Alguna vez, en espacios de intimidad a los que no tiene acceso el periodismo pero sí una docena de personas que forma parte de la corte de feligreses que se mueve al son del discurso poseído del Gordon Dan, a Santiago Caputo le preguntaron si era verdad que estaba peleado con Karina Milei. Acaso buscaban una señal divina: Dan está al frente de la agrupación Las Fuerzas del Cielo, la autodenominada Guardia Pretoriana de Milei, que digita desde las sombras el propio Caputo, pero que, con el correr de los meses, se convirtió en una suerte de contrapeso de la secretaria General de la Presidencia y de sus socios políticos. La inquietud sonaba lógica: ¿Cómo debían actuar si aquello fuera cierto?
El gurú libertario respondió con sorna. Les dijo que el día que eso ocurriera su destino final sería el destierro: hasta les habló de mudarse a algún lugar recóndito de la Argentina, lejos de los celulares y todavía más lejos del poder. Si alguien conoce la dinámica de los hermanos Milei es Caputo: el que se enfrenta a Karina, pierde. La hermanísima es la única funcionaria que puede plantarse de igual a igual frente al Presidente, a los gritos si es necesario, o cortarle el teléfono y dejar de hablarle por algunos días, como ha sucedido en más de una oportunidad durante el año y medio de administración. El resto solo puede opinar o someterse a sus designios.
Eso no impide que La Libertad Avanza sea una fuerza conformada por espíritus talibanes, que ocupan roles centrales dentro y fuera del Gabinete y que lo hacen de un modo particular. De pronto un asesor sin firma como Caputo es más relevante que el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. O un tuitero puede ser más gravitante que un ministro y anunciar su salida del Gobierno antes de que el mismo protagonista se entere. O una diputada como Lilia Lemoine logra tener más incidencia que el jefe de bloque de su partido o dispone del consentimiento para develar secretos de dirigentes rebeldes.
Son rarezas de un partido sin experiencia que en 2023, para sorpresa de analistas y encuestadores, destronó del poder al kirchnerismo y barrió con las aspiraciones del macrismo, con un líder que, una vez instalado en la Casa Rosada, echó a decenas de funcionarios, se vio obligado a cambiar la estructura en las dos cámaras del Congreso y se enfrentó con su propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, mientras la política tradicional apostaba a que se fugara pronto en helicóptero. ¿Vendrán más sacudones y cambios después de las elecciones? ¿Y si fueran antes?
Es lógico que, en estos momentos, se expanda el silencio en la cima del Ejecutivo, cuando no el miedo, por la batalla inédita que se libra por la estrategia electoral y la relación con gobernadores y referentes de la oposición que se le plantaron a Milei en el Parlamento y que amenazan con afectar el equilibrio en las cuentas públicas, uno de los pilares del modelo libertario.
El Triángulo de Hierro, ese esquema que bautizó Milei y que despojó del círculo de decisiones a actores que lo acompañaron en la campaña, entró en conflicto. De un lado, Karina Milei, que se aferra a los Menem: a Martín, el presidente de la Cámara de diputados, y a Eduardo, su influyente asesor, que construye LLA en las provincias en contra de los deseos de los mandatarios locales. Del otro, Caputo y un equipo de gente que ocupa roles estratégicos en las redes sociales y en cargos altísimos del Estado, como -solo por citar algunos- la SIDE, la Secretaría Legal y Técnica o YPF.

Hasta hace poco, Karina y Caputo tenían o decían tener muy claro cuáles eran sus roles por fuera de la gestión gubernamental. Ella estaba a cargo del armado del partido a nivel nacional y, él, de la estrategia. Pero sus intereses chocaron frente a las legislativas y el Congreso que imaginan para luego de diciembre. Karina quiere soldados preparados para la guerra. Caputo considera que ese razonamiento es válido, pero que no contempla que, aun haciendo una gran elección, LLA quedará presa de las alianzas.
En la cabeza del jefe de Estado hay 40 reformas clave que necesitarán de un apoyo mayúsculo, social y político: entre ellas, la tributaria, la laboral y, quizá, la previsional. Tres temas sensibles, polémicos y ambiciosos para un oficialismo siempre en minoría. Hay quienes piden mirar lo que le pasó a Cambiemos tras el triunfo de 2017. Saltó de ganar en las cincos provincias más grandes del país -algo que únicamente había conseguido Raúl Alfonsín en 1985- a enfrentarse a un fin de año complicadísimo en el Congreso por la discusión de la fórmula jubilatoria, que empezó a marcar la despedida.
Las diferencias entre karinistas y caputistas se agudizaron anoche, en el cierre de listas en la provincia de Buenos Aires. Karina se sentó con la lapicera y marginó a Las Fuerzas del Cielo de los sitios de protagonismo en las boletas.
La relación se había tensado después del paquete de leyes que aprobó el Senado hace dos semanas y que afectan el equilibrio de las cuentas. Milei anunció el veto para todas ellas, pero no está seguro de poder defenderlo en el Parlamento. “La mesa está servida para negociar con los gobernadores, la mayoría quiere arreglar, pero tenemos que ser generosos”, dicen cerca de Francos y Caputo. “Nos quieren ver de rodillas y eso es lo último que hará Javier”, braman cerca del Presidente. “Los espero el 11 de diciembre”, desafió Milei.
En torno al veto se cruzan los recursos que reclaman los gobernadores para sus distritos, el interés genuino por el destino de millones de jubilados que cobran la mínima -que aumentarían, según la ley- y las deliberaciones electorales. Caputo parece haber tomado una prudente y llamativa distancia de las negociaciones y de la mesa política, a la que ya no asiste. Karina avanza. Se verá, pronto, con qué suerte.
La secretaria general y el gurú que fue discípulo de Jaime Durán Barba se reunieron a solas esta semana. Ha dejado de haber entre ellos un diálogo fluido, pero no está roto. Milei conversó también con ambos. Existe una preocupación en todo el partido sobre una eventual espiralización de la crisis y que eso derive en cambios, traiciones u operaciones en las redes y los medios.

