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martes, agosto 12, 2025

Los 30 años del disco que catapultó a Los Auténticos Decadentes: murga, «descontrol» y el rol clave de Cerati

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«Es la primera vez que hacemos una gira con el aniversario de un disco”, confiesaNito Montecchia a El País. Y no es un álbum cualquiera: Mi vida loca, publicado hace 30 años, marcó un antes y un después para Los Auténticos Decadentes. Incluye “La guitarra”, “Corazón” y “El murguero”, tres himnos inagotables que condensan el espíritu popular y la desfachatez de los argentinos. Pero, sobre todo, fue el impulso decisivo que los catapultó más allá de la región, y les permitió conquistar países como Colombia y México, que desde entonces son paradas infaltables en cada gira.

El mérito, según el guitarrista, no se limita a las canciones, sino también al contexto. “Ahora lo explicás y parece una pavada, pero en ese momento no había redes ni nada. La única forma de que las canciones llegaran a otros lugares era por los canales de música, y MTV nos permitió conocernos”, recuerda sobre la histórica cadena televisiva que comenzó sus transmisiones latinoamericanas en 1993. “Así pudimos conocer a grupos como Molotov, Café Tacvba y Aterciopelados, y así se empezó a gestar la semilla del movimiento del rock latino. Nos empezaron a convocar en festivales y llegamos a más países”.

Tres décadas después, el disco que abrió esas puertas volverá a escucharse por completo en un escenario. Aunque, aclara, las 14 canciones de Mi vida loca se intercalarán con otros clásicos de su historia como “Loco (tu forma de ser)”, “Un osito de peluche de Taiwán”, “Amor” y “Besándote”. Será un repaso integral a la historia del grupo que, además, celebrará sus 40 años en 2026. La gira debutará este viernes a las 21.00 en la carpa de Sitio, con entradas en RedTickets a 2.390 pesos y mesas VIP disponibles.

La revisión de aquel álbum conduce también a su génesis. En 1993, Los Decadentes venían de publicar Fiesta monstruo, que incluía la exitosa versión candombera de “Siga el baile” junto a Alberto Castillo, el cantor que la había popularizado en 1945. “Esa canción superó nuestras expectativas porque nos dio a conocer ante varias generaciones”, recuerda Montecchia.

Como extensión natural de ese sonido, para su siguiente trabajo la banda quiso reafirmar su espíritu de fusión desprejuiciada. “Si bien las canciones de Mi vida loca tienen cumbia, ska, murga y guaracha, todo está pasado por nuestro tamiz. Es una muestra de lo que es la música popular argentina filtrada por nosotros”, dice Montecchia. “En esa época no había tanta fusión de ritmos y las bandas tampoco resignificaban tanto sus raíces como ahora”.

El murguero” es el ejemplo perfecto: un corso porteño comprimido en cinco minutos, con un estribillo eufórico y futbolero (“Se viene el ‘tu-ta tu-ta’”), un coro de 10 voces que arengan y desafían a los bombos a dejarlo todo. A esto se suma la voz de la Tota Santillán como maestro de ceremonias, que primero ofrece choripanes “a un pesito” y luego advierte: “La señora que está en el palco con el bebé, por favor si lo puede correr porque los chicos con el bombo lo pueden lastimar”. El video que circulaba en MTV amplificaba esa postal: trajes blancos, disfraces delirantes, hombros convulsionados de murgueros porteños y camisetas que volaban por el aire. Era la fiesta decadente en su máxima expresión.

Según Montecchia, “El murguero” nació como un homenaje al carnaval rioplatense. “No queríamos que quedara limitado a Buenos Aires, por eso dice ‘la comparsa’, que viene de Corrientes”, explica. “La canción salió en un momento en que se había perdido la tradición de los corsos porteños. En el Conurbano todavía se hacía, pero como en el golpe militar se habían prohibido, luego se perdieron un poco. Entonces, por suerte la canción ayudó a que volviera donde tenía que estar: en el pueblo”.

“El Murguero”, armado como un “Frankenstein” de múltiples partes, alcanzó su punto de ebullición en la grabación, cuando irrumpieron la murga invitada y la voz de Santillán para recrear el espíritu barrial. Montecchia lo define como “un descontrol” que se potenciaba por otro detalle: el disco se registró en los estudios Panda de Buenos Aires en junio de 1995, entre las 23.00 y las 8.00. “Hacíamos el turno noche porque las horas eran más baratas. ¡Ya estábamos acostumbrados!”, cuenta. “Perdíamos la noción del tiempo porque estábamos muy metidos en las canciones. Entonces, cuando salíamos, no entendíamos nada: la gente salía a trabajar y para nosotros ya terminaba el día”.

