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sábado, julio 26, 2025

Los orígenes de Buenos Aires: los primeros «vecinos», sus costumbres y un «milagro» en el siglo XIV

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Reina del Plata es una ambiciosa crónica sobre la historia de la ciudad de Buenos Aires, desde las primeras expediciones españolas hasta los cimientos de la identidad porteña. A través de un enfoque accesible, Leonel Contreras propone una relectura de los hechos fundacionales, sin solemnidad pero con precisión documental, iluminando zonas grises y recuperando figuras olvidadas.

Con una escritura ágil y apoyado en fuentes históricas, el autor expone los conflictos, alianzas y decisiones que forjaron el perfil de la capital argentina. La obra (de Editorial Planeta) invita a recorrer la ciudad con otros ojos y a repensar su verdadero origen, más allá de los relatos escolares o turísticos.

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¿Quiénes vivían en Buenos Aires antes de que la ciudad existiera?

Al momento de la llegada de la expedición de Mendoza, estas tierras eran habitadas por el pueblo querandí, etnia también conocida como pampas y cuya denominación deriva del guaraní; en esa lengua significa “rico en grasa y aceite”, dado que así los llamaban los guaraníes porque consumían y vestían diariamente grasas de animal. Desde el punto de vista etnológico, fueron originalmente considerados el grupo más oriental de los pueblos Hets. Luego, el paleontólogo e historiador Rodolfo Casamiquela los clasificó dentro de los tehuelches septentrionales boreales, grupo étnico que era nómada y cazador-recolector y, por ejemplo, había inventado la boleadora.

En la actualidad, el Sitio Arqueológico La Noria –entre el actual Parque Ribera Sur y el Autódromo Gálvez, a orillas del Riachuelo–da cuenta del asentamiento más antiguo descubierto en la superficie porteña, ya que data del siglo XIII. Encontrado en 2014, tenía un territorio circular de doscientos metros de diámetro y estaba integrado por unos cincuenta habitantes, entre hombres, mujeres y niños ¿querandíes?, todos cazadores-recolectores que durante las primaveras vivían en el lugar. ¿Y dónde estaba el asentamiento querandí más importante al momento de la llegada de Pedro de Mendoza? Se calcula que cerca del cruce del río Matanza con el Camino de Cintura, vecino a la actual localidad de 9 de Abril en el partido de Esteban Echeverría.

Un milagro en 1370: de dónde viene el nombre Buenos Aires

Que nuestra ciudad se llame Buenos Aires tiene que ver con una advocación de la virgen y una larga leyenda. En 1370 un buque de carga aragonés logró que una tormenta se calmara cuando arrojó al mar una caja que nadie sabía qué contenía y que llevó al buque hasta el puerto de Cagliari (Cerdeña), que los aragoneses habían conquistado a los genoveses unos años antes. Al desembarcar, nadie pudo levantar la caja, salvo los padres mercedarios de un monasterio que estaba en la parte alta de la ciudad y que era conocido como Bonaria, que en italiano significa “buen aire”. Ellos llevaron la caja al monasterio, donde la abrieron y dentro encontraron una imagen de la virgen, que con uno de sus brazos sostenía al Niño y con el otro llevaba una vela… encendida. Tras semejante suceso maravilloso se inició en el lugar el culto a aquella virgen, a la que bautizaron del Buen Ayre y que se convirtió en protectora de los navegantes. Con el correr del tiempo, comenzó a ser venerada en un convento mercedario de Sevilla, conocido por Mendoza y varios de sus acompañantes. Fray Justo de Salazar, uno de los dos padres del convento que viajaban en la expedición, tenía un gran ascendiente espiritual sobre el fundador y lo habría terminado de convencer de que ese era el nombre correcto para el asentamiento.

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Qué había en el sitio donde hoy está la Casa Rosada

Con el nombre de Real Fortaleza de Don Juan Baltasar de Austria, en 1595 se instaló el Fuerte, no donde lo había establecido Garay (mitad este de la Plaza de Mayo), sino en la manzana donde hoy está la Casa de Gobierno. Si bien el edificio recién se terminó de construir en 1720, durante años allí ejercieron sus funciones los gobernadores del Río de la Plata, los virreyes del Río de la Plata y los primeros gobernadores de la provincia de Buenos Aires.

