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domingo, julio 20, 2025

«Cuídeme a Sultán»: apareció el DNI y hubo una despedida inesperada al hombre que murió en la calle sin querer abandonar a su perro

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Juan Carlos Leiva (50) era un indigente que murió durante una ola polar en Mendoza, sin querer alejarse de su perro Sultán. Su cuerpo llevaba un mes en la morgue, nadie lo reclamaba hasta que los vecinos consiguieron lo que parecía imposible.

La historia de Juan y Sultán conmovió a vecinos y empleados de oficinas de la zona de Plaza Italia y Plaza Independencia, los sitios de la capital mendocina que el hombre en situación de calle frecuentó durante siete años.

Por una cadena solidaria, Sultán fue adoptado por una pareja y su hijo, familiares del dueño de un quiosco a donde el hombre solía buscar alimentos.

Juan murió el 4 de junio pasado. Su cuerpo quedó como NN (no identificado) en la morgue del hospital Scaravelli, de Tunuyán, a 80 kilómetros de la ciudad de Mendoza.

Los vecinos que asistieron al hombre durante tantos años y lo llevaron al hospital con un cuadro de insuficiencia respiratoria, deseaban una despedida humanitaria.

Sultán, el perro de Mendoza dueño murió por no querer abandonarlo. Foto: Ramiro Gómez
Sultán, el perro de Mendoza dueño murió por no querer abandonarlo. Foto: Ramiro Gómez

El hospital Scaravelli informó que nadie reclamaba por el cuerpo, y los vecinos pensaron en viajar hasta Tunuyán para reconocerlo y darle sepultura.

María del Carmen Navarro, empleada de limpieza de un consultorio dermatológico, y otra vecina fueron quienes lo habían dejado en el hospital Central, principal centro médico estatal del Gran Mendoza. Ellas sabían que esa persona no identificada en la morgue, era Juan.

La muerte de Juan

El hombre y su perro eran inseparables. Cuando María del Carmen logró que una ambulancia fuera a asistir a Juan en la vereda del edificio de Perú 930, tuvo que contener a Sultán. «Le puse la correa, le acariciaba la cabeza para que dejara de llorar. Aullaba y ladraba porque pensaba que estaban haciéndole daño a su dueño», recordó la vecina.

Pasado el mediodía y al ver que no mejoraba, María del Carmen llamó a una amiga que asiste perros de la calle, y convencieron al hombre de ir al hospital. Juan pidió que subiera Sultán al vehículo, sino no iba.

Viajaron juntos en el asiento trasero. El perro apoyado sobre su espalda. En el baúl, las vecinas cargaron el bolso marrón con el cierre roto, la goma espuma que usaba el hombre como colchón y sus mantas, únicas pertenencias.

Maria del Carmen Navarro, vecina que trabaja como personal de limpieza en el edificio donde Juan solía dormir. Foto: Ramiro Gómez Maria del Carmen Navarro, vecina que trabaja como personal de limpieza en el edificio donde Juan solía dormir. Foto: Ramiro Gómez

Juan no tenía el DNI (no se acordaba dónde lo perdió). Sin eso, no iban a atenderlo en la guardia. María del Carmen le habló al oído a la recepcionista del principal hospital público de Mendoza: «Vive en la calle, se está muriendo. No tiene el DNI físico, pero se acuerda el número». Y hubo empatía, la empleada lo anotó en lista de espera y después de un rato largo, lo revisó un médico.

El hombre que no quería separarse de su perro, fue derivado a terapia intensiva. Sufría EPOC, neumonía y problemas cardíacos.

«Acá va a estar calentito, quédese en el hospital. Le doy mi palabra, Sultán estará bien», le insistió María del Carmen y comenzó a caminar hacia la puerta. Juan volvió a llamarla antes de que cruce el umbral de la puerta. «Cuídeme a Sultán», le rogó.

El Ministerio de Salud de Mendoza, dispuso trasladar a Juan al hospital de Tunuyán. Falleció tras ocho días de terapia intensiva.

Nunca recibió visitas, no había familiares a quién informar de las condiciones de salud. Solo existió un llamado diario de María del Carmen a terapia intensiva para saber cómo estaba. «A veces me atendían, otras no. Deje mi número de teléfono, y aunque no era familiar de él, el 4 de junio a la mañana, me llamaron y me avisaron que Juan había muerto», recuerda, conmovida.

El perro de Juan Leiva que no fue abandonado por su dueño. Foto: Ramiro GómezEl perro de Juan Leiva que no fue abandonado por su dueño. Foto: Ramiro Gómez

El hallazgo

De Juan solo se sabía que había nacido en Córdoba. Que tenía un hijo, que también vive en situación de calle, y que no quería ir a un refugio ni a ningún sitio donde lo alejaran de Sultán.

Todos los testimonios de los vecinos coinciden: «No querían separarse, era mutuo el amor y la dependencia». El perro callejero y el hombre pasaban la mayor parte del día juntos, a menos de un metro de distancia. Acurrucados, por la noche.

Dormían en el hall de ingreso a un edificio de consultorios y oficinas de calle Perú 930, casi Montevideo, de la ciudad de Mendoza. María del Carmen y la portera, Gladys, le llevaban agua caliente y café.

«Cuidaba mucho a Sultán. Siempre tenía alimento de perros y comida elaborada para darle, un recipiente con agua y una mantita para abrigarlo», describe María del Carmen. Cada mañana, a las 8, cuando la mujer entraba a trabajar, se acercaba a saludarlos: «Buen día jóvenes, levántense que van a venir a correrlos los preventores», les decía.

Los vecinos estaban convencidos de que nadie iba a reclamar su cuerpo y que iban a enterrarlo sin identificar. «Me gustaría que Juan descanse en un lugar bonito, para poder llevarle flores», le dijo María del Carmen, a Clarín.

Con el paso de los días, la posibilidad de una despedida digna parecía imposible, hasta que una llamada cambió el final de la historia de Juan.

Al mes de la muerte, el 4 de julio, una de las vecinas solidarias atendió el teléfono. «Tengo el DNI de Juan Leiva, me lo dio para que se lo guardara», le contó una mujer que vivía en la zona donde deambulaba el hombre y lo había asistido alguna vez.

Tres vecinos, los que más ayudaron a Juan en sus últimos meses de vida y le buscaron un hogar a Sultán, viajaron hasta el hospital de Tunuyán para presentar el DNI.

«Juan Carlos Leiva, nacido el 14 de mayo de 1975, nacionalidad Argentina», puede leerse en el DNI que permitió confeccionar el acta de defunción con sus datos y entregar el cuerpo a sus vecinos, quienes firmaron como testigos de su existencia.

Con un subsidio de la Dirección de Contingencias Sociales y Políticas Alimentarias del gobierno de Mendoza, los vecinos se contactaron con la funeraria Giménez. Contrataron el retiro y traslado del cuerpo desde Tunuyán al municipio de Lavalle, donde funciona un crematorio.

El jueves 17 de julio, recibieron las cenizas de Juan y este fin de semana, las esparcirán en la montaña mendocina. Posiblemente cerca de un árbol, que tantos años le dio cobijo al hombre en condición de calle.

La compasión y solidaridad permitió iluminar esta historia de desamparo. Sultán tiene un hogar y las cenizas de Juan descansan en la inmensidad y la belleza de las montañas de los Andes.

PS

Redacción

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