Cuando el próximo mes de septiembre los barceloneses que hayan estado de vacaciones vuelvan a la ciudad, se encontrarán con dos nuevos radares de control de velocidad para darles la bienvenida en pro de nuestra seguridad y la de todos. Se sumarán a los 67 existentes en Barcelona, siguiendo así la línea argumental de que, respetando el límite de velocidad, se evitan accidentes.

Podemos distinguir entre radares de tramo, de punto y de punto en modo pedagógico
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Dejando a un lado la sensación de cierta voracidad recaudatoria de las administraciones, se plantean muchas dudas y contradicciones acerca de esta regulación. Si el límite máximo de velocidad en España es de 120 kilómetros por hora, y si tanto nos preocupa la seguridad, por qué se permite la venta de vehículos que sobrepasan inmensamente ese límite. Los ciclomotores, por ley, no pueden pasar de 45 kilómetros por hora y, tal como sale de fábrica, ningún ciclomotor supera ese registro. Con los coches pasa exactamente lo contrario. La industria alemana, que para muchos fabrica no automóviles sino sueños lejanos, siempre se opone a que Alemania rompa el paraíso rodante que es la ausencia de límite de velocidad en gran parte de sus autopistas. Pues bien, según datos de la Comisión Europea, en el 2024 en Alemania hubo 34 muertos en carretera por cada millón de habitantes. En España, 35.
A veces parece que las leyes sean redactadas sin saber a quién se quiere proteger
Nadie puede oponerse a obedecer las leyes, pero a veces parece que sean redactadas sin saber a quién se quiere proteger. Si el exceso de velocidad mata, que se modifique el artículo 142 del Código Penal. Es el que permitió al conductor del coche que acabó con la vida de Josep Boan Rosanes, un motorista de 20 años, recibir solo dos años de cárcel—que no tuvo que cumplir—por circular a 116 kilómetros por hora en un tramo limitado a 70. Que después el culpable se tatuara un 116 en el brazo demuestra no solo su miseria moral, sino también la indiferencia social hacia los homicidios al volante.
Si nuestros gobernantes quieren prevenir muertes y accidentes, que inviertan lo recaudado con las sanciones en aumentar el deficitario mantenimiento de carreteras y autovías. O mejorando la formación de conductores, de los noveles y de los que hoy difícilmente superaríamos el examen teórico de conducción. Incluyendo a los que han olvidado la obligación de circular por el carril de la derecha siempre que sea posible. También, igual que se controla el consumo de alcohol o drogas, hay mucho por avanzar en la vigilancia del uso del móvil al volante o de las distracciones por exceso de tecnología en el interior de los automóviles más modernos.
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Algún día habrá máquinas para hacer también fotos de todo esto y el mundo será un lugar maravilloso. Será el mismo día en que la ciudad de Barcelona seguirá poniendo radares, pero en las aceras, para hacer respetar el ya existente límite de velocidad para bicicletas y patinetes. Aunque estos vehículos no lleven matrícula para poder velar por su seguridad y la de todos.