Hace 30 años, cuando Gabriel García Márquez creó la Fundación Gabo (antes FNPI) y promovió la creación de importantes organizaciones en Colombia como la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), transformó la forma de ejercer “el mejor oficio del mundo” en Latinoamérica. En sus tiempos de reportero joven, el autor de Cien años de soledad aprendió el periodismo en las tertulias de las salas de redacción, en el taller de las imprentas y en los cafés nocturnos. No existían ni las escuelas, ni los talleres, ni prácticamente organizaciones que impulsaran y defendieran un oficio al que hoy en día amenazan la desinformación, la inteligencia artificial, la persecución política y los desafíos cambiantes de la sostenibilidad.
Por eso, el trabajo de múltiples organizaciones periodísticas, aparte de sus agendas específicas, incluye una reflexión constante que la periodista colombiana María Teresa Ronderos (Bogotá) considera “existencial”. “¿Cuáles van a ser nuestras nuevas maneras, no solo de sobrevivir desde el punto de vista económico, sino de sobrevivir como un servicio a la comunidad?”, se pregunta. La también directora del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (Clip), dice que “en todo el mundo el periodismo vive un momento muy crítico”. Con la llegada de la IA, “el modelo económico, que ya estaba roto, se volvió a romper”. La cooperación y donaciones internacionales, que sustentan parte de los proyectos de medios independientes, enfrentan la desfinanciación.
Muchos medios corren el riesgo de desaparecer. El director general de Reporteros Sin Fronteras (RSF), Thibaut Bruttin (Francia), coincide: “Estamos viviendo un momento que requiere proteger a los periodistas, que están en el ojo de la tormenta, pero también proteger al periodismo y empezar a construir un futuro”, dice. Bruttin considera que la libertad de prensa puede pensarse desde un ángulo diferente. “RSF defiende la idea del derecho a una información fiable. Esto es algo que podría llegar al corazón del público. Al fin y al cabo, lo que importa es, obviamente, la seguridad de los periodistas, pero también la capacidad de los ciudadanos de tomar decisiones sobre política, pero también sobre economía, educación y salud, y para eso no hay nada mejor que [el conocimiento de] los hechos”.
La coordinadora para América Latina del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), Cristina Zahar (Brasil), hace también referencia a la desprotección de los reporteros. “En todo el mundo, son atacados y amenazados”, dice. “No importa si el gobierno es de derecha o de izquierda; los y las periodistas sufren agresiones físicas y en línea, con estigmatización y campañas de desprestigio, a menudo originadas en el propio poder. También sufren demandas judiciales con el objetivo de intimidarlos y silenciarlos, amenazas de muerte, ataques durante la cobertura de protestas, detenciones e incluso la forma más grave de censura, que es el asesinato”, añade.
Ronderos, Bruttin y Zahar integran la lista de más de cien invitados de la décima tercera edición del Festival Gabo, el evento organizado por la Fundación Gabo que este año se realiza de forma completamente gratuita del 25 al 27 de julio, por cuarta vez consecutiva en Bogotá. En la agenda confluyen 40 organizaciones internacionales, la mitad de las cuales promueven el periodismo desde enfoques diversos. Su coexistencia es decisiva con los retos que enfrenta el periodismo hoy. Este año, el Digital News Report, el informe anual del Instituto Reuters, señaló que la evasión de noticias ha aumentado y el modelo de negocios de los medios se deteriora. Ante esto, los líderes de organizaciones proponen renovar el pacto de confianza con las audiencias, fomentar las alianzas (que en Latinoamérica han sido signo de vitalidad de medios y reporteros), establecer medidas para ejercer el periodismo de forma segura y hallar soluciones estructurales para seguir existiendo.
Ronderos menciona la importancia de hacer un periodismo que no pueda ser reemplazado fácilmente por un algoritmo, o que ponga al algoritmo al servicio del periodismo. Esto implica en volver a pensar la información que se le ofrece al público y en lo que las audiencias necesitan. La conversación con las audiencias debe ser “de ida y vuelta”. “Muchísimas audiencias de medios saben mucho más que el propio medio y que el periodista”, dice. Es “el gran reto: cambiar la relación con ellas”.
Según Bruttin, “necesitamos restaurar la confianza entre el público y los medios de comunicación”. Por tanto, sugiere ir más allá de la alfabetización mediática, que es solo una parte de la solución. “También necesitamos tener un esfuerzo de transparencia por parte de los ejecutivos de los medios y de los propios medios para abrirse al público”. La restauración de la confianza, un punto de vista en el que insisten numerosas organizaciones, es necesaria en medio de la “ofensiva global contra el periodismo”, en la que tienen un peso enorme la falta de regulación de las redes sociales y el debilitamiento económico. El director de RSF también insiste en un diálogo en ambos sentidos, en el que el periodismo y el público se encuentren. “Necesitamos involucrarnos en un diálogo que sea fructífero”, dice.
Promover la colaboración y la protección de los periodistas
La agenda del Festival Gabo 2025 presenta encuentros sobre cómo combatir la desinformación, la renovación de oficio periodístico y la ética que también debe atravesar al uso de la inteligencia artificial. Por supuesto, también aborda el legado de García Márquez, que además de sus obras de ficción y periodística insistió en la profesionalización y la creación de organismos sólidos que defendieran a los periodistas y al periodismo. En otras palabras, como maestro y creador de proyectos, promovió una ética de la colaboración.
Ronderos dice que eso mismo hace parte de las ventajas del periodismo latinoamericano, la facilidad con que los periodistas de la región colaboran unos con otros. “En América Latina los medios, incluso los privados que compiten, son muy generosos en aliarse con otros medios y en hacer estrategias conjuntas de distinta índole”. Además, “el periodismo latinoamericano es increíblemente audaz, creativo y resiliente”. En el continente “se ve una pasión y una fuerza que, aunque puede que exista en otras partes, aquí es muy fuerte”. En el caso de Clip, se manifiesta a través de una “colaboración radical”, en la cual los periodistas que investigan comparten lo que encuentran y cada cual saca de una “olla comunitaria” lo que necesita para las audiencias.
La “desventaja” detrás de esta fortaleza es el crecimiento del autoritarismo, la represión y las restricciones al acceso a la información en varios lugares del mundo. Se persigue militar, judicial o policialmente al periodismo en lugares como Cuba, Nicaragua, Venezuela; en países como México y Colombia asesinan periodistas; y en Estados Unidos, los periodistas padecen la opacidad informativa y la estigmatización del gobierno de Donald Trump. Ronderos dice que una forma de enfrentar esta desventaja es usar las mejores cualidades del oficio: la audacia, la creatividad y la capacidad de trabajar en equipo, de nuevo.
Un ejemplo devastador de la violencia en contra de los periodistas se ha visto con los 200 periodistas asesinados en Gaza. Reporteros sin Fronteras hizo un llamado global de medios y periodistas para levantar la voz sobre esta masacre. “Necesitamos organizar la solidaridad entre la profesión”, dice Bruttin. Esa “forma de hermandad es realmente importante, porque necesitamos todas las perspectivas y voces, independientemente del tamaño y la ubicación del medio, para apoyar a los periodistas en riesgo”.
Zahar afirma que hay que darles a los periodistas condiciones para que puedan ejercer su labor de forma segura y sin miedo a represalias. Lo cual incluye crear, además de programas o mecanismos de protección, leyes que garanticen un entorno seguro para que los ciudadanos de cada país tengan acceso a una prensa libre e independiente, lo que podría garantizar “una democracia saludable”.