Además de esta función, era la principal defensa 48 de la ciudad, en el siglo XVII, blanco de piratas y corsarios ingleses y holandeses. ¿La Buenos Aires del siglo XVII era atacada por piratas y corsarios? La respuesta es sí. Fue asediada en 1583 por el corsario inglés Fenton, en 1591 por el inglés Thomas Cavendish, en 1628 por los holandeses, en 1658 por los franceses (sitio de ocho meses, primer Combate del Río de la Plata) y en 1699 por los dinamarqueses. ¿Y cómo les fue a esos ataques? Fracasaron todos; la verdadera defensa de la ciudad eran los bancos de arena del Río de la Plata, al que los ingleses llamaron justamente por eso River Plate, que en inglés quiere decir “río plano”.

El escudo y el santo patrono

El 20 de octubre de 1580 Garay le dio el escudo de armas a La Trinidad, el mismo que hoy está en la bandera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. ¿Su significado? Un águila coronada que representa al rey de España criando cuatro aguiluchos que simbolizan las ciudades de la gobernación (Asunción, Santa Fe, Buenos Aires y Ciudad Zaratina) y sostiene la Cruz de Calatrava, orden a la que pertenecía el adelantado Torres de Vera y Aragón.

El mismo 20 de octubre se designó a San Martín de Tours como santo patrono de la ciudad. La leyenda cuenta que los primeros porteños metieron unos cuantos papelitos con nombres de santos en una bolsa para sortear el elegido y el papel favorecido fue el que mencionaba a San Martín de Tours. Como no les gustaba, hicieron el sorteo otras dos veces más y como las dos veces volvió a salir San Martín de Tours, lo terminaron declarando patrono de la ciudad. ¿Y quién fue este santo? Un romano de Panonia, actual Hungría, que en el siglo IV llegó a ser obispo de Tours y hoy es considerado el gran apóstol de las Galias (Francia).

Cómo era la vida cotidiana en el siglo XVII

Las primeras viviendas porteñas se levantaron retiradas de las líneas de calle, que a su vez se marcaban con un cerco de plantas espinosas. Dada la inexistencia de canteras y bosques en la zona, la escasez o en su defecto la ausencia total de piedra y madera, dificultaron las primeras construcciones. En un primer momento las casas fueron simples ranchos de barro y paja; luego de adobe, techadas con cañas y totoras sostenidas por palmas traídas del Paraguay.

Recién a partir de 1606 el Cabildo hizo venir a dos herreros y dos tejeros provenientes del Brasil y comenzó a implementarse el uso de las rejas y las tejas. Las casas contaban, por lo general, con dos habitaciones: una que se usaba de cocina, comedor y sala de estar y otra en la que se dormía. Con las caderas de vaca se hacían asientos y la mesa no existía; se utilizaba una tabla con dos caballetes que se armaba a la hora de comer, de ahí la expresión “poner la mesa”.

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Qué comían los porteños en el siglo XVIII

Las comidas eran copiosas; entre los platos principales se encontraban: la sopa de arroz, de fideos secos o de harina; el puchero; los guisos de carne y de porotos; el mondongo; la lengua; las albóndigas, los pastelitos de carne con azúcar, el durazno con carne y los zapallitos rellenos. De postre se estilaba servir mazamorra, pastelitos, arroz con leche, dulces de todo tipo en invierno y frutas en verano. El mate con yerba se consumía durante todo el día y era herencia de los guaraníes. La carne vacuna era muy barata: el pan costaba siete veces más y la yerba, diez veces más.

Los cereales no se importaban, se cultivaban en quintas vecinas, por eso, cuando las sequías y el ganado perjudicaban las cosechas, el precio del pan se iba por las nubes. El puchero era la comida emblemática; lo comían los pobres (con poca cosa, “olla podrida”) y los ricos (con todo). Se vendía mucha comida callejera, pescado frito o pedazos de pata de vaca en sopa, por ejemplo. La papa y el tomate casi no existían, de hecho, a pesar de tener un origen americano, en aquel momento venían de Europa y recién se impusieron a fines del siglo XIX.

LV / DS

Redacción

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