La calle de Pi i Margall de Barcelona, a caballo entre Gràcia y Horta-Guinardó, tiene por fin nuevo pavimento. El adoquinado ha dejado paso a un suelo más clásico, con un toque rústico, pues se distingue más el granito. Es decir, es un asfaltado más claro de lo habitual, un intento de que esta pacificada vía que va de Joanic a la ronda del Guinardó. La obra ha costado un millón de euros y se acometió tras detectar el Ayuntamiento que el suelo planificado no sostenía el peso de los autobuses.
Fue el 11 de junio cuando se anunció que el suelo de esta calle, inaugurada en diciembre de 2023, tenía que cambiarse debido, en resumen, a un error de cálculo. Lo cierto es que las versiones son totalmente contradictorias. El actual gobierno, liderado por Jaume Collboni, asegura que el actual Ayuntamiento, encabezado por Ada Colau, acató la demanda del PSC de incluir los buses por Pi i Margall pero sin modificar el proyecto, esto es, manteniendo el pavimento de adoquines. Al no cambiarlo, el tiempo ha demostrado que no era capaz de soportar el peso de los hercúleos vehículos de TMB. Janet Sanz (Barcelona en Comú), anterior responsable de Urbanismo, negó la mayor, dijo que el bus siempre estuvo contemplado y que la culpa es de la empresa que ejecutó la obra. Sea como fuere, los presupuestos municipales han desembolsado este millón de euros.

El salto de Pi i Margall a Escorial. En el lado izquierdo, el asfaltado de la primera, con un toque mineral
Àlex Garcia
El nuevo pavimento mantiene el carril bici de subida, que sigue sin estar segregado. La diferencia más notable, amén de la estética, radica en la velocidad de los vehículos. Sobre todo de bajada, buena parte de los buses y motos superan de largo la velocidad máxima de 30 kilómetros hora. Las aceras se mantienen igual, con los parterres a rebosar de naturaleza que exhibe un buen aspecto a pesar del calor infernal.