Las tensiones internacionales por el control de recursos estratégicos se intensifican, y esta vez el epicentro está en Sudamérica. Brasil, con el segundo mayor depósito de tierras raras del planeta, se convierte en pieza clave para la industria tecnológica y para el equilibrio de poder entre grandes potencias. Pero su potencial todavía está lejos de aprovecharse al máximo.
Un gigante con reservas millonarias bajo sus pies

Brasil no solo es la economía más grande de la región, sino que también alberga 21 millones de toneladas métricas de tierras raras, solo superado por China. Estos minerales son esenciales para la producción de imanes, baterías, catalizadores y componentes clave para vehículos eléctricos, dispositivos electrónicos e incluso aplicaciones militares. Sin embargo, la producción brasileña está muy por debajo de su capacidad: mientras China alcanzó 270.000 toneladas métricas en 2024, Brasil apenas llegó a 20 toneladas.
Un recurso con nombre propio: tierras raras
Se trata de 17 elementos químicos con propiedades magnéticas, electroquímicas y luminiscentes. Entre ellos destacan el neodimio, praseodimio, terbio y disprosio, fundamentales para fabricar desde smartphones hasta turbinas eólicas y equipamiento médico. Aunque el país tiene reservas gigantescas, recién en 2026 espera elevar su producción a 5.000 toneladas gracias a la explotación del yacimiento Pela Ema por parte de la empresa Serra Verde.
Estados Unidos y China, tras la misma riqueza

El interés por estos minerales ha puesto a Brasil bajo los reflectores de la geopolítica global. La administración de Lula Da Silva negocia con Estados Unidos para reducir los aranceles del 50 % impuestos por Donald Trump, mientras que las exportaciones a China se han triplicado en el último año. Esta doble presión refleja la importancia estratégica de los minerales para diversificar cadenas de suministro y reducir la dependencia del gigante asiático.
El tablero global de las tierras raras
Con China liderando el ranking mundial con 44 millones de toneladas, Brasil ocupa el segundo lugar, seguido por India, Australia y Rusia. Este panorama convierte a Sudamérica en un nuevo terreno de competencia tecnológica y diplomática, donde el futuro de la energía limpia, la electrónica avanzada y la defensa militar podría definirse en función del acceso a estas reservas.