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lunes, agosto 4, 2025

Qué logró el Quetzal-1, el primer satélite de Guatemala y qué innovación viene con su sucesor

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Quetzal-1, el primer satélite guatemalteco de la Universidad del Valle de Guatemala (UVG) fue enviado al espacio en forma satisfactoria, informaban los titulares del 6 de marzo del 2020.
José Antonio Bagur Nájera, coordinador del laboratorio aeroespacial de la UVG, asegura que Quetzal-1 marcó un antes y un después para la ciencia y tecnología en Guatemala.

“El hecho de que haya sido el primer satélite guatemalteco y que haya tenido éxito nos habla del talento que hay en el país para crear conocimiento, generar ciencia y desarrollar tecnología”, comenta. Bagur se involucró desde una experiencia precursora: la competencia CanSat (2013-2014), organizada por la Sociedad Americana de Astronáutica.

Esta simulación de una misión espacial consistía en diseñar un satélite que protegiera una carga —un huevo—, transmitiera datos en tiempo real y descendiera con velocidad controlada. Años más tarde, regresó a la UVG como parte del Departamento de Ingeniería Mecánica e integró el equipo de Quetzal-1, a cargo del desarrollo electrónico y la integración de subsistemas.

El proyecto CubeSat fue seleccionado por la Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Ultraterrestre (UNOOSA) y la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) como ganador del programa KiboCube, que permitió colocar el nanosatélite en órbita desde el módulo japonés Kibo —que significa “esperanza”—, ubicado en la Estación Espacial Internacional. Hoy, ese legado da paso a una nueva meta: Quetzal-2.

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Proyecto que inspira

Bagur detalla que el 70% de Quetzal-1 fue desarrollado directamente en la UVG; el 30% restante se adquirió del exterior. “Ese 70% significó muchísimo. Permitió establecer formalmente el laboratorio aeroespacial. Ya tenemos un espacio físico donde los estudiantes pueden trabajar y desarrollar sus proyectos”, explica. El laboratorio forma parte del Makerspace DHive, donde hay impresoras en 3D, que imprimen piezas de materiales como resina, fibra de carbono o de vidrio —según la resistencia que se desea—, así como cortadoras láser, de la más alta tecnología. También, pueden elaborar piezas para los prototipos de los subsistemas de Quetzal-2. Los componentes finales de metal se pueden fabricar en equipos que se encuentran también en el mismo edificio.

“Este es un espacio multidisciplinario para que los estudiantes busquen la solución a sus ideas y necesidades académicas para todo tipo de proyectos, al aprovechar la tecnología de las diferentes impresoras”, expone Cecilia Marsicovetere, coordinadora del D-Hive y que también trabajó en el Quetzal-1.

El satélite operó durante 211 días y alcanzó casi todos sus objetivos. Fue el primero en Centroamérica en tomar imágenes de la Tierra desde el espacio. El promedio de edad del equipo que lo construyó era de 21 años. “También tuvo un fuerte impacto social. Inspiró vocaciones científicas, generó material académico, libros, artículos. Y lo más importante: es un proyecto de código abierto. Todos los diseños están disponibles en línea para ser estudiados y replicados. Eso fomenta la ciencia abierta”, destaca Bagur.

Quetzal-1 orbitó la Tierra más de tres mil 300 veces y envió un millón 823 mil 40 paquetes de información. De estos, 84 mil 775 fueron captados por estaciones en 34 países, incluyendo Guatemala y la estación en la UVG, con la colaboración de la red SatNOGS de radioaficionados en el mundo.
Alrededor de cien personas participaron en su construcción. Muchos obtuvieron becas en el extranjero o empleos gracias a su experiencia, aunque no necesariamente en el campo satelital. El proyecto también impulsó intercambios académicos en Alemania, Brasil, EE. UU., Italia, Japón y Reino Unido. Exalumnos cursaron posgrados fuera del país. Uno de ellos, Héctor Gómez fue a Escocia y hoy es catedrático e investigador de Quetzal-2.

