La población de Barcelona, según el Instituto Municipal de Estadística, es de 1.732.066 habitantes, 29.519 más que el año pasado. Debiéramos remontarnos a 1985 para obtener una cifra similar. Desde entonces, su número decreció y se estabilizó en torno a las 1.620.000 almas.
Sin embargo, en los últimos tres años se ha producido una eclosión. En solo un trienio ya somos 100.000 barceloneses más entre los censados nacionales y los extranjeros en situación legal o irregular. Un crecimiento espectacular en un breve plazo y, además, no desde la progresión natural, los nacimientos, sino desde una piramidal que no responde a patrones previos y con respuestas ya ensayadas. No debe extrañarnos, por tanto, que aquel eslogan de la Generalitat de “Som 6 milions” haya dejado paso a una Catalunya de ocho millones y quedado obsoleto del todo.

Aspecto de La Rambla de Barcelona durante el verano
David Zorrakino / Europa Press
Hay que redefinir la atención a las personas, la sanidad, la educación, la vivienda…
En paralelo, no olvidemos la confluencia en Barcelona de tres flujos; los residentes, los turistas que nos visitan y quienes aquí acuden a trabajar. Todos in crescendo. Ya éramos una ciudad poblada densa, de las más altas del orbe, y ahora aún lo somos más. El incremento cuantitativo provoca un salto cualitativo y la ciudad densa se torna tensa. Se tensionan las demandas de servicios públicos y se agravan sus déficits a la par de ser perentorios y urgentes en su acometida.
Un mayor vecindario representa más pequeños que necesitan guarderías. El porcentaje de nuestros mayores en el cómputo poblacional crece y más el de aquellos que dejan atrás la tercera edad y se adentran en la cuarta y demasiados de ellos en soledad. Es el éxito, y también el reto, de la sociedad moderna, el sobreenvejecimiento. Se precisan más recursos, asistencia domiciliaria, centros de día o residencias.
Ser más barceloneses es precisar potenciar la atención sanitaria menguante. Es dar respuesta a una demanda galopante de viviendas en una ciudad en la que se reduce la oferta de alquiler por la indefensión e inseguridad de los propietarios que optan por la venta del inmueble, que no ya a su arrendamiento, amén de la inacción pública en su construcción.
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Un centenar de miles de barceloneses más, visto el perfil de una parte significativa de ellos, obliga a multiplicar las acciones formativas para el empleo. Ser más, por otra parte, obliga a mayores servicios de limpieza y de recogida de basuras y a una respuesta de transporte público urbano y de sus entornos de más conectividad, frecuencias de paso y capacidades del sistema. La exigencia de más policía contra la delincuencia y para la convivencia es y será inapelable. El incivismo de proximidad, el vecinal o el de las inmediaciones de tu casa o en tu propia escalera también se disparará.
La población crece, las necesidades aumentan, los déficits de servicios se agravan, las administraciones son limitadas y la superficie de Barcelona es escasa, apenas 100 km2. Se necesitan más recursos, gestionarlos mejor y es preciso ganar en tamaño. Y aquí solo hay una posibilidad: el entorno metropolitano. Es imprescindible la redefinición inmediata de los planes sectoriales en la atención a las personas, sanidad, educación, vivienda, seguridad, movilidad, etcétera. Lo anterior es tan obligado como inexcusable e inaplazable que no debe esperar a que la sociedad se agriete y que la ciudad y sus barrios se deterioren. Somos 100.000 barceloneses más y el gobierno municipal no puede menos que anticiparse y reaccionar a tiempo.