Rubén Aguirre, el actor mexicano que le dio vida al icónico profesor Jirafales en «El Chavo del 8«, tuvo una carrera mucho más amplia. Sin embargo, muy pocos conocen su vida actoral fuera de la vecindad.
Si bien su rostro quedó relacionado con el universo creado por Roberto Gómez Bolaños, tras el popular programa estuvo involucrado en otros proyectos y tuvo que enfrentar dificultades personales.
El actor fallecido el 17 de junio de 2016 en Puerto Vallarta, México, comentó previamente en varias entrevistas que el personaje del profesor Jirafales fue el que menos le exigió ya que compartía muchas cosas con él mismo.

Además de ser el maestro enamorado de Doña Florinda, también se puso en la piel de personajes como Lucas Tañeda en Los Chiflados y el Sargento Refugio en Los Caquitos.
La vida de Rubén Aguirre después de El Chavo del 8
Tras la disolución del elenco original y la salida de varios compañeros, Rubén Aguirre se alejó de la televisión. Esto le permitió fundar su propio circo llamado «El circo del Profesor Jirafales«, que lo llevó a recorrer varias ciudades de México y América Latina.
No tuvo mucho éxito con el circo, pero la fama que tenía por los programas de Chespirito seguía vigente. Tiempo después, decidió dejar de lado los escenarios y dedicarse al mundo de las letras.

«Después de usted, Profesor Jirafales«, es la autobiografía que publicó tras el fallecimiento de Roberto Gómez Bolaños. Este libro está lleno de memorias, episodios no tan conocidos de su vida, cómo inició en la televisión, su amistad con Chespirito y cómo se sentía al respecto del elenco original.
Aguirre y Bolaños fueron muy grandes amigos, incluso lo defendió en los momentos más complejos. Lo describía como «bueno» y «generoso» por dejar que el elenco continuara usando los personajes aunque estuvieran registrados a su nombre.
Los problemas de salud del profesor Jirafales no fueron un impedimento para mantener el buen humor. Las complicaciones derivadas por la diabetes y una condición en la columna vertebral que limitaba su movilidad lo acompañaron hasta sus últimos días.
Arturo Aguirre, su hijo, llegó a contar que el «profesor» no solo era adicto a los puros, sino también al azúcar. Reveló que «cuando salían de gira con Chespirito no pedían comida, pedían la carta de postres completa».