Hace ya algún tiempo di una charla lejos de Barcelona. Mientras esperaba en el hotel, puse la televisión y, entre un par de películas del Oeste de la serie B y la sesión del Congreso, cometí el error de optar por esta última, rompiendo así mi costumbre de no frecuentar tan penoso espectáculo. Nunca lo hubiese hecho, porque aquel día sus señorías se superaron a sí mismas, en especial un voluntarioso diputado de a pie que marcaba los tiempos antes de entrar a matar, para soltar luego un estoconazo de mala factura. La política de bloques se manifestó en todo su esplendor. ¡Y qué bloques! No de mármol ni granito, sino de cemento armado con aluminosis. Me impactó.
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