Mi abuelo paterno -aseguran- no sabía hacerse un café con leche. Mi papá sí que sabía, disfrutaba colar un café artesanal con un filtro de tela que hoy sería vintage, pero creo que nunca llegó a más. ¿Y yo? Soy, pues, el que cocino en casa. No es para que me feliciten: me gusta, lo disfruto, salvo cuando hay mil cosas pendientes y el freezer se impone como opción. Reconozco que nuestros roles se dieron naturalmente: yo nunca entendí los lavarropas ni qué camisas pueden ir a tal o cual temperatura ni si el suavizante se echa antes o después. Mi esposa sí. De esta manera, la división del trabajo ha sido sencilla.
¿Significa esto que no hay funciones que cumplimos porque “corresponden”? No parece tan simple. Cuando hay que llevar el auto al taller soy yo el que toma la posta. ¿Sé de mecánica? No, pero parece natural hacerlo. Si algún amigo viene a cenar y trae flores de regalo, es ella quien decide cuál es el jarrón adecuado y las coloca. ¿Ha sido consensuado? No, pero también se intuye como lo dado, lo que se usa y no cuestionamos. A veces nos reímos por los prejuicios implícitos. Hace poco, en una reunión de consorcio, un vecino la felicitó por lo rozagantes que estaban las plantas en nuestra terraza. Tan entusiasmado se veía el hombre que la propuso para que se encargara de hacerles un cambio de cara a las macetas del hall de ingreso (tarea que supo evadir con elegancia). Él nunca supo que yo había comprado las dichosas plantas.
¿Trabajo? Los dos picamos fuerte, quizás demasiado, en eso no hay diferencia. Aunque a lo mejor sí existe en roles que están más definidos por lo biológico (¿quedará mal decirlo así?). Ella, por ejemplo, pidió licencias de varios meses cuando nacieron los chicos. ¿Hay varones que las toman? Supongo, pero no los conozco (aún).
Curioso, a mí -pese a ser liberal- algo aún me llama la atención. Hay mujeres que asan la carne de manera estelar -lo sé- pero verlas ensuciarse con el carbón me resulta extraño. Como si quisiera defenderlas de algo incómodo. Ya sé, puro prejuicio. ¿Será que a todos nos queda algo que deconstruir, pese a los nuevos viejos vientos?
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