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lunes, julio 14, 2025

De Venecia a José Ignacio: Eduardo Cardozo lleva su aclamada obra «Latente» a Uruguay

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La última edición de la Bienal de Venecia –curada por el brasileño Adriano Pedrosa bajo el lema “Extranjeros por todas partes”– fue el escenario donde el artista uruguayo Eduardo Cardozo llevó su propio taller, literalmente, para levantar en la ciudad de los canales una obra que habla del desarraigo, el encuentro y la amistad, como parte del envío oficial al Pabellón de Uruguay.

Esa misma exposición, titulada Latente, puede visitarse hasta el 7 de septiembre en la Fundación Cervieri Monsuárez de José Ignacio, una apuesta cultural en un balneario que rara vez vibra fuera de la temporada de verano.

“Siempre cargamos nuestra historia al ir a otro lugar”, dice Cardozo (Montevideo, 1965). “Pero también tenemos la responsabilidad de conocer el lugar al que llegamos. No se trata solo de que nos reciban; también de tener curiosidad por el otro”.

Con esto en mente, el artista trasladó a Venecia, en 2024, tres paredes de su taller en el barrio Cordón de Montevideo, mediante la técnica del stacco, que suele usarse para transportar murales.

Un juego poético

La operación no fue simplemente material. Ese acto de “extranjería” –una pared uruguaya habitando una pared veneciana– derivó en un juego poético que en la exposición se despliega en tres núcleos: “El desnudo”, “Las vestiduras” y “El velo”. El desnudo es justamente ese muro, esas paredes, desarraigadas de su sitio de origen, con los rastros de lo atestiguado.

Eduardo Cardozo. Foto: gentileza.
Eduardo Cardozo. Foto: gentileza.

Ese muro tiene todo mi bagaje: ensayos, pinceladas, pruebas de color, anotaciones. Y también el bagaje de toda la gente que vivió antes ahí, en esa casa de principios del siglo XX. Es un pedazo de Montevideo que se fue conmigo, con toda su historia, hasta el lugar donde se dio el encuentro. Desarmé mi taller para armar otra cosa”, explica el artista.

Las vestiduras, en tanto, reinterpretan la enorme pintura manierista de “El Paraíso” (1588) de Jacopo Tintoretto, que hoy conserva el Museo Nacional Thyssen–Bornemisza de Madrid. En esa inmensa pintura –mide cerca de cinco metros– el veneciano ilustra la coronación de la Virgen, inspirándose en el Paraíso de Dante, entre nubes, ángeles, querubines y bienaventurados.

Cardozo propone un diálogo con ese paraíso, pero esta vez con lienzos teñidos y moldeados que cuelgan en el aire, sin los cuerpos del original –como flotando– en una especie de danza cromática que busca dialogar con la luz, el dramatismo y el movimiento de la original.

El Paraiso. Foto: gentileza.El Paraiso. Foto: gentileza.

Un descubrimiento técnico durante la restauración de esa obra inspiró al artista uruguayo: Tintoretto pintaba primero los cuerpos desnudos y luego les agregaba la ropa. “Me interesó esa desnudez íntima, ese proceso que reveló el análisis de los rayos X”, explica Cardozo. Así, decidió trabajar solo con la ropa, las vestiduras flotando como espectros, que sugieren ausencia.

En tanto, “el velo” fue hecho con las mismas telas utilizadas para trasladar el muro de su taller, una membrana hilvanada que dentro de la sala expositiva va del suelo al cielo raso, y que une ambos universos.

“Esta veladura nos ofrece un espacio liminal; una transición entre la desnudez de la pared del artista y las vestiduras de los personajes de Tintoretto”, dice la curadora de la exposición, Elisa Valerio.

A diferencia de otros pabellones que en Venecia alzaron su voz con discursos explícitos sobre migración, género o pueblos originarios, el uruguayo apostó a un silencio elocuente, a un espacio que, como señala Valerio, “se devela en capas, con una mirada atenta”.

El regreso de Latente a Uruguay cierra un ciclo y abre otros. En el subsuelo de la fundación se suma “La tempestad”, una nueva instalación colectiva concebida por Cardozo junto a sus amigos Álvaro Zinno y Fabián Oliver.

La obra combina columnas de ramas, cables y libros que se alzan como en un bosque enredado, de sonidos y sombras, tan misterioso como inquietante. “Esta instalación busca conectarnos con lo inconsciente que hace posible toda creación, un inconsciente que en cada uno de estos artistas toma una materialidad diferente”, apunta Valerio.

Fundación Cervieri Monsuárez. Foto: gentileza.Fundación Cervieri Monsuárez. Foto: gentileza.

La Fundación Cervieri Monsuárez (FCM), ubicada en la entrada de José Ignacio, es uno de los últimos proyectos concebidos por el prestigioso arquitecto Rafael Viñoly (1944–2023). Su característica más singular es el muro curvo construido con enormes bloques de piedra tallados a mano por maestros artesanos peruanos, como si el conjunto hubiera sido extraído directamente de Machu Picchu. Allí se podrá visitar la exposición hasta el 7 de septiembre con entrada gratuita.

En diálogo con esta muestra, la galería Sur, ubicada en La Barra (Punta del Este), presenta Eduardo Cardozo: Solsticio de invierno, breve retrospectiva, que reúne un conjunto de obras de paleta luminosa y colorida que complementan la propuesta.

Redacción

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