Brithney Lemus y Hannah del Águila conversan sobre el proyecto Quetzal 2. (Foto Prensa Libre: Ingrid Reyes)

La experiencia derivó en artículos científicos, conferencias y materiales educativos. Incluso algunos textos escolares del 2019 y del 2020 ya incluyen referencias al proyecto.

Cambio de mentalidad

Bagur explica que al inicio del proyecto muchos eran escépticos. Decir “vamos a hacer un satélite y enviarlo al espacio” generaba dudas comprensibles, ya que son proyectos complejos, ambiciosos, que requieren mucho trabajo. Pero ahora es diferente; reciben más de 50 aplicaciones al año para los estudiantes que quieren integrarse a trabajar al laboratorio. “La gente entendió que sí se pueden hacer estos proyectos en Guatemala. Requieren esfuerzo, desvelos y, a veces, lágrimas, pero se pueden hacer. Notamos ese cambio especialmente cuando anunciamos Quetzal-2; la recepción fue positiva, muy distinta a la del 2016 cuando se anunció Quetzal-1”, recuerda Bagur.

“Uno de los mayores retos es que desarrollamos algo que no se ha hecho antes, mientras nuestros estudiantes aún están aprendiendo. Pero es también una gran oportunidad. Algunos están en primer y segundo año y ya tienen un rol clave. Su trabajo tendrá impacto en el éxito de la misión. Esto los forma profesionalmente, los prepara para competir con ingenieros de cualquier parte del mundo”, comparte César Saavedra, que trabajó como estudiante en Quetzal-1 y ahora es catedrático e investigador. En la fase actual de Quetzal2 trabajan 39 estudiantes.

Se hace una convocatoria anual donde se definen los perfiles. Los aspirantes deben enviar su portafolio, curriculum vitae, cartas de recomendación. Un comité evalúa las aplicaciones y se decide cuántos estudiantes ingresan, dependiendo de las necesidades. También pueden entrar por trabajos de graduación, tesis o actividad extracurricular. Con el avance del proyecto y la llegada de nuevas etapas como las pruebas se aumenta el requerimiento de apoyo profesional. Los profesionales consultados dicen que la población todavía no dimensiona lo importante que es el Espacio en nuestra vida diaria.

Mario Bethancourt, Héctor Gómez, Brithney Lemus, César Saavedra, Rolinda Beb, José Antonio Bagur y Hannah del Águila, parte del equipo de trabajo de Quetzal-2. (Foto Prensa Libre: Ingrid Reyes)

Brithney Lemus forma parte de Quetzal-2 y estudia ingeniería mecánica. Ella se cuenta entre el 64% de las mujeres que integran el proyecto y también representa a los estudiantes que vienen de la provincia, ya que es originaria de Petén. “Mis amigos me preguntan mucho sobre los satélites: para qué sirven, cómo se hacen. Es una experiencia de aprendizaje constante”, comenta.
“En este proyecto contribuimos a Guatemala, a la ciencia y a la ingeniería. También nos convertimos en ejemplo para otras mujeres y niñas”, dice Lemus, además de asegurar que cumplió un sueño al llegar a este grupo luego del lanzamiento de Quetzal-1.

Agrega Bagur que “usamos Waze, por ejemplo, sin pensar que depende de satélites. En los recientes terremotos, gran parte del análisis de daños se hizo con imágenes satelitales”.
Uno de los sueños es que del laboratorio surja una empresa, un startup guatemalteco que cierre el ciclo: que la inversión en espacio se traduzca en valor económico y desarrollo local.

