Mi abuela belga cambió su nombre por el de Pamela. Antes se llamaba Nicole. Le encantaban los sombreros y esperaba que algún día volvieran a estar de moda para ponérselos. Si no, le daba vergüenza. El sombrero le parecía elegante. También el juego de Roger Federer. Le gustaba el tenis y me enseñó a jugar a bádminton.
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