Por el “Profe” Carbone
En el día a día del trabajo se puede perder la pasión, pero hay que entender que la pasión está en los pequeños actos, no todo el tiempo. No todo es un campo de rosas en el camino de la pasión, incluso, puede haber que esforzarse más que una persona que no hace algo por pasión. Es difícil levantarse todos los días con ganas de hacer lo que a uno le gusta.
Nunca hay que tomar como referencia los extremos, pero se puede saber qué es lo que hay que hacer porque los extremos son el límite. Muchas veces, los grises del medio explican qué es lo que hay que hacer y cómo hacerlo. A veces, es difícil encontrar la pasión de uno y ponerse a entrenar para lo que a uno le gusta.
Por ejemplo, Lionel Messi no juega al fútbol, sino que vive su pasión todos los días. Messi, a pesar de su don, tiene que ser una de las personas más disciplinadas del planeta para lograr ser quien es. En este aspecto, René Houseman era otro jugador muy dotado, pero no tenía esa misma disciplina.
También puede pasar que la pasión cambie, muchas veces, porque la persona evoluciona. Quizás, la pasión por el fútbol es más visceral y no tiene razón, pero lo que se hace desde lo laboral sí es más racional.
En los jóvenes se ve mucho que bregan todo el tiempo por su pasión, pero no están dispuestos a hacer un sacrificio por esa pasión. Uno se tiene que sacrificar para merecer andar bien con su pasión. Se tiene que aprender, se tiene que pagar el derecho y se tiene que poner sacrificio por cumplir su pasión. Esto tiene que ver con el esfuerzo propio.