El presidente, en su discurso, no solo desestimó la crisis, sino que culpó a quienes la padecen, tildando sus quejas de «una pelotudez». La degradación es absoluta: el dolor de la gente, la lucha diaria para alimentar a sus familias, es reducido a una «pelotudez».
Este tipo de retórica agresiva y despectiva se ha convertido en la norma, utilizada para construir un relato de victoria sobre un supuesto enemigo imaginario, mientras la realidad económica del país se desmorona.
La Crisis Galopante y el Veto a la Humanidad
Desde que Milei asumió, Argentina se ha sumido en una crisis sin precedentes. La inflación descontrolada ha pulverizado el poder adquisitivo de los salarios, las jubilaciones han sido brutalmente licuadas y los servicios públicos, como la salud y la educación, se encuentran al borde del colapso.
El discurso presidencial es un tejido de falacias y mentiras. Prometió una recuperación económica que, según él, iba a ser rápida, pero ahora extiende los plazos a «30, 35 o 40 años». Este cambio de narrativa es una clara admisión de que sus promesas eran humo, mientras la gente sufre las consecuencias de sus políticas de shock. El veto a las leyes que buscaban mejorar las jubilaciones y proteger a las personas con discapacidad son ejemplos claros de esta degradación humana.
Este gobierno no solo ignora a los más vulnerables, sino que activamente los perjudica en nombre de una «batalla cultural» y una supuesta libertad que solo parece beneficiar a unos pocos.
Fundación Faro: El «Think Tank» Libertario que Actúa como Secta
Las declaraciones de Milei se dieron en un evento de la Fundación Faro, un «think tank» libertario que se ha posicionado como un semillero de formación para militantes de La Libertad Avanza (LLA). La fundación fue lanzada con el apoyo de Javier y Karina Milei, con el objetivo de difundir las ideas del liberalismo y librar la «batalla cultural». Entre sus impulsores se encuentran figuras de la ultraderecha como Agustín Laje, conocido por sus posturas controversiales sobre la «nueva izquierda» y la «agenda de género».
La Fundación Faro, que se promociona como un espacio para formar «cuadros políticos», invierte grandes sumas de dinero en redes sociales para difundir su ideología y captar adeptos. Su enfoque en la «batalla cultural» y en la formación de líderes con una visión de mundo muy específica y dogmática le ha valido críticas por su funcionamiento similar a una secta.
No se trata de un simple espacio de debate, sino de un centro de adoctrinamiento para expandir una ideología que prioriza la «competencia leal y el mérito» por encima de la compasión y la justicia social, un reflejo perfecto del discurso deshumanizador del presidente.