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Desprecio y castigo, son las bases de la política punitiva del gobierno de Donald Trump hacia América Latina y el Caribe, profundizando una lógica de hostigamiento, basada en sanciones, deportaciones masivas, amenazas de anexión territorial, aplicación de aranceles y recortes de ayuda a quienes no se alineen directamente a su gestión.
Y el trabajo se le facilita: no existe una posición regional ante EEUU porque vivimos la mayor fragmentación y fractura política de América Latina desde la década de 1960. América Latina está totalmente balcanizada. Nuestros mecanismos asociativos no funcionan: el Mercosur vive empantanado, la Alianza del Pacífico dejó de existir y la Celac no llega a consensos. EEUU, con Trump, siempre va a combinar incentivos y sanciones, no solo coerción.
Mike Hammer, principal diplomático de Estados Unidos en La Habana, anunció que Washington tiene previsto endurecer su política de aniquilación de la economía cubana, en continuidad a las medidas tomadas por el presidente Donald Trump desde su regreso a la Casa Blanca, como la reinclusión de la isla en la lista estadounidense de Estados Patrocinadores del Terrorismo, el endurecimiento de las normas sobre remesas y la cancelación de programas migratorios de la era Biden.
El gobierno de Donald Trump quiere que las naciones de América Latina y el Caribe aporten las tropas para intervenir en Haití, mientras que Estados Unidos se encargaría del financiamiento. El objetivo es acallar la violencia que se vive en Haití, el país más pobre del hemisferio y, eventualmente, sustentar el poder de Washington en el cada vez más convulso Mar Caribe.
Conversaciones con la OEA
Inició conversaciones informales con miembros de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para que en su nombre su haga la operación, en la suposición de que, al tratarse de una problemática regional, debería ser desde este organismo internacional que se ensaye una respuesta armada responsable de combatir al crimen organizado y armado desde EEUU, que se ha adueñado de la nación caribeña.
Más allá del objetivo declarado de combatir a la inseguridad, Estados Unidos obtendría otro tipo de ganancia: volver a situar bajo su control a la OEA luego de la elección de sus recientes autoridades (el surinamés Albert Ramdin como Secretario General y la colombiana Laura Gil como su adjunta). Y EEUU recuperaría su dominio sobre el Mar Caribe, su tradicional “Mare Nostrum”, en el que conviven diversas expresiones críticas al poder hegemónico.
Controlar el patio trasero
El segundo gobierno de Donald Trump ha convertido América Latina y el Caribe en un “laboratorio de control” de la política internacional MAGA (Make America Great Again). Es importante tener en cuenta la particularidad de América Latina y el Caribe como una amalgama de 33 países que geopolíticamente constituye la zona de proyección inmediata de Estados Unidos.
Se trata de una fórmula singular ya que la región es su zona de influencia histórica, donde Washington busca poner a prueba su capacidad de mando, subordinación y extorsión a partir de agendas específicas como migración, seguridad, control fronterizo, defensa, comercio e inversión, suprimiendo temáticas vinculadas a medio ambiente, transición energética, cooperación internacional y tecnología.
América Latina y el Caribe adquirieron una importancia indiscutible por el rápido y sostenido avance comercial, financiero, tecnológico y de infraestructura de China en la región. En 2024, las transacciones comerciales entre ambas partes alcanzaron los 518.465 millones de dólares, con la expectativa de que podrán llegar a 700 mil millones en 2035.
Hay analistas que advierten que Trump llega frustrado con América Latina por lo que no logró en su primer mandato. y ya ha dejado a la intemperie esa mezcla de desinterés y furia. Estados Unidos atraviesa un estado calamitoso, una suerte de impotencia, que él resuelve con una prepotencia total.
Dice que va a recuperar a Estados Unidos, pero lo hace desde la debilidad que él mismo plantea. Para Trump el de 2016 y el ahora- todo lo referido a América Latina era parte de una agenda negativa: criminalidad, narcotráfico, migración. América Latina no tenía ningún valor positivo.
Considera que la región es irrelevante para Estados Unidos y, a su vez, le dice que debe comportarse de una manera determinada para ser merecedora de algo positivo. La imagen de América Latina como dependiente cruza a muchas administraciones, más allá de Trump, pero con él se vuelve algo recargado, que tiene además un componente de revancha.
- Libro sobre planes de Trump
El libro de su último secretario de Defensa, Mark Espert, A Sacred Oath: Memoirs of a Secretary of Defense During Extraordinary Times, cuenta que lo que Trump quería era incrementar el bloqueo total a Cuba, iniciar una política de ataque en laboratorios de fentanilo en México y derrocar a Nicolás Maduro en Venezuela. Trump sigue teniendo, en parte, esa agenda, además de apoderarse del Canal de Panamá. Pero llega frustrado con América Latina por lo que no logró en su primer mandato.
Por Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican)