Sobre fines de julio, un inesperado decreto flexibilizó los requisitos de ingreso para los ciudadanos chinos y dominicanos que quisieran entrar a la Argentina para hacer negocios o venir como turistas. Una de las condiciones, en virtud de las medidas de seguridad que la Argentina comparte con Estados Unidos, es que para entrar a este país esos ciudadanos posean una vista estadounidense vigente en sus respectivos pasaportes.
Si la relación económica intensa que tiene la Argentina desde hace más de una década con la República Popular China refleja las presiones que había para que aquí se flexibilizara la entrada de turistas y empresarios chinos -Beijing también mantendrá el no visado para los argentinos por un tiempo, al igual que se tramita el visa waiver para los argentinos en EE.UU.- la historia con República Dominicana es por demás curiosa.
Argentina mantenía abierta la entrada de los ciudadanos de República Dominicana hasta que en el año 2011 tras una extensa investigación y una serie de denuncias la justicia decidió ponerle fin a la red de prostitución de extranjeras que imperaba en la Argentina y donde las jóvenes dominicanas, de muy bajos recursos eran sus víctimas. Las mujeres llegaban al país atraídas con ofertas de trabajo como empleadas domésticas en casas de familia o como empleadas en peluquería, pero las endeudaban hasta en 5.000 dólares con el pasaje y honorarios que les ofrecían.
Una vez que las tenían en Argentina, las sometían a trabajar en prostíbulos que estaban distribuidos en Capital, provincia de Buenos Aires, Córdoba y La Pampa. A pedido del gobierno dominicano, Migraciones decidió imponer el visado para sus ciudadanos. Hoy, pasados casi veinticinco años la situación es por completo distinta.
Con sólo un 18% de pobreza, República Dominicana es un país mucho más próspero, y por el contrario, receptor de un descomunal turismo de argentinos que disfrutan de sus playas. Las cifras van cambiando, pero se habla de entre 300.000 y 500.000 argentinos que veranean por año en República Dominicana, sobre todo en Punta Cana, y entre 3.000 y 5.000 dominicanos que llegan a la Argentina, y en una situación muy distinta a la tenían los visitantes caribeños en el pasado.
Entre ambos países vuelan Aerolíneas Argentinas, Copa, Arajet, y desde tiempo atrás el embajador dominicano en Argentina, Jorge Marte Báez comenzó un reclamo insistente del presidente Luis Abinader al secretario de Turismo y Deportes, Daniel Scioli, que llevó el tema al Gabinete. Sin embargo, el levantamiento del visado no habría sido posible si Patricia Bullrich no hubiera dado su aval. La ministra de Seguridad es quien lleva también el programa de acceso sin visa a los Estados Unidos firmado hace unos días con la administración de Donald Trump y es quien se reunió varias veces con el embajador dominicano para la nueva medida con dichos ciudadanos.
Una visa para un dominicano en la Argentina costaba hasta 400 dólares. Un ministro dominicano quiso promocionar a su país trayendo a Buenos Aires a un grupo de músicos, y era tan caro venir que se les hacía imposible. Los dominicanos pedían reciprocidad -los argentinos no precisan visa en Dominicana- y también el mismo trato que la mayoría de los centroamericanos y caribeños tienen con la Argentina. Por ejemplo, los ciudadanos de Honduras, Nicaragua, Guatemala o El Salvador pueden entrar a nuestro país sin visa. Esa presión y las gestiones de diplomáticos y empresarios consiguieron que el tratamiento fuera recíproco.
Se estima que si liberaran las visas completamente en los próximos años podrían estar viniendo a la Argentina unos 60.000 turistas dominicanos por año de alto nivel, lo que significaría para el país ingresos anuales por unos 100 millones de dólares.
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