El presidente de Haití recurrió a un polémico recurso para evitar la ingobernabilidad. Clave para entender la crisis.
El presidente de Haití nombra un nuevo gobierno mientras el país se desmorona
En un intento por contener el derrumbe institucional y social que atraviesa Haití, el presidente interino Edgard Leblanc Fils anunció la formación de un nuevo gobierno de transición. La medida, cargada de tensión política, busca evitar que la nación caribeña quede a la deriva, en medio de una crisis de seguridad sin precedentes.
Un país sin control
El país está sumido en el caos. Las bandas armadas controlan zonas estratégicas, el Estado está debilitado y la población vive bajo una amenaza constante. En este contexto, el nuevo primer ministro designado, Garry Conille, asume un desafío monumental: restaurar el orden, aunque su nombramiento ha generado divisiones internas.
La situación es tan crítica que Haití no ha podido realizar elecciones en años. El actual Consejo Presidencial de Transición asumió el poder en abril, tras la renuncia de Ariel Henry, quien gobernaba sin haber sido electo y cuyo liderazgo fue ampliamente cuestionado.
Un gobierno en busca de legitimidad
El gabinete presentado por Conille incluye 14 ministros y dos secretarios de Estado, y deja fuera a varios actores clave del consejo que lidera el proceso político. Esto ha despertado recelos entre las facciones que apoyan el proceso de transición y pone en duda el respaldo del nuevo gobierno.
Aunque Conille prometió transparencia y resultados inmediatos, su propio historial levanta sospechas: ya había ocupado el cargo de primer ministro durante apenas cuatro meses en 2011, y su salida entonces también estuvo marcada por conflictos internos.
La comunidad internacional observa con cautela
Organismos como la ONU y la CARICOM han expresado preocupación por la falta de consenso en la cúpula del poder haitiano. El nuevo gobierno deberá demostrar, en tiempo récord, que puede contener la violencia, retomar el control del Estado y abrir el camino hacia elecciones legítimas.
Mientras tanto, la población sigue esperando respuestas. En Haití, la incertidumbre se ha convertido en norma.