En el entorno de Martín Menem creyeron ver una maniobra en su contra cuando A24 reveló el miércoles que la empresa Tech Security -una sociedad de sus hermanos Fernando y Eduardo, que él integró hasta diciembre de 2023- se había preadjudicado la licitación de la seguridad privada del Banco Nación por casi cuatro mil millones de pesos. La Oficina Anticorrupción deberá investigar si existe conflicto de intereses. Los Menem asociaron el caso a la interna, según declaró el ex senador Eduardo Menem. Error. El dato salió en el Boletín Oficial.
Las disputas también involucran al PRO y allí existen, de nuevo, diferencias. Un sector libertario propondría recomponer el buen clima con Mauricio Macri, como si la victoria en CABA ya hubiera sido suficiente. El razonamiento del jefe de Gabinete y del caputismo es: “Lo vamos a necesitar a partir de diciembre”. Cerca de Karina verían con buenos ojos la desaparición total de Macri como interlocutor, como está ocurriendo en la provincia de Buenos Aires, donde las decisiones las toman Diego Santilli, Cristian Ritondo y Guillermo Montenegro. Otro triángulo que genera malestar, en este caso en viejas figuras del PRO, que suponen que se podría haber negociado mejor.
La Libertad Avanza y el macrismo podrían pactar también en CABA. Pero los libertarios ponen condiciones durísimas: quieren que los dos senadores sean para ellos y que la boleta lleve el nombre de su partido. Justo en el bastión, o lo que era el bastión del PRO. Falta que le digan a Macri que salga a caminar con los vecinos con una bandera violeta en la mano. Aun así, hay posibilidad de acuerdo. El PRO debe decidir si acepta migajas o si concurre a las urnas en alianza y evita una derrota que dejaría muy débil a Jorge Macri.
El alcalde se apartó de la mesa de discusiones. O, quién sabe, capaz que fue obra de su primo, con el que la relación no goza de la mejor salud, mientras asoma una discusión profunda: ¿el PRO ha tomado nota de que puede perder la Ciudad en 2027? A Jorge Macri le pidieron cambios; hasta ahora solo hubo maquillaje. “Negociamos con el Tano”, afirman en LLA. “El Tano”, que nunca se fue, está de regreso. Es Daniel Angelici.

Al Círculo Rojo le preocupa el rumbo de la oposición y la metamorfosis que podría adoptar el Gobierno después de octubre. “¿Qué va a pasar?”, preguntan los empresarios en reuniones privadas. El ministro de Economía, Luis Caputo, transmite que puede haber volatilidad, pero asegura que jamás se podrá alterar el plan ni desatar una tormenta inmanejable.
La inflación de junio del Indec marcó 1,6%, apenas más alta del 1,5% que dio en mayo. En el primer semestre acumula un alza del 15,1%. Los alimentos casi no se movieron. Son dos buenas noticias.
Pero hay otras y no son buenas. El riesgo país se ubica en 770 puntos, el mismo nivel que cuando había cepo. No es lo que imaginaban Milei y Caputo cuando lo levantaron. El dólar acumuló subas de 85 pesos en lo que va de julio y cerró la semana a $ 1.300, la cotización más alta desde abril. Argentina necesita mantener el control de los mercados y que se reduzca el riesgo país para poder salir a tomar deuda. Los próximos años son más que complejos. En 2026 y 2027 vencen US$ 32.400 millones entre capital e intereses de privados y del FMI.
Cuentan que Milei no lo dice, pero está preocupado. Lo bien que hace.