Permítanme que les presente a Xerta, un llaurador valenciano que cultiva una cincuentena de fanegas de arroz en la Albufera. El aspecto de sus campos, con las espigas ya crecidas hacia el cielo y anunciando el inminente tránsito del verde al dorado que anticipará la siega en septiembre, habla más de un jardinero que de un agricultor. Ni una mala hierba mancha su sembrado. Si una sola se atreve a ensuciarlo, Xerta planta los pies en el fango y avanza amenazante hasta donde sea para escardarla. A sus casi ochenta años tiene la agilidad de un niño y la fuerza de un joven. Un prodigio de la naturaleza que hace lucir su propiedad como si de un lienzo sin mácula se tratara.
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