Así que el proyecto espacial de Quetzal-1 seguirá dando frutos a lo largo de los años, pero se requiere de trabajo, así lo dejó plasmado Victor Ayerdi, quien como lider de Quetzal-1 publicó con otros investigadores el libro Esperanza desde el cielo: la historia del primer satélite guatemalteco. Una copia que se encuentra en el laboratorio aeroespacial de la UVG tiene una dedicatoria escrita a mano de Ayerdi En 2021, se publicó Esperanza desde el cielo: la historia del primer satélite guatemalteco, un libro del cual un ejemplar que se encuentra en el laboratorio aeroespacial de la UVGque incluye una dedicatoria especial escrita a mano por Víctor Ayerdi, entonces director de Ingeniería Mecánica de la UVG y co-líder del proyecto (hoy decano de la Facultad de Ingeniería y asesor de Quetzal-2): “Para nuestros estudiantes, para motivarlos a soñar, y que siempre recuerden que lo que se propongan, si se esfuerzan, lo pueden lograr”, la génesis de un proyecto que sigue creciendo.

La tormenta Iota captado desde Quetzal-1. (Foto Prensa Libre: UVG)

Logros de Quetzal-1

Éxito total

  1. Desarrollar un sistema que estabilice el CubeSat luego de ser liberado al espacio.
  2. Desplegar las antenas del satélite al estar en el espacio.
  3. Obtener energía del Sol a través de paneles y almacenarla en las batería a bordo de satélite.
  4. Enviar paquetes de datos desde el espacio con el estado de salud del satélite de forma continua.
  5. Recibir comandos enviados desde la Estación de Control en UVG.
  6. Adquirir imágenes en una longitud de onda a través de prototipo de sensor.
  7. Transmitir imágenes desde el satélite a la estación en UVG.
  8. Evitar que el satélite se convierta en basura espacial.

    Éxito parcial

  9. Cambiar la posición del car rusel para colocar un diferente filtro para captura de imágenes.
  10. Análisis de imágenes en Tierra.
    Fuente: Esperanza desde el cielo, la historia del primer satélite guatemalteco, (2021) UVG

Objetivos de Quetzal-2

Se estima que el Quetzal-2 esté formado por más de mil 300 piezas. Por aparte, se espera que un 80% del producto final sea construido en el laboratorio local. Además de mejorar lo ya hecho con Quetzal-1, el nuevo satélite tiene tres objetivos adicionales:

Imagen de proyección del prototipo de Quetzal 2, que tendrá el doble de tamaño que su antecesor. (Foto Prensa Libre: UVG)
  1. Validar un sistema para evitar que el satélite se convierta en basura espacial.
  2. Validar una computadora desarrollada en la UVG que correrá un modelo de inteligencia artificial para la dete cción automática de nubes. Es una aplicación que se puede extender a otras, como detectar cuerpos de agua o formaciones geográficas. Le da autonomía al satélite, que podría decidir cuándo tomar o enviar una imagen. Con Quetzal-1, había que levantarse a las 3 de la mañana para bajar imágenes, y si salían mal, ya no había vuelta atrás. La IA permitiría ahorrar tiempo, recursos y tomar decisiones más inteligentes.
  3. Incluir un transmisor que envíe datos a escuelas e instituciones educativas en Guatemala, acompañados de material didáctico para acercar el espacio a las nuevas generaciones.
    El lanzamiento cuesta US$180 mil —más de Q1 millón 300 mil— y faltan US$160 mil —cerca de Q1 millón 200 mil— para completar la construcción del satélite. Se busca apoyo de donaciones asi como fue con Quetzal-1, que fue posible gracias al apoyo nacional e internacional, público y privado. En junio pasado, el proyecto fue seleccionado por la Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Ultraterrestre (Unoosa) y la empresa espacial alemana Exolaunch, como uno de los ganadores del programa EXOpod, que se encargará del traslado del satélite Quetzal-2 al espacio. También fueron seleccionados proyectos de Bolivia, Jordania y Nepal para desplegar sus CubeSats utilizando el sistema de despliegue EXOpod Nova de Exolaunch —el sistema de última generación desarrollado por Exolaunch fue diseñado para facilitar el lanzamiento de satélites pequeños al espacio—.

Redacción

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