Con más de tres décadas de trayectoria en el tanatorio de Sancho de Ávila, Josep Anton Díaz no solo ha acompañado a miles de familias en momentos difíciles, sino que ha sido un testigo privilegiado de cómo ha evolucionado la forma de despedir a los seres queridos. “El tanatorio es mucho más que un lugar de paso: es donde empieza el duelo”, afirma el responsable de Protocolo de Mémora. Para él, la despedida no debe ser un trámite frío y funcional, sino un acto lleno de sentido y respeto por la vida vivida.
Cuando Díaz empezó a trabajar allí, en 1988, todavía había familias que organizaban la despedida en casa. Con el tiempo, sin embargo, esa costumbre ha desaparecido. “Hoy es impensable. El tanatorio es un espacio práctico y acogedor, donde se respira afecto y donde cada detalle está pensado para que las familias no tengan que preocuparse por nada”, explica.

Josep Anton Díaz, responsable de Protocolo de Mémora
Mémora
Este cambio de mirada ha ido acompañado de una transformación profunda del papel de los tanatorios. Según Díaz, “son, por encima de todo, espacios de encuentro. Lugares donde las familias pueden despedirse con calma, con intimidad y en un entorno acogedor”.
Una de las evoluciones más significativas ha sido la apuesta por las ceremonias personalizadas, pensadas para personas que no se sienten identificadas con una práctica religiosa. Estas empezaron a ofrecerse en Sancho de Ávila hace más de treinta años y hoy son cerca del 50% de los servicios que se realizan en Barcelona. “Es el homenaje más sincero que se puede hacer”, asegura. “Cuando una ceremonia habla de la vida de tu padre o de tu madre, de su forma de ser, te ayuda a empezar el duelo con serenidad”.

Vista exterior del tanatorio
Lucia Meler
Recorrido biográfico
Para diseñar estas ceremonias, el equipo de Mémora se reúne con las familias en entrevistas donde se recoge el recorrido biográfico de la persona, sus aficiones, sus gustos y todo aquello que la hacía única. “Nos reunimos con la familia, escuchamos, recogemos anécdotas, detalles… y a partir de ahí construimos un relato”, explica Díaz. “Muchas veces, cuando termina la ceremonia, la familia nos dice: ‘Nos lo habéis puesto muy fácil, ha sido exactamente como a él le habría gustado’. Para nosotros, esas palabras tienen un gran valor. Significan que les hemos ayudado, que hemos estado a su lado”.
El tanatorio acoge entre cinco y siete ceremonias personalizadas al día, aunque en momentos puntuales han llegado a realizar hasta catorce. Para garantizar la calidad, Mémora cuenta con catorce oficiantes formados en ceremonias laicas y otras diez personas que completan este equipo. Su formación incluye acompañamiento emocional, comunicación, redacción simbólica y oratoria. “También hacemos talleres con psicólogos, profesionales del teatro y expertos en voz”, detalla. “Hay que saber hablar con naturalidad, mirar a los ojos, crear conexión. Pero, sobre todo, hay que tener empatía y respeto. Cada ceremonia es única, como la persona que se va”, subraya.

Instalaciones del tanatorio de Sancho de Ávila
Lucia Meler
Cerca del 50% de las ceremonias que Grupo Mémora realiza en sus tanatorios son laicas y personalizadas
La ceremonia puede enriquecerse con música en directo, fotografías, lecturas, vídeos o elementos simbólicos que evoquen a la persona homenajeada. “Estas ceremonias hablan de la vida, no solo de la muerte”, afirma Díaz. “Cuando se hacen bien, ayudan a empezar el camino del duelo con más calma”.
Presencia de la tecnología
La tecnología también ha contribuido a hacer más personalizables las despedidas. Pueden retransmitirse en directo por streaming, proyectar imágenes o vídeos en las salas y adaptar el espacio según las necesidades de cada familia. Pero, más allá de los recursos técnicos, lo que marca la diferencia es la atención personal. “Nuestro papel es adelantarnos a las necesidades, estar presentes con discreción pero con cercanía. Se trata de acompañar, no de dirigir”, resume.
Ofrecer ceremonias adaptadas a cada situación es clave para garantizar despedidas únicas que honren la memoria de la persona fallecida

El tanatorio de Sancho de Ávila está ubicado en el barrio del Poblenou
Lucia Meler
Para muchas familias, este apoyo humano es fundamental. “En un momento difícil, que te digan que se han sentido acogidos, que no han tenido que preocuparse por nada, es muy importante”, afirma. “Es la mejor recompensa”.
Josep Anton Díaz está convencido de que los tanatorios seguirán siendo el lugar de referencia para despedirse. “Quizás cambie la tecnología, quizás añadamos servicios, pero lo que no cambiará es la esencia: estar ahí para las familias. Cada ceremonia es un último homenaje. Y hacerlo bien puede marcar una gran diferencia”.