En aquellas sesiones nocturnas también nació “Marecchiare”, una rareza de la discografía Decadente. La versión del clásico napolitano cierra el álbum y está interpretada por Quito Montecchia, el tío de Nito. “El que no conoce la historia no entiende el tema”, cuenta el guitarrista. “En esos años compramos una casa de principios de siglo pasado que estaba muy destruida. Nos gustaba porque era grande, así que empezamos a ensayar el disco ahí. Mi tío Quito, que era albañil como toda mi familia paterna, siempre estaba trabajando en la casa mientras nosotros ensayábamos. Como le gustaba mucho la lírica y la música italiana, siempre cantaba mientras laburaba, así que un día dijimos: ‘Vamos a acompañarlo’. Estuvo buenísimo porque también era como un tío para todos los de la banda”.

El hit por excelencia de Mi vida loca fue “La guitarra”, que abre el álbum y hoy acumula 145 millones de reproducciones en Spotify. Compuesta por su primo, Jorge Serrano, Montecchia recuerda el momento en que la escuchó por primera vez. “Lo loco es que él estaba medio inseguro con la canción y no sabía si nos iba a gustar”, revela. “Jorge se acababa de instalar un estudio en la casa, entonces nos la hizo escuchar entera y la maqueta es tal cual quedó, aunque luego le pusimos otras cosas. Me sorprendió porque es muy original y porque es una declaración de principios para la gente que no quiere dedicarse a una carrera tradicional o no quiere seguir con los mandatos familiares”.

El tema, un ska festivo que incorpora un cuarteto de cuerdas que parece inspirado en Les Luthiers —en el sentido de aportar una solemnidad caricaturesca a la canción—, nació de una anécdota singular. “No es que el padre tuviera cortito a Jorge, sino que Jorge justo se había enterado de que iba a ser padre y dijo: ‘ahora voy a vivir lo mismo que yo le hice sufrir a mi viejo’”, cuenta Montecchia. Así, aquel “vos, mejor que laburés, mejor que te gradués” —tan porteño y con ese acento de herencia tana que suena como “rulo de tambor”— era un Jorge del futuro, reclamándole a su hijo.

Cuando se publicó “La guitarra”, Montecchia supo de inmediato que Mi vida loca iba a ser algo especial: “Hicimos una presentación del álbum para la prensa y pasamos el videoclip en el que Guillermo Nimo, un árbitro de fútbol, hacía de padre malo. Mientras se veían las imágenes, la gente se moría de risa, y dijimos: ‘Con esto ya estamos’”. La confirmación llegó a fin de año, cuando el suplemento cultural Sí del diario Clarín publicó los resultados de su encuesta de fenómenos musicales. “En una lista elegían los lectores y en la otra, los músicos. En ambas, el tema más votado fue ‘La guitarra’, además por músicos que nada que ver con nuestro estilo. Así que hicimos un lindo crossover”, destaca.

Hablando de crossovers, la lista de agradecimientos del álbum es un verdadero muestrario de la versatilidad del grupo. Entre los nombres figuran Marcelo Tinelli, Manu Chao, La Renga y Jorge Corona, junto a un especial reconocimiento “al fernet, al vino tinto y a todos los barrios de aquí y de allá”. En ese desfile de figuras casi pasa desapercibido Gustavo Cerati, quien tuvo un rol clave en la publicación de Mi vida loca. «A Gustavo lo cruzábamos a veces y teníamos la mejor onda, pero un día tuvo un gesto humano muy lindo que nos ayudó mucho», comenta Montecchia.

Si bien el disco se grabó en Buenos Aires en junio de 1995, al mes siguiente fue mezclado en los estudios Rusk Sound de Los Ángeles, y es ahí donde Cerati tuvo incidencia decisiva. «En ese momento se grababa en cintas grandotas de 24 canales. Las mandamos a mezclar con Gustavo Borner en Los Ángeles, y después no teníamos cómo traerlas. Resulta que Gustavo, que andaba por ahí, se copó y nos las trajo en el avión. Eran 10 cintas pesadísimas. ¡Fue una locura! ¡Es un grande!», cuenta el músico. «Gracias a ese gesto de Gustavo, ahora estamos rescatando algunas cosas grabadas de ahí».

Además, en los créditos de Mi vida loca aparece Gustavo Santaolalla, otro emblema de la música argentina. “Él quería estar, pero justo estaba armando el sello Surco en Universal, así que no podía estar presente mucho tiempo», cuenta. «Pero cuando fuimos a Los Ángeles para llevar las cintas a mezclar, nos juntamos y él grabó unas guitarras en ‘La chica del sur‘ y le agregó el ronroco y le sumó coros a ‘Corazón‘. Lo que tocó es una locura, fue totalmente inesperado», narra.

A 30 años de aquellas aventuras musicales, el grupo se prepara para una nueva: celebrar el disco que los catapultó a la fama y demostrar que, en la fiesta Decadente, la música nunca se detiene.

Redacción

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