Como vemos estos días con la inteligencia artificial, todo nuevo invento se enfrenta a una fuerte inercia de la costumbre establecida. Treinta años antes de que yo empezara a volar sobre el Atlántico varias veces al año, mis padres viajaron en barco a América durante diez días de ida y diez de vuelta; fue tal el impacto de los coches, los electrodomésticos, los televisores que nunca lo asimilaron, como ya conté en mi libro En busca de Nuncajamás.
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