Paradojas. Me tumba sobre la lona un infame resfriado de verano, a traición. Sobrellevo los síntomas con gelocatiles, pero no así el contrasentido de un catarro canicular: ¿quién se toma ahora una taza de caldo? Abatimiento, modorra y el ventilador racionado, aunque me ase como una sardina espetada. En el duermevela, me viene a la cabeza El gran Gatsby , una novela donde se pasa mucho calor. En una de las últimas escenas, el cadáver fresquito del magnate yace sobre un colchón neumático en la piscina de mármol de su mansión, un remojo que no ha catado en todo el verano, como una servidora. Tardes inmóviles en el sofá mientras el fuego consume la mitad occidental de España, desde Asturias hasta la punta sur de los vientos. La España vacía o vaciada. La geografía del abandono.
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