A lo largo del planeta existen límites geográficos que separan países, culturas y políticas. Sin embargo, hay una frontera en América Latina que va mucho más allá: se ha convertido en un fenómeno social, económico y científico. En ella convergen el drama migratorio, la exploración espacial, la resistencia indígena y una economía que depende de los cruces a pie. Conoce el verdadero rostro de esta línea que millones intentan atravesar cada año.
Una ruta de 3.200 kilómetros que no conoce descanso
La frontera entre Estados Unidos y México no solo es extensa —más de 3.200 kilómetros—, sino que es considerada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) como la ruta migratoria terrestre más peligrosa del mundo.

A lo largo de esta línea divisoria se despliegan desiertos abrasadores, barreras físicas, vigilancia tecnológica y patrullas fronterizas. Sin embargo, ninguno de estos obstáculos ha sido suficiente para frenar el constante flujo humano que atraviesa esta zona día tras día.
Una de las regiones más mortales es el cruce del Río Grande (llamado Río Bravo en México), cuyas fuertes corrientes han cobrado innumerables vidas. Lejos de ser un simple límite territorial, este río representa el umbral entre la esperanza y el peligro para miles de migrantes.
Más que una frontera: ciencia, historia y resistencia
Pocos imaginan que este lugar, asociado comúnmente con crisis humanitarias, es también escenario de descubrimientos científicos y de profundas raíces culturales.
En el desierto de Sonora, una región que forma parte de esta extensa frontera, la NASA realizó pruebas para el Apolo XIV. La similitud de su terreno con la superficie lunar convirtió a esta zona en un laboratorio natural único.
Además, aquí habita la Nación Tohono O’odham, la segunda etnia originaria más numerosa de EE.UU. después de los Navajo. Durante siglos cruzaron libremente entre ambos países, hasta que las reformas migratorias transformaron su vida cotidiana, limitando el paso ancestral entre sus propios territorios.
Esta frontera también es epicentro de economía a pie: en San Ysidro, una de las garitas más activas, los peatones pueden esperar hasta 6 horas para cruzar. Esta demora afecta directamente a más de 800 negocios cuya clientela —en un 90%— cruza caminando desde México.
Túneles secretos y una frontera bajo tierra
No todo en esta línea se da a la luz del día. Desde la década de 1990, se han descubierto numerosos túneles ilegales que conectan ambos lados de la frontera. Estas construcciones clandestinas, a menudo sofisticadas y con ventilación propia, han aumentado un 80% desde 2008.

Estos túneles reflejan no solo la creatividad de quienes intentan sortear los controles, sino también la dimensión subterránea del fenómeno fronterizo. La vigilancia aérea y terrestre ha obligado a los traficantes y migrantes a pensar en tercera dimensión: el subsuelo.
Un símbolo global que divide y conecta
La frontera entre México y Estados Unidos no es solo un punto de cruce: es un símbolo. Representa la lucha de millones por una vida mejor, la tensión entre políticas migratorias restrictivas y derechos humanos, y un reflejo de cómo las barreras físicas no siempre son suficientes para detener el movimiento humano.
Latinoamérica, con su diversidad geográfica y social, encuentra en esta frontera uno de sus puntos más calientes y comentados del planeta. Y aunque su propósito inicial era la separación, lo cierto es que esta línea imaginaria conecta más de lo que divide. En sus extremos palpita la vida, la esperanza, la memoria y también, el futuro.
[Fuente: DiarioUNO]