La Ferrari roja modelo 348 TB que alguna vez rugió bajo el mando de Carlos Menem no fue solo un auto. Fue ícono, escándalo, leyenda y pieza de colección. La “Feyari”, como el propio expresidente la llamaba con su acento riojano, marcó una época y un debate que atravesó desde los titulares de los medios hasta las sobremesas argentinas: ¿era un regalo personal o un bien del Estado?
Cómo llegó la Ferrari
El vehículo fue obsequiado en 1990 por el empresario italiano Massimo Del Lago, quien buscaba quedarse con la concesión de una autopista en Morón. Menem, amante de los autos deportivos, no tardó en estrenarla: el 3 de enero de 1991 partió desde Olivos rumbo a Pinamar a 190 kilómetros por hora, sin pagar peaje. Ante los cuestionamientos, respondió con desparpajo: “¡La Ferrari es mía, mía!”.
Sin embargo, el escándalo lo obligó a cederla al Estado. Aquel episodio desembocó tiempo después en la sanción de la Ley 25.188, que regula los obsequios a funcionarios públicos.
Siete dueños, muchas anécdotas
Tras pasar a manos estatales, la Ferrari fue rematada por el Banco Ciudad. El primer intento de subasta fracasó por falta de oferentes, pero en una segunda convocatoria fue vendida, aunque no al mediático Jacobo Winograd, quien también había pujado por ella.
El primer comprador fue Jacinto Corrado, ex técnico del club Huracán de Chivilcoy, que la adquirió en 1992 junto a dos socios. Su idea era rifarla, pero nunca lograron concretarlo y la vendieron al año siguiente. Fue entonces cuando la bodega Garbín, de San Rafael (Mendoza), la compró. Allí permaneció casi tres años hasta que fue rifada y cayó en manos de Carlos Villalba, un vecino de Ciudad Evita que vivía en un monoblock. Villalba tampoco quiso conservarla y en 1996 la ofreció en los clasificados de un diario.
El aviso lo vio Herminio Cimino, un empresario metalúrgico italiano de Ramos Mejía y fanático de los autos. La compró sin dudarlo y fue quien más tiempo la tuvo: una década. Bajo su propiedad, la Ferrari participó en eventos de autos clásicos e incluso fue admirada por Michael Schumacher durante el Gran Premio de Fórmula 1 de 1998 en Buenos Aires. Cimino le deseó suerte con una frase memorable: “Con esta máquina vas a ganar”. Y el piloto alemán efectivamente ganó esa carrera.
Con la llegada de la crisis de 2001 y un uso cada vez más esporádico, Cimino la vendió en 2006 a Juan Nápoli, actual presidente del Banco de Valores. Durante su período como dueño, el auto seguía generando revuelo: en una ocasión se cruzó con una manifestación y, lejos de recibir agravios, los manifestantes se acercaron para tomarse fotos con “la Ferrari de Menem”.
En 2013, Nápoli decidió desprenderse del vehículo. Lo adquirió Héctor Méndez, expresidente de la Unión Industrial Argentina, pero el entusiasmo de los años ’90 ya se había diluido. Dos años más tarde, en agosto de 2015, pasó a manos de Aldo y Dahian Rocchini, empresarios vinculados a la firma El Legado y la distribuidora de gas Extragas.
Más que un auto
La Ferrari 348 TB se fabricó entre 1989 y 1992, con un total de 2.859 unidades producidas. El modelo de Menem tenía un motor V8 de 320 caballos de fuerza, capaz de alcanzar los 267 km/h y acelerar de 0 a 100 km/h en solo 5,6 segundos. Sin embargo, lo que la hizo única no fue su potencia, sino su historia: un símbolo de una era de ostentación, velocidad sin límites y una frase que quedó grabada para siempre en la memoria colectiva: “La Ferrari es mía, ¡mía!”.