Una planta que antes generaba sospechas hoy promete cambiar el mapa productivo de la Patagonia. El cáñamo industrial comenzó a cultivarse en el norte de Río Negro, en el marco de ensayos agronómicos del INTA Valle Inferior, y su potencial sorprende por su alcance y versatilidad.
“Durante esta campaña realizamos los primeros ensayos de cáñamo industrial en nuestra zona”, explicó Mariano D’onofrio, especialista del INTA, quien detalló que Río Negro es el punto más austral de una red experimental nacional.
El cultivo, estigmatizado durante años por su parentesco con el cannabis recreativo, no contiene niveles significativos de THC, lo que lo vuelve apto para usos industriales, alimentarios y constructivos sin riesgos psicoactivos.
“Es un cultivo con muchas alternativas y usos posibles”, afirmó D’onofrio. De su tallo se extrae una fibra utilizada en las industrias automotriz, celulosa, química y de la construcción.
En este último sector, el cáñamo demuestra alto rendimiento como aislante térmico, acústico y resistente al fuego. En el exterior, ya se lo utiliza en paneles y ladrillos ecológicos.
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La industria automotriz también lo incorpora como base para bioplásticos, aplicados en interiores de vehículos como puertas y tableros. Las empresas europeas ya lo usan y el interés local crece.
El potencial alimentario también abre nuevas puertas. “El aceite y la harina de cáñamo están comenzando a ser incorporados al Código Alimentario Argentino”, sostuvo D’onofrio.
La semilla se considera un superalimento natural, por su alto contenido de proteínas, omega 3 y 6, y minerales esenciales. Puede utilizarse en productos para consumo humano y balanceado animal.
El proyecto se encuentra aún en fase experimental. “Se dejó de producir durante décadas y se perdió información sobre las variedades actuales”, reconoció el técnico del INTA.
El ensayo en Río Negro incluyó dos fechas de siembra. “Las sembradas en diciembre dieron mejores resultados, aunque falta seguir ajustando variables”, explicó D’onofrio.
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Los técnicos trabajan ahora en definir la mejor densidad de plantas, el tipo de riego y otros parámetros clave para la adaptación regional.
“Todavía queda trabajo por hacer”, reconoció el especialista, pero anticipó una proyección optimista a mediano plazo.
El ensayo forma parte de una red nacional que busca generar información local para escalar el cultivo en distintas zonas del país.
Mientras tanto, el norte de la Patagonia observa de cerca cómo una planta milenaria puede abrir paso a una agroindustria nueva, sostenible y estratégica.