hay que votar… por ahora siempre ha salido que no”, cuentan. El objetivo es que el cambio sea visible a partir de 2027. Está previsto reformar toda la fachada de la plaza Gardunya, la cubierta y reformular la distribución de los puestos y su oferta para garantizar la singularidad del mercado histórico de Barcelona. Para ello se ha anunciado una inversión de 12 millones.