Todos conocían a Mary McLaughlin en Glasgow, Escocia, una mujer de 58 años muy cercana a la comunidad, que cada fin de semana solía ir al bar Hyndland Pub a jugar al dominó y beber con amigos. Pero algo cambió para siempre el 26 de septiembre de 1984, la noche de su trágico asesinato.
Madre de once hijos -seis de un primer matrimonio y cinco de sus segundas nupcias-, tenía una personalidad muy alegre. El bar quedaba menos de 20 cuadras de su departamento. Vivía en el tercer piso de un modesto edificio, y casi siempre pasaba por un local de comida frita para comprar su cena rumbo a casa.

Ese día estaba de estreno y parecía más feliz que nunca, según relatan los testigos en el nuevo documental sobre el caso, Murder Case: The Hunt for Mary McLaughlin’s Killer, una producción de la cadena BBC.
Se había comprado un vestido verde y lo usó por primera y última vez. A las 22:15 emprendió el regreso a su hogar. Hizo su parada habitué en una tienda papas fritas, compró buñuelos y cigarrillos de su marca favorita, un detalle que una investigadora tendría en cuenta tres décadas después.
Un taxista declaró que la vio caminando descalza, con los zapatos en la mano, mientras un misterioso hombre la seguía a una corta distancia. Nadie supo más nada de ella a partir de ese avistamiento.
Seis días después, el 2 de octubre de 1984, uno de sus hijos, Martin Cullen, usó la llave de emergencia para entrar al departamento de su madre y se encontró con la peor escena: Mary yacía sin vida sobre el colchón sin sábanas de la cama, tenía el vestido verde puesto al revés y su dentadura postiza estaba en el suelo. Supo de inmediato que había sido víctima de un crimen.
Una autopsia concluyó que había sido estrangulada al menos cinco días antes, es decir que fue asesinada esa misma noche de la caminata fatal. Pero las respuestas llegaron recién en 2019.

La prueba forense que preservaron 35 años y resolvió el caso de Mary McLaughlin
El ex investigador principal Iain Wishart describió la escena del crimen como «particularmente cruel». «Lo trágico es que seguramente ella miró a los ojos a su asesino hasta su último suspiro, y ese rostro es lo último que vio», indicó.
Los detectives recopilaron más de 1.000 declaraciones en los meses siguientes, pero no encontraron pruebas suficientes y el caso se cerró. La familia quedó devastada, pero la investigación se reabrió unas cinco veces en los años venideros.
Gina McGavin, una de las hijas de Mary, brinda su testimonio en el documental, e incluso escribió un libro sobre la muerte de su madre y las sospechas que tuvieron.

«Hubo muchas tensiones cuando se separó del padre de sus cinco primeros hijos, y mis hermanos y yo llegamos a creer que uno de sus propios hijos pudo haber estado involucrado y que había un asesino oculto dentro de la familia», reveló.
Con ciertas similitudes al caso argentino del asesinato de Nora Dalmasso, lo que sobrevino fueron una serie de sospechas sobre el entorno familiar, incluidos sus 11 hijos, pero luego esa teoría se descartó, en base a la evidencia forense.
Las muestras recogidas en 1984 incluían mechones de pelo de Mary, restos de uñas y colillas de cigarrillos. La científica forense Joanne Cochrane examinó cada una de nuevo, y le llamó la atención la colilla de cigarrillo que no coincidía con la marca que fumaba Mary.

Se envió a la base de datos de ADN escocesa y se comparó con miles de perfiles de criminales convictos. El resultado le llegó por e-mail, y no podía creer lo que decía el asunto: «Coincidencia directa«.
«Fue un momento en el que realmente se me puso la piel de gallina. Después de más de 30 años teníamos un individuo que coincidía con ese perfil de ADN«, expresó Cochrane.
El presunto asesino era Graham McGill, un ex convicto con graves condenas por delitos sexuales. Pero había un problema: tenía la coartada perfecta, porque supuestamente estaba en prisión la madrugada del 27 de septiembre de 1984.
El nudo de la bata, el elemento homicida
La misma investigadora se centró en el análisis del cordón de la bata con la que Mary fue estrangulada, y decidió desatar el nudo. «Había una gran posibilidad de que la persona que apretó el nudo fuese el asesino, y si el ADN coincidía, era una evidencia irrefutable», sostuvo.
Bajo el resplandor de las luces fluorescentes, lo desató cuidadosamente pieza por pieza, para exponer la tela por primera vez en más de tres décadas.
Efectivamente, su pálpito fue correcto. En el interior del cordón de la bata encontró ADN de McGill, y así confirmó que él había estrangulado a Mary. También halló restos de semen en el vestido de la víctima.

La ciencia había hablado, pero no podían acusarlo si su ubicación física era la cárcel al momento del asesinato. Los registros fueron difíciles de encontrar porque la prisión de Edinburgh donde estaba en ese momento había sido reconstruida, y se había perdido el papeleo antes de que pasaran los registros a las nuevas computadoras.
En los registros escritos, una letra lo cambió todo. Junto al número de prisión estaba el nombre «G McGill» y el acrónimo «TFF, que significaba «Entrenamiento para la Libertad», lo que significaba permiso de fin de semana en casa.
El asesino tenía libertad condicional como parte de un programa de preparación de reinserción social. Se comprobó que cometió el crimen y regresó a la prisión el 27 de septiembre de 1984.

Con todos los elementos en su contra y su coartada derribada, McGill finalmente fue arrestado el 4 de diciembre de 2019. Estaba libre hasta ese momento y trabajaba en una fábrica. Fue declarado culpable después de un juicio de cuatro días en abril de 2021 y encarcelado por un mínimo de 14 años.
El juez Lord Burns dijo al Tribunal Superior de Glasgow que McGill tenía 22 años cuando estranguló a Mary, pero fue detenido recién a los 59 años.
«Su familia tuvo que esperar todo ese tiempo para descubrir quién fue el responsable de ese acto sabiendo que quien lo hizo probablemente estaba prófugo de la comunidad, y nunca perdieron la esperanza de que algún día descubrirían qué le había pasado a su madre», lamentó el juez Burns. Entre lágrimas, Gina, la hija de Mary, expresó: «Nunca pensé que lo vería en mi vida, y ahora sé que él le arrebató la vida».