Esta situación se agrava a la espera del sábado, cuando Milei y Villarruel se verían las caras en la inauguración de La Rural, un evento clave que pondrá a prueba la ya tensa convivencia y enciende las alarmas sobre una posible crisis institucional.
El relato de Adorni sobre el «nulo vínculo» entre Milei y Villarruel no dejó lugar a dudas. Según el vocero, «Todo el mundo sabe que la Vicepresidente no es parte del proyecto, no es parte del norte, y el Presidente considera que no es parte de la gestión ya desde hace muchísimo tiempo.» Esta afirmación no es menor: implica que la segunda figura más importante del Poder Ejecutivo, elegida en la misma fórmula, está de facto, y ahora públicamente, desvinculada del rumbo y la dinámica gubernamental.
La crudeza de las palabras de Adorni busca normalizar una situación anómala, aduciendo que «no hay ninguna novedad con eso» y que la gestión ha prosperado con «resultados bastante prominentes» a pesar de esta desavenencia. Sin embargo, la insistencia en recalcar que Villarruel «no forma parte del Gobierno, no forma parte de la gestión, no forma parte del día a día y no es parte de este proyecto» va más allá de una «cuestión de la dinámica de todos los días de la política». Se trata de una admisión oficial de una falta de cohesión y funcionamiento interno en el corazón del Estado.
De «Bruta Traidora» al Silencio de la Vice
La escalada verbal contra la vicepresidenta ha sido notoria. El reciente episodio en la Derecha Fest, donde el presidente Milei la calificó de «bruta traidora», marcó un punto de inflexión. Ante este y otros embates, Villarruel ha optado por una estrategia de silencio que contrasta con sus anteriores respuestas públicas, incluso en redes sociales, cuando había sido tildada de «traidora» tras reveses legislativos. Esta quietud de la vicepresidenta, lejos de aplacar las aguas, genera más incertidumbre sobre su rol y su capacidad de acción.
El mensaje de Karina Milei, secretaria General de la Presidencia, en su cuenta de X, instando a que «los cargos no importan» y a que «lo que importa es que estemos todos juntos en el mismo barco», aunque presentado como una directiva general para «todos», se lee claramente como un intento de apaciguar las internas en medio de estas tensiones. No obstante, la situación con Villarruel parece trascender una mera discusión por «armados de listas» o «cuestiones partidarias»; apunta directamente al corazón de la institucionalidad.
El Riesgo de una Crisis Institucional
La ruptura explícita entre el presidente y la vicepresidenta no es un tema menor y puede derivar en una crisis institucional de consecuencias impredecibles para la gobernabilidad del país. Un Poder Ejecutivo con su fórmula fracturada públicamente, donde la vicepresidenta es señalada como ajena al proyecto y la gestión, debilita la figura presidencial y genera inestabilidad. La capacidad de Milei para llevar adelante su agenda de gobierno podría verse comprometida sin el respaldo, o al menos el funcionamiento coordinado, de su segunda a bordo.
La Constitución Nacional establece roles y funciones específicas para el vicepresidente, no como una figura decorativa sino como parte esencial del Poder Ejecutivo y presidente del Senado. El desprecio público y la exclusión de la vicepresidenta del «proyecto» y la «gestión» presidencial minan la confianza en las instituciones y la estabilidad del sistema democrático.
El último cruce público en el Tedeum del 25 de mayo, donde el presidente ni siquiera saludó a su vice, es un recordatorio visual de un quiebre que, si no se recompone, amenaza con profundizar la fragilidad institucional de la Argentina. ¿Podrá el gobierno mantener la «gobernabilidad» que Adorni asegura, con una vicepresidenta oficialmente «fuera del proyecto»? El tiempo dirá si esta fractura se contiene o si la tensión desemboca en una crisis mayor.
