Este verano, en vez del venerable monstruo del lago Ness o el turista inglés asombrando a Mallorca con el balconing, la fauna estacional la forman dos reptiles judiciales que se arrastran entre tribunales y sumarios con la elegancia letal de las serpientes: silenciosas, insidiosas y, cómo no, venenosas. Las protagonizan dos jueces –Puente y Rus– dos casos –Cerdán y Montoro–, y un sistema judicial que parece más interesado en entretener a la audiencia que en hacer justicia.
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