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miércoles, agosto 6, 2025

Persiste el bajo crecimiento de las economías de América Latina

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SANTIAGO – La región latinoamericana y caribeña continúa sumida en un prolongado período de bajo crecimiento económico, alrededor de 2,2 por ciento anual, de acuerdo con las proyecciones presentadas este martes 5 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La Cepal “subraya la necesidad urgente de que la región movilice mayores recursos para superar las trampas del bajo crecimiento, la alta desigualdad, la escasa movilidad social y las persistentes brechas estructurales de desarrollo”, dijo su secretario ejecutivo, José Manuela Salazar-Xirinachs, al presentar el informe.

El “Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2025. Movilización de recursos para el financiamiento del desarrollo” estima que el producto interno bruto (PIB) real de la región crecerá en promedio 2,2 % en 2025 y 2,3% en 2026, manteniendo las tasas registradas en 2023 y 2024.

Las nuevas proyecciones para 2025 representan una leve revisión al alza respecto a las publicadas por el organismo en abril pasado (2,0 %), se explican por un mejor desempeño del PIB en el primer trimestre del año, y muestran diferencias nacionales y subregionales destacables.

En América del Sur se prevé una expansión de 2,7 % en 2025, por encima del promedio regional, sustentada principalmente en la recuperación de Argentina (cinco y cuatro por ciento en 2025 y 2026, luego de 1,3 % en 2024) y Ecuador )1,5 y 2,1 %, luego de -2,0 en 2024).

También por el repunte del crecimiento en Colombia (2,5 y 2,7 % en 2025-2026, en vez de 1,6 % en 2024) y la sólida expansión de Paraguay, que mantiene un crecimiento a la tasa de cuatro por ciento en su PIB.

Sin embargo, en el resto de los países de la subregión, se anticipa una desaceleración respecto a 2024. Brasil pasa de 3,4 % en 2024 a 2,3 y 2,0 % este año y el próximo, Chiles desciende de 2,6 a 2,4 y 2,2 %, y Venezuela de 6,2 % a la baja tasa de dos por ciento estimada para 2025 y 2026.

Bolivia, Perú y Uruguay también pierden décimas porcentuales en su PIB cada año, y el conjunto sudamericano promediará 2,4 % de crecimiento en 2026, la misma cifra que en 2024.

En América Central y México el crecimiento proyectado para 2025 es de uno por ciento, casi la mitad de la expansión de 1,8 % registrada en 2024, a causa del debilitamiento de la demanda externa, especialmente desde Estados Unidos.

México, la segunda economía latinoamericana, después de Brasil, retrocede este año al magro crecimiento de 0,3 % (1,4 % en 2024) y llegará a uno por ciento en 2026. Cuba y Haití (englobados en esta subregión) presentan crecimiento negativo.

Países como Guatemala, Panamá y República Dominicana mostrarán, sin embargo, un desempeño más dinámico, con tasas superiores a 3,5 %, gracias al empuje del sector servicios, el consumo privado y las remesas.

Para 2026, se anticipa una leve recuperación de la subregión, a 1,7 %, aunque seguirá siendo altamente vulnerable a choques externos por su dependencia estructural de la economía estadounidense en los ámbitos comercial, financiero y migratorio.

En el Caribe (excluyendo a Guyana), se proyecta un crecimiento de 1,8 % en 2025 y 1,7 % en 2026, una desaceleración respecto a 2024, que se explica por el menor crecimiento del PIB de los Estados Unidos, y la consecuente reducción de la demanda de servicios turísticos, además de la menor demanda global de servicios.

La subregión sigue enfrentando altos costos de importación de energía y transporte, así como una marcada exposición a desastres naturales, factores que afectan su posición externa y nivel de endeudamiento.

En contraste, Guyana, escenario de un bum petrolero, mantendría tasas de crecimiento elevadas (10 % este año, 43 % el próximo), gracias a la continuidad de las inversiones en el sector hidrocarburos.

El estudio señala que el escenario macroeconómico para 2025-2026 estará caracterizado por una débil demanda interna, en particular por la desaceleración del consumo privado. Además, las perspectivas internacionales se mantienen desfavorables, limitando el impulso externo para el crecimiento regional.

Para 2025 y 2026 se proyecta una moderación del crecimiento económico mundial como consecuencia de múltiples condicionantes: tensiones y fragmentación geoeconómica, condiciones financieras aún restrictivas, debilitamiento del comercio internacional y conflictos bélicos, entre otros.

A eso se suma una acentuación de la vulnerabilidad externa, reflejada en aumento del déficit de la cuenta corriente, y en la mayor dependencia del capital externo.

Para el período 2025-2026 la balanza de pagos de la región seguirá impactada por distintos riesgos, tales como el agravamiento de los conflictos geopolíticos, la volatilidad de los precios de los productos básicos y la desaceleración sincronizada de las principales economías del mundo.

Se estima también una desaceleración del crecimiento del empleo en 2025 y 2026. El aumento del número de personas ocupadas sería menor que en años anteriores, y en ese escenario la tasa de desocupación se estabilizaría en torno a 5,6 %.

Si bien se anticipa una leve reducción en la informalidad y en las brechas laborales entre hombres y mujeres, estos indicadores permanecerían en niveles elevados.

Las proyecciones para 2025 y 2026 apuntan a una inflación regional estable, aunque se prevé que persistan riesgos de presiones inflacionarias al alza.

Salazar-Xirinachs expuso que, a mediano plazo, América Latina y el Caribe enfrentará el reto de preservar su estabilidad macroeconómica y avanzar en su transformación productiva en un entorno internacional cada vez más volátil.

“Enfrentar este reto exige articular una visión estratégica de largo plazo para sostener un desarrollo sostenible e inclusivo, con políticas macroeconómicas de corto plazo que permitan mitigar riesgos y reducir la exposición a choques externos”, expresó.

El estudio señala tres ejes estratégicos para vencer las “trampas” en el camino del desarrollo regional, y el primero de ellos es la movilización de recursos internos, con medidas como mejorar la calidad del gasto reducir la evasión de impuestos.

El segundo eje aborda la movilización de recursos externos y privados, apuntando a que se mejore la arquitectura financiera internacional, se desarrollen mercados de capital nacionales y se usen instrumentos como bonos temáticos y canjes de deuda.

El tercero resalta la importancia de potenciar el papel de la banca de desarrollo en la movilización de recursos y la colaboración entre instituciones financieras para el desarrollo a fin de expandir su capacidad de préstamo y su alcance.

A-E/HM

Redacción

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